Once años de populismo kirchnerista
pasan factura a un país con un futuro muy incierto
El «símbolo de la pobreza» en Argentina: las villas 31, en el centro de la ciudad de Buenos Aires
POR JOSEFINA G. STEGMANN / MADRID /
Dicen que los argentinos son exagerados. Vistos desde fuera están, aparentemente, incómodos en el equilibrio, en el término medio. Se dice que hablan mucho, analizan demasiado, que se hacen notar allí donde van, pero sobre todo, que alardean. Tratándose o no de un análisis sarcástico o cargado de ironía, la realidad es que hay algunos motivos que permiten explicar por qué los argentinos sientan un nada disimulado orgullo por la «patria».
Argentina es el octavo país del mundo con nada menos que 2.791.810 kilómetros cuadrados de superficie; cuenta con 43.131.966 millones de habitantes (estimados para 2015), un PIB de 609,9 mil millones de dólares …¿Qué pasa entonces en Argentina? ¿Por qué el orgullo se ve empañado por una realidad reconocida por sus propios ciudadanos que se contradicen y reniegan de un país que consideran no tiene solución? Y es que estos datos se ven oscurecidos por otros que han empujado al país a una situación de emergencia que en 11 años el gobierno «K» (teniendo en cuenta la legislatura de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner) no ha sabido controlar.
Pobreza y desnutrición
Argentina comenzaba el año con una noticia que conmovió al país. Néstor Femenía, un niño de 7 años moría de meningitis tuberculosa. Pero no fue esta la causa real de su muerte. Néstor pesaba solo 20 kilos. Había contraído esta enfermedad porque estaba desnutrido. «Esto tuvo repercusión pública pero cientos de chicos mueren así», asegura Abel Albino, médico y presidente de la Fundación CONIN que lleva desde 1993 combatiendo la desnutrición y la pobreza extrema. «He visto en Mendoza (provincia argentina) chicos dormir en un pozo en la tierra tapados con perros porque no tienen ropa de cama, abrigo, ni techo. Se tapan con sangre caliente», lamenta el reputado médico.
Albino se pregunta cómo un país, que es el sexto del mundo en riqueza y el primero en riqueza en relación a sus habitantes tiene un 30% de pobreza (12 millones de personas en total, de las cuales 3 millones son niños). «Aquí hay que tener voluntad política para hacer las cosas bien, un gobierno patrio que sea realmente argentino y que no venga a servirse sino a servir. Se necesita un pacto de gobernabilidad y políticas que se mantengan en el tiempo aunque cambien los gobiernos. Eso implicaría cloacas, agua corriente, luz eléctrica...dejar de gastar en estupideces como aviones presidenciales o viajes de políticos a costos exorbitantes». El símbolo de la pobreza argentina es el creciente número de villas (chabolas) que crecen de forma vertiginosa en todo el país.
El drama de la inseguridad
De acuerdo con un informe de la ONU (2013-2014) sobre seguridad ciudadana, Argentina es el estado de América Latina con más robos por habitante. En el país se registraron en 2011 973.3 robos por cada 100.000 habitantes superando a países «históricamente» inseguros como Brasil, México o Venezuela. Y ello sin tener en cuenta los robos que no son denunciados por desconfianza en la justicia o por dificultades para notificar estos delitos. El informe aclara, además, que en la región seis de cada diez robos son cometidos con violencia. En Argentina, ha crecido en los últimos años el fenómeno de los «motochorros» (chorro, término coloquial para designar a los ladrones). Los motochorros circulan por las ciudades dispuestos a arrebatar las pertenencias de los viandantes. Suelen ser dos personas que van generalmente armadas. Una se mantiene en el vehículo y la otra se baja, ya sea para asaltar a la gente a la salida de los bancos, romper los cristales de los coches o atacar directamente a la víctima. Pero esto es solo una pequeña muestra del panorama de la inseguridad argentina que incluye: homicidios, delincuencia organizada, extorsión o secuestros. Por este motivo, se ha venido incrementando desde 2001 la construcción de barrios cerrados. Se trata de urbanizaciones con acceso exclusivo a los propietarios, vallas electrificadas y personal de seguridad fuertemente armado.
Narcotráfico
Argentina se convirtió en un «paraíso narco». Desde los años 90 pasó de ser un país de tránsito a un país productor de droga. «Empezaron a funcionar las cocinas donde se rebaja la droga y se acondiciona, tanto para el consumo interno como para la exportación», explica Guilermo Camporini, fiscal de la ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fé, una de las más golpeadas por el narcotráfico. El país se ha convertido en un objetivo interesante para los narcos. «La ubicación geográfica la convierte en un lugar de acceso. Por ejemplo, Rosario es un lugar de paso de las rutas que vienen del norte, donde está Bolivia, por ejemplo, que produce cocaína». A ello se suma, «que se permitió que se asentaran los grupos de narcos porque se produjo un alto grado de corrupción policial. Los controles policiales no funcionaron y los asentamientos se hicieron cada vez mas fuertes», señala Camporini.
«Se permitió que se asentaran los grupos narcos por la corrupción policial»
Rosario fue la ciudad con más número de homicidios por narcotráfico en 2013 y 2014 y allí se dio el curioso fenómeno de los «búnkeres». Se trata de fortificaciones completamente cerradas donde los vendedores de droga, jóvenes de 16 años, se quedaban encerrados 12 horas y solo tenían una especie de buzón por el cual recibían el dinero y entregaban la droga. Camporini asegura que la situación está cambiando ligeramente. «Se tomó conciencia de que se llegó a un punto muy grave que se está tratando de revertir, pero tardaremos mucho tiempo en ver las soluciones», concluye.
Inflación y caída del consumo
La inflación es otro de los temas que más preocupan a los argentinos. La subida de precios se sitúa en el 30 por ciento, aunque los datos de los organismos oficiales, que se ha denunciado que están manipulados, la sitúan en torno al 15 por ciento. ¿Por qué hay tanta inflación? «Hay una emisión de la moneda superior al crecimiento de la economía. El gobierno necesita fondos para financiar su sistema, su modelo «K». Dichos fondos los obtiene ya sea por impuestos, deuda o emisión de moneda (pesos). Cuando se recurre a la emisión de moneda hay mucha circulación de papel y a la vez, no hay más bienes porque la producción está parada. Si la producción no crece y los bienes son los mismos con respecto a una moneda que crece en circulación, estos van a valer cada vez más. De ahí, la inflación. El productor, para resguardarse en un contexto de incertidumbre, sube los precios», explica el economista Federico Etchelecu. Pero, ¿por qué no se produce en la Argentina? «Porque hay poco incentivo a la inversión. Y sobre todo, existe incertidumbre».
«Se cerró el grifo de la financiación y a ello se sumó la inflación y la pérdida de empleo»
La inflación conduce a su vez a que la gente no quiera comprar. «El consumo fue el caballo de batalla de los “K” en la última década. La gente optaba por gastar porque tenía formas de financiación y porque si dejaba el dinero en el banco lo perdía, ya que si tienes una tasa de interés del 20% y una inflación del 30%, al final la tasa real es de -10. Pero la situación cambió. Se cerró el grifo de la financiación y a ello se sumó la inflación y la pérdida de empleo. Todo ello condujo al miedo y el consumo terminó cayendo», explica el economista Lucio Martínez.
Locura por el dólar
«El valor de las importaciones frenadas se sitúa en torno a los 5.300 millones de dólares. Se frenan para mantener las reservas y no perder dólares pero así pisan la actividad económica», señala Martínez. Además, «el gobierno quiere fomentar el consumo de bienes argentinos», añade Etchelecu. Pretenden evitar también que el dólar se dispare porque si así sucediera sería cada vez más caro importar, el peso se depreciaría y se volvería a aumentar la inflación. El gobierno, por lo tanto, le ha puesto trabas a la compra de divisas. Y lo hace porque sabe que en Argentina hay una tradición de «dolarizar» los ahorros. ¿Por qué? Por la incertidumbre, por la inflación, porque no se cree en la moneda, ni en la estabilidad del país. «Por ello, el gobierno manipula el tipo de cambio oficial», explica Etchelecu. Y como el mercado lo sabe, aparece un tipo de cambio paralelo. De ahí surgen las famosas «cuevas» que aluden al lugar donde se hacen estas transacciones ilegales pero normalizadas y de cuyos cambios informan hasta los telediarios.
Desinversión
«Han creado un modelo cortoplacista en todo el sentido de la palabra: solo les interesa comprar votos sin construir a largo plazo. Las partidas de educación o salud están al final. Todo lo que es energía, transporte y lo que impacta en el bolsillo del votante en el día a día es en lo único que invierten». La falta de inversión pública la vivió en sus propias carnes la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner al sufrir un esguince la última semana del año en su residencia de Río Gallegos, en la provincia de Santa Cruz. Fue trasladada al Hospital Regional pero como no funcionaba ni el tomógrafo ni el resonador tuvo que viajar a Buenos Aires.
Pero no solo no se invierte dentro, tampoco llega inversión extranjera. «Aquí sucede todo lo contrario a lo que un inversor quiere. Quiere un marco de certidumbre en las normas, estabilidad en las tasas impositivas, que la inflación no suba, que el tipo de cambio no cambie constantemente. Los inversores no tienen la certeza de lo que va a pasar en una semana», concluye Etchelecu. Los argentinos, tampoco.