«Delia Fiallo, la extraordinaria autora de exitosas
telenovelas, opina sobre las nuevas relaciones USA-CUBA»
Por Delia Fiallo
Siempre tuve la esperanza de que cualquier cambio que hubiera en Cuba en relación con el mundo, fuera producido por su propio pueblo, en un grandioso acto de valor que lo redimiera de la vergonzosa mansedumbre, salvo honrosas excepciones, con que se ha dejado pisotear durante cincuenta y cinco años por la tiranía brutal de los hermanos Castro.
Como cubana disidente que se enfrentó al sistema y fue perseguida, se vio forzada a abandonar su patria, lo perdió todo, tuvo que volver a empezar desde cero en una tierra extraña y durante cuarenta y ocho años arrastra la nostalgia del exilio, me causa un gran dolor que el cambio anhelado salga de un oscuro trámite entre el presidente del país adonde vine en busca de libertad y el dictador del país que abandoné porque no la había, ni tampoco creo que la haya a pesar de los acuerdos que se están tomando entre ambos gobiernos.
Pero bueno, ya Obama se ha colgado en la solapa la medallita de las relaciones diplomáticas con Cuba y parafraseando a Ricardo Montaner, se ha “clavado” en la historia. De paso, al liberar a los espías que habían sido juzgados y encontrado culpables sin alguna duda razonable, hizo buena la promesa de Raúl Castro de que ellos “volverían a Cuba” y para decirlo groseramente, porque no merece otra forma, “se limpió” con la sentencia de los honorables jueces de la Corte Suprema de los Estado Unidos, estableciendo un precedente de irrespeto hacia las leyes de esta nación que, por supuesto, también pasará a la historia.
¿Que importan los miles de ejecutados en los paredones de fusilamiento por el delito de disentir? ¿Ni los cientos de prisioneros de conciencia muertos en las cárceles a bayonetazos, por tortura, por falta de medicamentos? ¿Y los que se echaron al mar en embarcaciones frágiles, en balsas, y se ahogaron o fueron devorados por los tiburones o fallecieron de sed o de hambre? ¿Qué importa la destrucción, el sufrimiento de las separaciones familiares, el horror, la miseria, el odio sembrado entre hermanos, la desesperanza que la revolución socialista desató sobre un país próspero y feliz que estaba a la cabeza de las naciones latinoamericanas?
Ya el presidente Obama restableció las relaciones con Cuba. Aquí no ha pasado nada.
Hace apenas un año descubrieron en Panamá un barco que salió de La Habana cargado con armas de guerra sin declarar con destino a Corea del Norte ¿Qué importa? Vamos a sacar a Cuba de la lista de países que promueven el terrorismo.
¿Qué importa que el presidente Kennedy, demócrata, nos traicionara cuando Playa Girón? ¿Se imaginan cuánto dolor y cuántos muertos nos hubiéramos ahorrado si en el año 1961 aporta a la invasión la ayuda que prometió y desde entonces nuestro país hubiera vuelto a ser libre? ¿Qué importa que después tramitara cobardemente el futuro de Cuba, comprometiéndose con los rusos a que jamás los Estados Unidos rozarían a los Castro ni con el pétalo de una rosa a cambio de que le sacaran los cohetes de la isla? ¿Qué importa que otro presidente demócrata, Bill Clinton, sin tener en cuenta que la madre del niño Elián murió por traerlo a un país libre, ordenara que a punta de rifles lo sacaran del hogar de sus abuelos para ser devuelto a Cuba, donde lo convirtieron en una cacatúa repitiendo consignas como “seremos como el che” y otras sandeces panfletarias? ¿Y qué importa que este mismo presidente demócrata, Clinton, decretara la ley más cruel que existe, la de “pies secos, pies mojados”?
Resulta muy romántico que” los soñadores” , esos catorce millones de inmigrantes ilegales que proceden de lugares donde hay libertad, democracia, derechos humanos y solo por razones económicas se cuelan en este país vadeando ríos, cruzando desiertos, saltando muros o encaramados en el techo del tren “la bestia”, reclamen ser aceptados con la justificación de que “vienen buscando una vida mejor.” Pero al infeliz que afronta todos los peligros por huir del infierno comunista que es Cuba, si no pone el pie en tierra seca, lo devuelven allá, donde será castigado por su intento de escapar.
Tanto así, que hace poco un jovencito de 18 años se ahorcó en la celda donde fue encerrado después que lo “entregaron” cumpliendo la ley de Clinton.
Acabo de enumerar algunas “experiencias” que los cubanos hemos tenido con gobernantes demócratas y ahora se agrega la de Obama, que sumó “la gracia” de ser el primer presidente afroamericano de este país. Ojala no hagan “otra gracia” eligiendo a Hillary como la primera presidenta mujer, porque quien sabe “las sorpresitas” que la señora nos tendrá reservadas. Discúlpenme si ofendo, pero después de las cosas que nos han hecho, para mí el cubano que vote demócrata no tiene vergüenza ni dignidad.
¿Qué importa que en Julio del 1994 cuatro barcos equipados con mangueras de agua a presión embistieran y hundieran al viejo remolcador “13 de Marzo” con 73 personas a bordo, dejando un saldo de 41 muertos de los cuales 10 eran menores de edad? Hace apenas unos días, cuando estaba fresquecito el anuncio de la formalización de relaciones con Cuba, otro barco de la Guardia Costera Cubana embistió a una lanchita en la que trataban de escapar 32 personas, entre ella 7 mujeres y 2 niños y hay un joven desaparecido.
Mujeres valerosas, las Damas de Blanco, insultadas y arrastradas por las calles. Oponentes pacíficos detenidos y sin ser juzgados confinados en celdas inmundas. Dos avionetas sin armas de los Hermanos al Rescate atacadas y derribadas sobre aguas internacionales por Migs de la Fuerza Aérea Cubana, ocasionando la muerte de cuatro jóvenes pilotos que se ofrecían voluntariamente para ayudar a salvar a los balseros perdidos en el mar.
Y todavía recuerdo el grito triunfal con que coronaron la hazaña: “Les partimos los cojones”. Niños inocentes a los que sin escrúpulo les lavan el cerebro para usarlos en sus mentirosas propagandas. Osvaldo Paya y Harold Cepero asesinados en un violento atentado sobre el cual no ha habido ni la más elemental investigación.
¿Qué importa todo el dramático recuento anterior? Sin ninguna concesión o promesa por parte del régimen abusivo y sanguinario de los hermanos Castro, el presidente Obama ha restablecido las relaciones diplomáticas con Cuba comunista. Y aquí no ha pasado nada.
*Delia Fiallo
Delia Fiallo