Las fiestas de la dinastía y los recuerdos
Millones de cubanos viven en la miseria, pero unos pocos festejan en grande.
Paris Hilton, Naomi Campbell y Fidel Castro Jr, de fiesta en La Habana.
Las fotos lo revelan: una fiesta, la modelo inglesa Naomi Campbell, la relacionista pública, estrella de televisión y modelo Paris Hilton —perteneciente a la familia otrora dueña del hotel Habana Hilton, hoy Habana Libre—, el hijo mayor de Fidel Castro, la participación de esa dinastía cubana…
Estas celebraciones y junteras no dejan de ser curiosas, pero de ninguna manera asombran. Con el anuncio de normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, han llegado a la Isla otros visitantes no menos famosos: el ex secretario general de la ONU y Premio Nobel por la Paz Kofi Annan, el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero.
Se sabe que los hijos y nietos de la clase presidencial cubana han estado celebrando toda su vida en sus innumerables casas, en sus viajes al extranjero, en todas las gratitudes a las que creen tener derecho desde su nacimiento en cuna de oro.
Son famosas las fiestas de El Laguito, barrio de casas confiscadas con la revolución donde se realizan fabulosos banquetes que servirían para alimentar a los desposeídos que habitan en cuchitriles de zonas marginales de Centro Habana y Habana Vieja, a muchos de los mendigos que se apostan a todo lo largo de los dos bulevares, el de la calle San Rafael y el de la calle Obispo.
Un escritor contaba cómo en una esas fiestecitas había visto al exministro de Relaciones Exteriores Felipe Pérez Roque y al exvicepresidente Carlos Lage atiborrarse de comida y bromear. Son banquetes en los que no se escatiman gastos en grandes cantidades de frutas, carnes, dulces y bebidas. ¿Y quienes se dan estos lujos? Ellos pueden hacerlo. No piden permiso, ni siquiera sienten remordimientos.
Millones de familias cubanas han nacido en medio de inmensas vicisitudes que aún siguen atravesando. Durante del Período Especial, en los años 90, muchos carecían incluso de jabón. Por la calle se vendían unos extraños jabones fabricados con estillas jabonosas: dentro tenían un pedazo de madera. Se vendían unos supuestos panes con bistec que eran frazadas de limpiar el piso empanadas y fritas. Hubo personas que murieron por comer unas frituras que en vez de harina, estaban cocinadas con abono. Y para qué hablar de los prolongados apagones que durante horas detenían al país entero.
En la actualidad se incrementan las diferencias, muchos han sufrido el derrumbe de sus viviendas por no poder afrontar gastos de reparación, y se encuentran albergados por períodos que van de los 15 y a los 20 años. Otros viven en condiciones de hacinamiento, en casas remendadas y sin condiciones higiénicas. Residentes de otras provincias emigran a la capital y arman sus casas de llega y pon, buscando un supuesto desarrollo.
Las ilegalidades crecen, la prostitución engorda sus filas, y los derechos ciudadanos se tergiversan o se obvian.
Sin embargo, para esta clase privilegiada del árbol genealógico presidencial, da lo mismo que sea socialismo, capitalismo, o incluso feudalismo. Seguirán siendo los que decidan con sus varitas de oro y sus alianzas a conveniencia.