Los "amigos de Cuba" están en shock
La concomitancia de estos grupos a lo largo de los años con el pensamiento revolucionario (en su sentido castrista)
hace posible ahora la cristalización de tendencias políticas que buscan hacer algo por el estilo en países como España
Pablo Iglesias, cabeza de lista de Podemos a las Elecciones Europeas
Las organizaciones en países extranjeros que se dedican a la defensa del sistema cubano (aquellos que se autodefinen como "amigos de Cuba") parecen estar en estado de shock después de los cambios que se aproximan en Cuba con la mejoría de las relaciones económicas con Estados Unidos. Unos cambios que implican una posible mayor inserción de la Isla en la economía capitalista global y progresivamente una menor implicación de La Habana en los ataques al "imperialismo".
El hecho de que desde La Habana haya cada vez más voces a favor del restablecimiento de esos puentes comerciales (otra cosa es la resistencia en el terreno de los Derechos Humanos) forzosamente debería generar algún tipo de fisura entre aquellos que, desde el exterior, aplaudían hasta este momento al régimen por mantenerse alejado de los trasiegos del capitalismo global. El "antiimperialismo" era la gasolina que mantenía vivo ese maridaje incondicional. ¿Seguirá vivo ese enlace mientras el régimen busca inversores capitalistas para hacer negocios en la Isla?
Esos grupos de apoyo a la Revolución se refugian, de momento, en la idea de que la política de Barack Obama representa una claudicación de Estados Unidos en la necesidad de un cambio de régimen en la Isla. Un pensamiento que contradice la verdadera voluntad del Gobierno norteamericano, que busca, con otra estrategia, el fin de un sistema que cercena las libertades individuales y que limita la posibilidad de progreso de una sociedad estancada en múltiples aspectos.
Venezuela es ahora el reducto que les queda a esas organizaciones para poder canalizar toda su animadversión contra Estados Unidos, país al que algunos colectivos demonizan de forma sistemática. El apoyo al Gobierno de Nicolás Maduro, que ha cogido el relevo en la actitud de confrontación permanente con Estados Unidos, se hace evidente en asociaciones y plataformas ciudadanas en España que coquetean abiertamente con la idea de revoluciones patrioteras y que pasan por alto la libertad ideológica de los individuos.
La concomitancia de estos grupos a lo largo de los años con el pensamiento revolucionario (en su sentido castrista) hace posible ahora la cristalización de tendencias políticas que buscan hacer algo por el estilo en países como España. Por eso no ha sido una sorpresa que el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, haya declarado recientemente que lo que pasa en Grecia, con Syriza, y en España con Podemos es "el chavismo que está dando la vuelta al mundo" y que llegará "tarde o temprano" a esos países.
Todas esas organizaciones en Europa han hecho un trabajo de hormiga en el adoctrinamiento popular, mediante un activismo constante a favor de regímenes como el cubano. Y es por eso que cualquier persona, en lugares como Madrid o Barcelona, se han acostumbrado a ver como normal en su paisaje cotidiano elementos de propaganda que hacen apología de sistemas que violan Derechos Humanos fundamentales.
A este adoctrinamiento light, disfrazado de activismo social, no ha habido un contrapeso de pedagogía ciudadana que afianzara valores como la libertad de expresión, de pensamiento o ideología. Tampoco se ha impulsado el respeto a la pluralidad política porque los partidos políticos fácilmente caen en el irrespeto en la batalla contra sus oponentes. Pero precisamente en democracia el respeto hacia el personaje antagónico debe preservarse y evitar el peligro de que un solo partido pueda imaginar que él es la única opción válida para llevar las riendas de un gobierno.