En una sociedad que sobrevive por la trampa, la pillería y el alejarse todo lo posible del
Estado, los agentes del orden no son la excepción. Son los primeros a la hora de buscarse “lo suyo”
Y llegó la policía, sí señor, y todo quedó en silencio
Frank Correa | La Habana, Cuba |  La televisión nacional repitió recientemente, la escena donde Fidel Castro celebraba los 60 años de su ingreso a la Universidad y decía: ¨Esta Revolución no la destruye nadie… solo nosotros mismos…¨.
En la 5ta Avenida, hace poco, un bicicletero llamado Richard fue golpeado por un turista distraído que salía del Club Habana, frente a una garita de las que custodian Punto Cero (residencia de la familia Castro-Soto del Valle) . El golpe no fue grande, pero Richard se las ingenió para dimensionarlo, rodando aparatosamente por el pavimento. Al incorporarse fingió sentirse mal y el policía de la garita acudió a la escena:
–¡A ver… póngase de acuerdo…! ¡O tendré que llevarlos para la estación…!
El extranjero se acercó a Richard y se disculpó. Preguntó cuánto quería por perdonar su desliz y Richard contestó: ¡Cuarenta! Le dio dos billetes de 20 dólares y se marchó rápido, quizás sabiendo de la alquimia que encerraba el enclave donde ocurrieron los hechos.
Con el alivio de los billetes en la mano, que tanta falta le hacían, Richard se repuso del golpe y del susto, pero fue rápidamente abordado por el policía, que le dijo:
–¡Dame lo mío!
Richard quedó confundido, y molesto. Le entregó un billete de veinte y ahora dice que no quiere acordarse de aquello, por el dolor en el alma que le produjo. Para consolarlo, su vecino Ñico le cuenta de una extorsión mayor que sucede todas las mañanas en el punto de venta de carne de puerco, donde un auto presuntamente de inspectores estatales, se detiene un momento a recoger una carga. ¨Tienen al dueño del negocio asfixiado. Al parecer le saben algo¨.
Julio Antonio Rojas, residente de La Lisa, publicó hace poco una noticia en Primavera Digital, sobre un cuentapropista de su barrio que, cansado de la extorsión de que era víctima por el Jefe de Sector de su barrio, salió a la calle gritándolo a los cuatro vientos. El policía salió tras él con el arma amenazándolo. Muchos ciudadanos comenzaron a protestar y lo enfrentaron. Tuvieron que acudir sus compañeros en un patrullero a sacarlo, abucheado por la gente.
Miguel García, natural de Bayate y vendedor ambulante de confituras, cuenta del perjuicio conque fue torturado durante meses por los policías del paradero de Playa, que lo esperaban una vez por semana a que bajara del P-4, para decomisarle la mochila cargada de caramelos, galleticas, chupa-chups, bombones, chocolates… comprados en La Habana Vieja y que revendía por las calles de Santa Fe.
¨Yo pensé que era mala suerte, pero luego supe por uno de ellos, que en la estación había una lista con la fecha de cumpleaños de los hijos y los nietos, ese día se apostaban a esperarme en la parada, para asegurar la confitura del acontecimiento. Como no tengo dirección de La Habana, ni licencia de vendedor, soy un ilegal y pueden deportarme para Bayate con una multa, por eso no me resistía y los dejaban que hicieran el pan conmigo¨.
Le pregunté por qué no cambiaba la ruta y los esquivaba. Me contestó que lo intentó varias veces pero fue inútil. ¨La policía trabaja en sincronía. Se comunicaban por radio¨.

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