No tengo lo que tenía que tener A cincuenta años de su aparición, el poema Tengo,
del “Poeta Nacional” Nicolás Guillén, representa el fracaso del socialismo cubano
Por Orlando Freire Santana | La Habana | En el actual año 2014 arribamos al 50 aniversario de la aparición del poema Tengo, de Nicolás Guillén, que en su momento fue muy encomiado por la crítica oficialista. Mas, contrario a lo que sucede con la mayoría de los acontecimientos que festejan cumpleaños cerrados, esa obra, al parecer, no recibirá homenajes en esta ocasión.
Cinco años después de la llegada de Fidel Castro al poder, el poeta anuncia el advenimiento de un Juan con Todo, que sería dueño de cuanto existiese en el país: sus zafras, sus montes, las ciudades y hasta el ejército. Además, ese Juan con Todo (campesino, obrero o gente simple) iría a un banco y hablaría con el administrador “no en inglés, no en señor, sino decirle compañero, como se dice en español”.
Y a un negro, ningún funcionario podría detenerlo a la puerta de un dancing o un bar; y en la carpeta de un hotel nadie le gritaría que no hay pieza, “una mínima pieza y no una pieza colosal, una pequeña pieza donde yo pueda descansar”. Por último, el Poeta Nacional de la cultura castrista celebra que ya no haya una guardia rural que lo agarre y lo encierre en un cuartel.
Sin embargo, más temprano que tarde, ese Juan con Todo se transformó en un Juan sin Nada. Sus zafras se redujeron a la mínima expresión, y muchos bateyes azucareros simulan mundos desolados habitados por fantasmas. Por supuesto que no le pertenecen las ciudades, mucho menos la capital de la nación, vedada para un número considerable de cubanos, entre ellos los paisanos agramontinos del poeta.
Si a Juan sin Nada se le ocurre entrar en un banco y pronunciar la palabra “compañero”, es probable que lo contemplen como a un extraterrestre recién llegado del más allá. Porque en el banco hubo una restauración, y el vocablo “señor” volvió a los primeros planos. Ah, y que les pregunten a muchos negros a ver si tienen pleno acceso a todos los sitios de este país. No en balde, hasta la oficialista UNEAC creó una comisión para afrontar las manifestaciones de racismo que perviven en la sociedad.
Fidel Castro en el Primer Congreso de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) con Nicolás Guillen, elegido presidente de la institución
Ni siquiera una mínima pieza donde descansar está al alcance de Juan sin Nada en la carpeta de un hotel. Su bolsillo tampoco le permite obtenerla en el sector cuentapropista que se abre paso. Quizás un anticipo de lo que suceda más adelante, cuando su condición de campesino, obrero o gente simple se desvalorice ante otro sector privado, mucho más poderoso que el anterior, y donde no se hable el español.
Claro, Nicolás, que ya no hay una guardia rural que agarre a Juan sin Nada y lo encierre en un cuartel. Pero nadie duda de que un nueva guardia— lo mismo rural que urbana— se decida a hacerlo si así lo estima conveniente. Sucede que los métodos se han refinado: ahora hay una fuerza paramilitar, de acción más rápida que la guardia rural, que reprime, hostiga golpea y coadyuva a que la nueva guardia encarcele finalmente.
En semejantes condiciones, es lógico pensar que el aparato de poder desee pasar por alto esta efeméride, y tal orientación haya bajado a los distintos estamentos que conforman la cultura y los medios de difusión oficialistas. Porque el poema Tengo, a no dudarlo, ha devenido tan subversivo para el castrismo, como el Fuera de Juego de Heberto Padilla, o Mea Cuba de Guillermo Cabrera Infante.