Esperando a los yumas
Los mismos que gritaron “Cuba sí, yanquis no”,
están ansiosos por enmendar la plana: “Yanquis sí y Cuba también”
Por José Hugo Fernández | Desde La Habana, Cuba |
Un implicado me contó que recién reunieron a los trabajadores de los restaurantes del barrio chino para comunicarles formalmente que el gobierno estadounidense podría decretar muy pronto el fin del embargo, por lo cual deben prepararse para recibir grandes oleadas de turistas procedentes de ese país.
Es lo que está rodando ahora mismo por las calles habaneras: el runrún o la sospecha o la ilusión de que el llamado bloqueo (Embargo) se encuentra en capilla ardiente.
Los dueños de pequeños negocios, en especial los mejor ubicados y más solventes, se frotan las manos y ya empezaron a gestionar o a soñar en torno a sus posibilidades de expansión. Los intelectuales y artistas se desviven en votos por la reanudación, dicen, de la amistad entre ambos pueblos.
Las jineteras y jineteros aceitan sus herramientas. Y entre la gente de a pie crece por día el número de los que se aprietan el cinto para sumarse (o sumar a sus hijos) a los programas para estudiar inglés, bien con profesores particulares o en cursos académicos, privados o incluso estatales, que ahora se dan aquí silvestres.
Pintura con las dos banderas anuncia los nuevos tiempos
Con cincuenta y tantos años de adoctrinamiento incesante e implacable, a cada minuto, en todos los espacios -desde el círculo infantil hasta el catafalco-, para convertirnos en anticapitalistas y antiestadounidenses, nuestros caciques no consiguieron sino erigir a los Estados Unidos en imagen de todas nuestras esperanzas. Si este no es el más rotundo y ridículo fracaso de la astucia manipuladora de Fidel Castro y su tropa de voceros mediáticos, que venga Dios, o algún iluminado académico de izquierdas, y aporte pruebas para desmentirlo.
Estamos esperando a los yumas como cosa buena. Los mismos que antes gritaron “Cuba sí, yanquis no”, se muestran hoy ansiosos por enmendar la plana: “Yanquis sí y Cuba también”, sin que a nadie parezca importarle la perspectiva o el plan (paradójicos, grotescos) de que una vez desmantelado el embargo, tengamos que seguir soportando a la inamovible dictadura que lo provocó.
Los medios oficiales de prensa y propaganda son, en gran magnitud, propulsores de esta nueva movida. No pasa un día sin que escuchemos o leamos las ingenuidades o las mentiras a conciencia de quienes aseguran que ahora todo depende únicamente de Obama, quien, mediante el uso de su poder ejecutivo, podría frescamente indultar a los espías cubanos y hasta decretar el fin del embargo.
Nos venden al presidente de uno de los más sólidos sistemas democráticos del mundo como a un tiranuelo de pacotilla, que puede desconocer como si tal cosa al Poder Judicial y aun al propio Congreso de la Nación. Pero es algo que aquí pasa inadvertido, fruto de la incultura política que hemos padecido, y con la cual se ceban los cómplices extranjeros del régimen.
Por alguna razón que sobraría explicar, esta nueva expectativa que discurre hoy entre nosotros, remite a una obra del gran dramaturgo y narrador irlandés Samuel Beckett (Esperando a Godot), donde hay gente que se pasa las horas y los días a la espera de alguien que presumiblemente viene a salvarles (del aislamiento, la angustia, la vida a la deriva), pero cuya llegada se pospone a diario, ya que no en balde su drama sintetiza una de las cumbres del teatro del absurdo.
Desde luego que el embargo será eliminado más temprano que tarde, pero según mi raquítica opinión, ahora mismo nadie sabe cuándo ni cómo ni en qué circunstancias.