La última batalla del dictador Fidel
Su objetivo estratégico: ralentizar los eventuales avances en las negociaciones con EEUU.
Fidel Castro ha vivido de batalla en batalla. No imagina otra forma de vida. Así lo deja escrito en su última "reflexión".
Hoy todo el mundo se pregunta porqué no ha salido a la luz pública ningún encuentro suyo con los agentes cubanos liberados por EEUU, al tiempo que se observa, con asombro, la forma distante en que trató los arreglos entre los presidentes Barack Obama y Raúl Castro para la normalización de relaciones entre Cuba y EEUU.
Como los gobernantes cubanos están mal acostumbrados a no informar adecuadamente al pueblo de los acontecimientos que afectan a la nación y que ellos consideran solo de su incumbencia, la gente se ha acostumbrado a buscar sus propias explicaciones.
Dos son las más comunes entre muchos cubanos con los que he conversado sobre esas actitudes del expresidente.
Una es que al parecer él puede no estar compartiendo la forma en que se han manejado las negociaciones con EEUU.
De acuerdo con sus posiciones históricas, cualquier acuerdo con el poderoso vecino solo podría tener lugar luego del levantamiento total e incondicional del bloqueo/embargo y los agentes cubanos no deberían haberse canjeado por un "traidor", sino ser liberados incondicionalmente por EEUU, gracias a la campaña internacional por él desatada.
Según esta explicación, en el fondo estarían no solo las discrepancias suyas con las políticas "raulistas" de buscar un entendimiento con EEUU y la comunidad internacional, sino también, en el orden interno, sus desacuerdos con permitir un espacio mayor a las formas "no estatales de producción" que él calificó anteriormente como "mal necesario", específicamente el trabajo por cuenta propia y el cooperativismo.
La otra idea más difundida es que Fidel y Raúl Castro siguen el guión del policía bueno y el policía malo. Según esa versión, las actitudes presentes del mayor de los Castro serían parte de una componenda destinada a justificar el paso de tortuga en la "actualización" y en relación con los cambios en política internacional que demanda el mundo en la era post-soviética.
Todo sería una maniobra para dar tiempo a que llegue el momento de la salida del Gobierno del menor de los Castro sin haber hecho cambios sustanciales en el modelo político-económico de socialismo de Estado y dejar la responsabilidad de los hechos posteriores a quienes vengan detrás.
Así, podrían afirmar de cara a la historia: "mientras nosotros estuvimos, la revolución se mantuvo en pie sin hacer concesiones, sin retroceder un milímetro, sin ir atrás ni para coger impulso".
En cualquier caso, sería la última batalla de Fidel Castro por tratar de preservar, mientras viva, el sistema político-económico forjado durante los años en que se mantuvo al frente de los destinos de Cuba, tratando de obstaculizar la democratización política y la socialización económica que demanda el país y que los socialistas democráticos y otras fuerzas vienen exigiendo.
Sea una o la otra hipótesis, o una tercera, lo cierto es que las ultimas expresiones públicas del expresidente sugieren su indisposición con los últimos acontecimientos en las relaciones entre Cuba y EEUU. Si bien ya no ocupa la presidencia, sabemos que aún se le ve como guía espiritual del Partido y parte de la sociedad.
Por lo que, en todo caso, se trataría de un manejo publicitario de la influencia de Fidel Castro para tratar de neutralizar la buena acogida popular a la "normalización", y ralentizar sus avances y previsibles consecuencias al interior del país. Aunque por sí solos esos movimientos no implicarán cambios directos en el sistema político, sí estarían creando condiciones para que se produjeran en un futuro, más temprano que tarde.