¿Cómo sobrevivo? El caso es buscármela. Y que hable la gente.
¿Mi sueño? Comprarme un televisor
Por Juan Antonio Madrazo Luna | La Habana Cuba
-La Tropical es un barrio marginal del municipio San Miguel del Padrón, en la periferia de La Habana. Es un trozo de esa Habana Sur que escandaliza a los turistas por su extrema pobreza. Es uno de tantos barrios que no aparecen en la Maqueta de la Habana ni en las estadísticas de Planificación Física, pues el poder siente desprecio por la “diversidad”. Lo confirma el cantautor Silvio Rodríguez en su gira por los barrios “La gente está más jodida de lo que pensaba”.
En la Tropical ruge la ley del más fuerte, la guapería, el machismo. Para olvidar las penas se baila una rumba sin lentejuelas pero también se vive la “caliente”. Aquí la vida suele ser más dura de lo que cualquiera se imagina. La Tropical es parte de esa imagen de Cuba, que no registran las agencias de turismo.
En este lugar la economía familiar descansa en las mujeres. Unas se ganan la vida limpiando casas de nuevos ricos, otras haciendo trenzas en la Plaza de la Catedral a turistas nórdicos, vendiendo lo que sea en los portales o –las más jóvenes– alquilando sus cuerpos con tarifas diferenciadas para turistas y nacionales.
Celia, 45 años, madre soltera, socióloga, suma una familia numerosa en un pequeño espacio. Con sus cinco hijos, suman 12 personas. “¡A nadie le importa cómo vivimos los negros!, exclama. Desde los 13 años, vivo en esta cueva el día a día. Lo que me pagan por mi trabajo da risa. Debo resolver mis necesidades, y que hable la gente”.
¿Cómo sobrevivo? Pues lavando, planchando, haciendo mandados. El caso es buscármela. El nuevo curso escolar está a la vuelta”.
Cristobal Perez buscando cliente
Cristóbal Pérez tiene 61 años, es jubilado de la empresa musical Ignacio Piñeiro. En 1970 se graduó como instructor de arte. Pasó 11 años en un grupo folclórico en Varadero, pero también de constructor en la Villa Panamericana y el Hospital Miguel Enríquez donde obtuvo la condición de vanguardia
Para Cristóbal “Al final toda esta historia de la igualdad ha sido un cuento. Los negros continuamos atrapados por la pobreza, por la mala vida, pues no tenemos derecho a un techo. Veinte años llevo viviendo en la Tropical, en “la caliente” mientras cerca de aquí, en tres meses, levantaron un edificio para policías.
Salí de un albergue y decidí levantar mi propio rancho, Creo que aquí voy a morirme. Trabajo en Comunales en Centro Habana y en mi tiempo libre me voy a bailar a la Plaza Vieja para alegrarle la vida a los turistas pues con eso me gano unos fulitas pues mi sueño es comprarme un televisor.”
Celia y Cristóbal son solo dos retratos de tantas vidas exprimidas por el desencanto y la desigualdad más allá de las diferencias por el color de la piel.