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General: Un castrismo que concierne a todos, excepto a los Castro
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 05/09/2014 13:27
Castro versus Castro
El castrismo nos concierne hoy a todos, excepto a los Castro originales,
a punto de morir mientras sus descendientes huirán con sus millones a otra parte.
 
 

            ORLANDO LUIS PARDO LAZO     Página de Inicio
Mientras exista el Ministerio del Interior (MININT) en Cuba, ese organismo secreto y asesino, pero a su vez legitimado por todos los organismos secretos y asesinos del mundo, sin distinción de signos ideológicos o de rivalidad política en público (en privado el poder apoya siempre al poder); mientras la vida de cada uno de los cubanos dependa de la voluntad vil de otro cubano anónimo; mientras no se cuestione esa complicidad que es callada por un exilio retornante y risueño, empresarios ávidos de ser ministros mañana, clérigos chantajeados por su propia carne, y hasta por una oposición sin programas de presión y mucho menos de protagonismo de poder; mientras solo sigamos denunciando esas citaciones clandestinas con el G-2, en lugar de reconocer que se trata de una guerra civil incesante del Estado contra sus ciudadanos, la nación cubana no tiene posibilidades de regenerarse.
 
El Programa de Transición, consensuado por el Movimiento Cristiano Liberación (MCL) presidido por Oswaldo Payá, tocó el tema desde muy temprano. No habría diálogo decente mientras no se abrieran los archivos del Mal y sus agentes confesaran sus crímenes ante la justicia de la democracia que vendría. Como consecuencia, la Seguridad del Estado, por una orden que solo pudo provenir de la familia Castro, tocó a Oswaldo Payá, probablemente procesándolo de manera sumarísima en un paraje cubano y ejecutándolo in situ parajudicialmente.
 
Todos los trabajadores y desempleados cubanos, cuando demuestran ser personas inteligentes, con ganas de contar con una biografía activa, han sido, son, y serán entrevistados por la policía política de mi país. Parece una exageración. Paranoia de Pardo. Pero tú en tu corazón cobarde bien sabes que no. Tú bien sabes que a ti también te llamaron, o todavía te llaman (vivas en la Isla o en sus antípodas).
 
Durante mi año y medio de visita en los Estados Unidos, he estado en contacto con todas las generaciones de exiliados o emigrantes o como se quieran llamar. Un pueblo cautivo que ya no es cubano, pues no puede residir ni participar en la vida social de su previa patria. Reconocidas estrellas de las artes plásticas y escénicas me lo han confesado. Geniecillos de la ciencia me lo han confesado. Atletas o, para ser exactos, exatletas de alto rendimiento me lo han confesado. Los nombres insignias de nuestra música y literatura también me lo han confesado. El G-2 los frecuenta.
 
En principio, ninguno de ellos —ni de ellas— ha tenido ningún problema en Cuba. A muchos los conocía desde Cuba y nunca me dijeron nada de esta faceta de interlocutores de un castrismo de catacumbas, underground. Allá habitan mis amigos (acaso dejarán de serlo a partir de ahora), felices de ser casi contestatarios, mientras dan decenas de entrevistas conflictivas afuera, siempre y cuando acepten la entrevista anual con el oficial que los atiende, siempre que de vez en cuando acaten las sugerencias de sus respectivos agentes. Fidelidad de bajo perfil, perversa, que incluye desde la amenaza en jarana, hasta la donación de un pernil de carnero por parte de la autoridad, cuando alguno de nuestros seres queridos cae en cama y es declarado (de gratis) como paciente terminal.
 
Es mucho peor que esto, en la misma familia he conocido vedettes y verdugos, poetas y peritos políticos, ensayistas y ensañadores. Y cuidado con equivocarte conmigo, comemierda, porque por mi familia yo sí que mato. El castrismo hoy en día nos constituye, es ubicuo y por eso mismo es tan inubicable. Un castrismo que concierne a todos, excepto a los Castro originales, que están a punto de morir y sus descendientes huirán con sus millones a otra parte.
 
En este chantaje todos son cómplices de todos. Está pasando ahora mismo. Me escriben por las redes sociales desde La Habana. Me piden consejo y que me calle. Es peor si menciono por sus nombres cada caso. Por lo demás, lo que residen afuera estoy seguro de que, si hablo, me llevarían a la cárcel con una demanda por causarles daños morales por difamación.
 
Somos así de infames. Hemos vivido una vida en clave de Castro. Moriremos, pues, con los honores que corresponde al horror de ser nosotros —y no los Castros— el verdadero clan Castro, no por decrépito menos demoníaco.
 
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