Vivir en paz cuesta la vida
Descubrieron que no había futuro, estos jóvenes no aguantaron más
Por Ernesto Pérez Chang | Desde La Habana |
La reciente tragedia del suicidio de Darío Andino León, el joven recluta de 18 años que prefirió quitarse la vida antes de cumplir condena en una cárcel militar cubana por los delitos de deserción e intento de salida ilegal del país, ha llamado la atención sobre un fenómeno social alarmante que está relacionado directamente con la política de un gobierno que condiciona los derechos humanos y las libertades individuales al acatamiento estricto de una ideología oficial fracasada.
Los exilios, las masivas migraciones, las renuncias a la ciudadanía cubana y al derecho a la libre expresión, pasando por los “suicidios sociales”, hasta llegar a la triste realidad de una tasa de natalidad prácticamente en cero debido a la miseria que enfrentan las familias, todos son síntomas de una misma enfermedad: la de un país que solo avanza hacia la total desintegración, como se infiere de los testimonios de personas que han sufrido la pérdida de algún ser querido.
“Esto, por lo que estamos pasando mi mujer y yo, es el pan nuestro de cada día en este país”, concluye rotundamente Orestes Álvarez, un humilde obrero de 54 años que perdió a su hija Olivia hace apenas unos meses.
Una niña huérfana y un hogar desecho es el saldo de un acto desesperado de una pareja de jóvenes para escapar de la miseria y para asegurarle un futuro próspero a su pequeña:
“Entré al cuarto y la encontré colgada de la ventana, con un cinto. Fue horrible. Llevaba horas allí. Como la niña dormía con nosotros no nos dimos cuenta hasta por la mañana. Gracias a Dios que no vio nada. Yo no puedo dejar de pensar en eso, siempre que entro al cuarto la veo tirada ahí, y Magali [la esposa de Orestes] solo sabe llorar. Es por la niña que Magali se ha mantenido fuerte pero yo sé que un día de estos la pierdo también. Está muy mal”.
José Alberto, el yerno de Orestes, había perdido el trabajo por robar dos sacos de pienso. Los había sustraído del almacén de la empresa no para revenderlos sino para alimentar a los animales que criaba en su patio para fines de autoconsumo. Como anteriormente había sido advertido por la policía, debido a un intento de salida ilegal del país, los tribunales se ensañaron con su delito de carácter menor y, lejos de pagar una multa, debió pasar un año en la cárcel. Cuando salió de la prisión no encontró empleo en ningún lugar porque, a donde fuera, los dirigentes de las empresas lo juzgaban como a un criminal. Tuvo que meterse en el mundo de las peleas de perros para subsistir.
Nos cuenta Orestes: “ya la niña era nacida y él siempre vivía con el miedo a que lo agarraran . Por eso empezaron con lo de irse del país porque no querían criar a la niña aquí . La primera vez los cogieron y perdieron todo el dinero. El jefe de sector [policía] no le quitaba los ojos de encima, a pesar de que él también cría perros de pelea, es un hijo de puta. Jose andaba como loco buscando hacer dinero, y mi hija también, porque lo que gano yo no es mucho y a esta pobre criatura hay que darle de comer, vestirla, no es nada fácil . Como a los meses, armaron una balsa y se lanzaron así, como locos, sin decir nada. A Olivia la rescataron casi muerta y la niña estaba deshidratada, por un milagro se salvaron, pero de Jose nadie ha sabido nada. Olivia se tiró a morir, no salía de aquí, hasta que la encontré muertecita . Nadie hizo nada. Aquí no vino nadie, ni médico ni nadie. Cuando la trajeron solo le mandaron pastillas para dormirla, a pesar de lo que esa niña pasó en el mar. Después empezaron con el lio de las citaciones y la policía, para llevarla a los tribunales por querer llevarse a la niña en balsa, la sofocaron sin consideración. Eso nadie lo vio, nadie dijo nada, y aquí ya van como tres o cuatro casos en este barrio y nadie hace nada. No quieren entender que la gente no quiere esto”.
“Entré al cuarto y la encontré colgada de la ventana, con un cinto. Fue horrible. Llevaba horas allí. Como la niña dormía con nosotros no nos dimos cuenta hasta por la mañana. Gracias a Dios que no vio nada. Yo no puedo dejar de pensar en eso, siempre que entro al cuarto la veo tirada ahí, y Magali [la esposa de Orestes] solo sabe llorar. Es por la niña que Magali se ha mantenido fuerte pero yo sé que un día de estos la pierdo también. Está muy mal”.
José Alberto, el yerno de Orestes, había perdido el trabajo por robar dos sacos de pienso. Los había sustraído del almacén de la empresa no para revenderlos sino para alimentar a los animales que criaba en su patio para fines de autoconsumo. Como anteriormente había sido advertido por la policía, debido a un intento de salida ilegal del país, los tribunales se ensañaron con su delito de carácter menor y, lejos de pagar una multa, debió pasar un año en la cárcel. Cuando salió de la prisión no encontró empleo en ningún lugar porque, a donde fuera, los dirigentes de las empresas lo juzgaban como a un criminal. Tuvo que meterse en el mundo de las peleas de perros para subsistir.
Nos cuenta Orestes: “ya la niña era nacida y él siempre vivía con el miedo a que lo agarraran . Por eso empezaron con lo de irse del país porque no querían criar a la niña aquí . La primera vez los cogieron y perdieron todo el dinero. El jefe de sector [policía] no le quitaba los ojos de encima, a pesar de que él también cría perros de pelea, es un hijo de puta. Jose andaba como loco buscando hacer dinero, y mi hija también, porque lo que gano yo no es mucho y a esta pobre criatura hay que darle de comer, vestirla, no es nada fácil . Como a los meses, armaron una balsa y se lanzaron así, como locos, sin decir nada. A Olivia la rescataron casi muerta y la niña estaba deshidratada, por un milagro se salvaron, pero de Jose nadie ha sabido nada . Olivia se tiró a morir, no salía de aquí, hasta que la encontré muertecita . Nadie hizo nada. Aquí no vino nadie, ni médico ni nadie. Cuando la trajeron solo le mandaron pastillas para dormirla, a pesar de lo que esa niña pasó en el mar. Después empezaron con el lio de las citaciones y la policía, para llevarla a los tribunales por querer llevarse a la niña en balsa, la sofocaron sin consideración. Eso nadie lo vio, nadie dijo nada, y aquí ya van como tres o cuatro casos en este barrio y nadie hace nada. No quieren entender que la gente no quiere esto”.
Funeral de Dairo Andino Leon, recluta que se quitó la vida
luego de ser devuelto a Cuba por las autoridades de Estados Unidos