¡Vienen los yumas!
Un señor dio vivas a Obama y a Raúl.
Dos floristas se abrazaron. Un mendigo despertó y se volvió a dormir.
¡Vienen los americanos!
Por Víctor Manuel Domínguez | La Habana, Cuba |
¡Vienen los americanos! El arribo al puerto de La Habana del crucero inglés Thomson Dream, desató la imaginación de cientos de cubanos reunidos frente al mar. No importó la bandera del buque. Para muchos muy pronto los yumas con sus dólares desembarcarán por el Muelle de Luz e inundarán la ciudad.
Un señor, quien por la cantidad de cadenas al cuello y su español mezclado con inglés denota ser cubanoamericano de visita en la isla, algo pasado de tragos y entusiasmo, dio vivas a Obama y a Raúl. Dos floristas se abrazaron. Un tamalero elevó su pregón, y un mendigo despertó y se volvió a dormir.
Los diversos piquetes de músicos aficionados que a diario deambulan por la Avenida del Puerto en busca de unas monedas para subsistir, ya piensan incorporar a su sempiterno repertorio de Hasta siempre Comandante, La Guantanamera y el Chan-chan, un intento de jazz teñido con un espurio blues.
Las prostitutas, junto a sus proxenetas, comentan sobre la nueva “hermandad” Cuba-USA, y ya sueñan con elevar las tarifas, diversificar las ofertas de modalidades sexuales, e incluso, montar un prostíbulo legal. “Habrá lana para todos”, dice un vendedor de viagras y píldoras afrodisiacas fin de semana.
Por su parte, los propietarios, buquenques y choferes de autos antiguos que rentan a 40 dólares la hora de un paseo por la capital, calculan elevarlo a 100. El chino coctelero del Asasay ya ve como decenas de yumas visitan su paladar en Viñales, y el jabao que asa pollos sobre carbón en El Bahía, ya no se retirará.
La Guarapona, como siempre, sirve ágil el pollo asado y el congrí a 3. 50 dólares la ración, pero abre la cerveza Cristal a 1.50 con mayor dedicación, pues las propinas, cuando lleguen los americanos, lloverán. Mario, el cocinero, pica con nuevos bríos el tomate y el ají, y Yeni barre con suavidad.
Rolando Brea, el viejo cuidador del vetusto y único baño para las decenas de comensales de los tres quioscos que de espaldas al Cristo de Casa Blanca y de frente al Castillo de la Real Fuerza parecen flotar en el atardecer, entre cubo y cubo de agua extraído del mar, se burla del magro salario de su jubilación.
Niños recogiendo latas y botellas para vender (foto del autor)
Todos viven un momento feliz. Una buena vibra recorre los rostros que contemplan extasiados los cientos de camarotes y el gigantesco porte del Thomson Dream, que deja en su estela de espuma un camino para soñar. A la entrada de la Bahía se confunde con el sol, y pita un inquietante adiós.
Un filósofo trasnochado, entre copa y copa de Cuba libre –más conocido entre los cubanos como “ja ja ja”- dijo al verlo pasar: “Parece como si el oso Misha hiciera entrega de las llaves de la ciudad al Tío Sam”.
Mientras tanto, entre transeúntes, comensales, prostitutas, proxenetas, comunistas, estudiantes, gerentes, religiosos, artistas, vendedores, rateros y mendigos que hacen volar sus sueños sobre la bahía pidiéndole prosperidad al Cristo Redentor y a Yemayá, dos niños recogen latas y botellas para vender.