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General: Alguien que tuvo que salir de Cuba, vuelve y vuelve para quedarse
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: administrador2  (Mensaje original) Enviado: 25/01/2015 15:29
La neurosis de Ulises
Alguien que tuvo que salir de Cuba, vuelve y vuelve para quedarse:
'Regreso a Ítaca', el filme de Laurent Cantet que sigue censurado.
  
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             ROMY SÁNCHEZ | Madrid | Diario de Cuba
A principios de diciembre se estrenó en París la película Regreso a Ítaca(Retour à Ithaque), dirigida por el cineasta francés Laurent Cantet, con guión coescrito por el novelista cubano Leonardo Padura. Tras su huída de Cuba a fines de los 90, y habiendo vivido 16 años en España, Amadeo, un escritor cuyo exilio fracasó, regresa por primera vez a la isla natal y se reúne con sus amigos en una azotea frente al Malecón. Ahí están todos sus comparsas, con cincuenta años bien cumplidos, sonrisas cansadas y miradas humedecidas con lágrimas, pero con los mismos chistes de siempre, rememorando vivencias de tiempos que ya no son pero que jamás pueden olvidarse.
 
Al reencontrarse con sus raíces, con sus socios y con su ciudad que sigue destrozándose, Amadeo tropieza sin sorpresas con fantasmas del pasado y con muertos en los closets. Y allí, en un huis clos al aire libre, los cinco que se no se fueron y que lo acogen bajo las estrellas, se encargan de recordarle parte de lo que él preferiría silenciar. A lo largo de toda una noche durante la cual no paran de hablar, riendo, bailando, gritando y llorando, cada quien saca trapos sucios, angustias, recuerdos y secretos.
 
Surgen el pintor fracasado destruído por el régimen y por el alcohol; la médico de belleza marchita cuyos hijos se fueron "pa' la Yuma"; el burócrata corrupto que llega con féferes y bebidas "de afuera"; el negro ingeniero que ha acabado reparando acumuladores y cerrando los ojos ante las ansias de su único hijo que "se quiere pirar": un caleidoscopio de la Cuba de hoy. Todos los actores —en particular Isabel Santos y Jorge Perugorría— parecen desempeñar su propio papel al mismo tiempo que el que interpretan: están envejecidos y sonrientes sin lograr enmascarar la contradicción y la depresión que enmarcan sus vidas.
 
A pesar de algunas incursiones en un folklore popular ya agotado —los chillidos del puerco que matan en la azotea vecina, la mulata tarrúa de los bajos gritándole al querindango, la negra vieja representada casi como heredera de la esclavitud que los reúne y los apacigua a todos con su cazuela de frijoles negros— la película se queda en ese ambivalente punto medio entre la carcajada que provoca la sabrosura cubana y las ganas de llorar que se atraviesan en la garganta cuando se juntan en la memoria rencor y amargura.
 
En estas últimas semanas se ha hablado mucho de Cuba, de los cambios, de las permanencias, del futuro, del pasado, de lo que nunca pasó y de lo que a lo mejor pasará. Dicen algunos que allí donde entra la luz salen las cucarachas. O los dólares de las inversiones. ¿Quién sabe? Otros reactualizan la agotada imagen de la isla bella en su extremo cansancio, mirando hacia adelante a pesar de no tener con qué comprarse un par de gafas.
 
Como los personajes de Retour à Ithaque, Cuba está agotada, exangüe: no sin ideas, no sin belleza o sin impulso, pero extremadamente cansada. No todo el mundo está deprimido y sin ilusiones en esa isla que no está tan congelada en el pasado como se pretende. Pero no se perciben por parte alguna las voces de quienes logran contra viento y marea vencer ese cansancio. O no se dejan oír cuando los cubren deliberadamente con ruido, calumnia e ideología.
 
¿Será la juventud de Cuba reductible al hijo del ingeniero negro, que solo quiere el pulóver Lacoste que le trajeron de Europa y sueña con "pirarse pá La Yuma" a lo que de lugar? ¿Y los demás, tantísimos que quieren quedarse y hacer cosas en su país? Solo se escuchan las voces nostálgicas y deprimidas, o los gritos amargos procedentes de la Calle Ocho de Little Havana en Miami.  O los discursos de los que dirigen en todas partes. Sin olvidar los apetitos de quienes quieren invertir.
 
Son demasiados los artículos acerca de habanos y "almendrones": cosas viejas, cosas de viejos. Cuba sufre desde hace años-luz de depresión crónica. Que no se vuelva Alzheimer y que su juventud no padezca de temprana demencia senil, es lo que hay que desear a toda costa.
 
Regreso a Ítaca no ha recibido autorización para ser difundida en Cuba y la vetaron en el reciente 26 Festival de Cine de La Habana,  pese a haber estado inicialmente programada. Marcha atrás. Se dice que hay gestiones en curso para salvar el anatema. ¿Le pasará a la película lo mismo que a Fresa y Chocolate en su tiempo? Sería un pretexto excelente del Gobierno para proclamar que en Cuba no hay censura y mucho menos autocensura.
 
Al final de este filme sin epílogo, al amanecer después de la larga noche, Amadeo pone el dedo en la llaga cuando proclama que no volverá a España, que vino para quedarse "porque este es mi país". No es aventurado imaginar que es esta la idea subversiva que han querido matar los comisarios cubanos:  Cuba es de todos los cubanos, vivan donde vivan.
 
Cualquiera que sea el destino de esta película en la Isla o fuera de ella, su historia es la de muchísimos cubanos. Ojalá y no se transforme en el cuento de aquel viejo chocho al que nadie escucha porque se repite y babea. Hay que seguir contando esa historia, mejorándola, cambiándola. Hay tantas versiones como hay individuos. Como La Odisea.
 
La leyenda dice que Ulises murió de la mano de su propio hijo, quien lo hirió sin querer mientras ambos defendían a Ítaca atacada por extranjeros. ¿A qué es a lo que más tiene que temer la Cuba del mañana, al peligro exterior o al interior? ¿A los de afuera —tanto "invasores inversores" extranjeros como rencorosos emigrados— o al abismo generacional?
 
'Regreso a Ítaca'





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