Cómo transcurre la vida de un profesional cubano, no
ya con lo que obtiene por su trabajo, sino también con lo que es un lujo para él
Por Iris Lourdes Gómez García | La Habana,
Cuando cualquier latinoamericano escucha que en Cuba hay tantos miles de profesionales, probablemente piensa que esa misma cantidad de personas y sus familias tienen el nivel de vida que ostenta un profesional de esa categoría en sus respectivos países.
Lo que no saben es cómo verdaderamente transcurre la vida de un profesional cubano, no ya lo que obtiene por su trabajo, sino lo que no puede obtener por ser un lujo para él:
-Lo primero que un profesional que vive en Cuba no puede hacer es comprar una vivienda independiente para él y su familia. Ni siquiera puede alquilarla. Con un salario de hasta 64 dólares al mes, no le queda otra que que compartir la casa donde nació con los padres y abuelos que le queden vivos, esperando la ausencia definitiva de alguno de éstos para ocupar su cuarto. Cuando al pasar de los años finalmente se convierte en propietario, lo que gana no le alcanza para reparar, pintar, amueblar y decorar a su gusto. Tendrá que conformarse con lo que haya y como esté.
-Para transportarse a su trabajo tendrá que usar el malogrado transporte público y ser potencial víctima de carteristas, acosadores sexuales, olores nauseabundos y extremos calores. En los forcejeos por subir le arrebatarán el reloj, las cadenas, y si es mujer, le reventarán las asas de las carteras y las tiras de los zapatos. Con su salario, un profesional en Cuba no puede comprar ningún carro o moto. Ni siquiera le alcanza para una bicicleta o carriola eléctricas.
-Para vestirse, recurrirá a lo que le mande algún familiar “de afuera” (del extranjero), que tal vez no sea exactamente de su gusto o talla, o comprará prendas rebajadas o incluso usadas en las llamadas tiendas de ropa reciclada. No puede aspirar a seguir la moda o mantenerse en una tendencia, solamente vestirá lo que pueda conseguir o le regalen.
-Si decide contraer matrimonio, no será en un salón a su gusto con catering reservado y el cake elegido entre varios sabores y diseños; tampoco la novia podrá usar el vestido de tornaboda que soñó. Lo más probable es que se casen y se haga una fiestecita en casa con unas croqueticas que ellos mismos elaboraron, el cake que asigna el Estado y un vestido prestado.
-Para ir a pasear, tiene pocas opciones, en su mayoría de mala calidad. No puede darse el lujo de llamar un taxi que lo recoja. Tras cada paseo regresa peleando con su pareja por el tiempo que perdieron esperando el bus, por la cola que tuvieron que hacer y la mala calidad del servicio recibido. En todas las ocasiones se lamentará de haber querido salir a pasear, por lo que cada vez se aficionará más a las películas de la TV los sábados por la noche y los domingos.
-El mes de vacaciones lo empleará para, con sus propias manos, hacer los arreglos de plomería y albañilería en el caso de los hombres, o de costura y limpieza en el de las mujeres. De lograrse esos objetivos, sentirá que fueron unas vacaciones productivas.
-Las profesionales, incluyendo las más encumbradas, no pueden aspirar a contratar una persona que las ayude con las labores domésticas. Así, puede que una cirujana esté apurada para volver a su casa rápido, pues hoy “se pierde” la mortadela que hay en la carnicería. Quiere decir que caduca el derecho a comprar un pedacito de un embutido de pésima calidad que “dan” por persona más barato que lo regular.
-Todo lo que este profesional compre o posea será barato; o mejor dicho, de mala calidad, y comprado a sobreprecio. Esto incluye las toallas, sábanas, manteles, el papel sanitario que parece lija, los juguetes plásticos de los niños y un interminable etcétera.
¿Saben esto los “admiradores” latinoamericanos?