Confidentes de Obama cuentan cómo se logró el deshielo con Cuba
- El proceso de 18 meses fue tan secreto que al principio ni lo sabían los jefes de la diplomacia entre ambos países, revelan una docena de asesores del presidente
La iniciativa que puso fin en diciembre a medio siglo de distanciamiento entre Estados Unidos y Cuba ha sido presentada como el fruto de 18 meses de diplomacia secreta pero en realidad hubo un camino más largo y cauto por parte del presidente Barack Obama y expertos en Cuba para forjar el reencuentro.
La agencia Reuters, en más de una docena de entrevistas con personas con conocimiento directo del proceso, descubrió también nuevos detalles sobre el inicio de las conversaciones y cómo se estancaron a finales de 2013, en sesiones secretas celebradas en Canadá.
Altos funcionarios de la administración Obama y otros revelaron cómo los dos países marginaron a sus equipos de política exterior y cómo Obama buscó la bendición del Vaticano para apaciguar a quienes se oponían
Pero la intermitente forma en que se desarrolló el contacto, con gran desconfianza por ambas partes, ilustra también los obstáculos que enfrentan aún Washington y La Habana para lograr un acuerdo permanente.
Obama no ha sido el primer presidente demócrata que se acerca a Cuba, pero su intento se benefició -de manera cuidadosamente estudiada- de un cambio generacional entre los cubanoamericanos que redujo mucho los riesgos políticos.
En un discurso en mayo de 2008
Ante la conservadora Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) en Miami, Obama presentó una nueva política que permitiría más viajes y remesas a Cuba, aunque agregó que mantendría el embargo en vigor.
“Obama comprendió que los cambios de política que estaba proponiendo en 2008 eran populares entre la comunidad cubanoamericana, así que no estaba asumiendo un riesgo electoral real”, dijo Dan Restrepo, principal asesor de Obama sobre América Latina en aquel entonces.
Seis meses después, Obama obtuvo el 35 por ciento de los votos cubanoamericanos, una cifra inesperadamente alta, que se elevó al 48 por ciento en 2012, un récord para un demócrata.
Una vez superada su última elección, Obama instruyó a sus asesores en diciembre de 2012 para hacer de Cuba una prioridad y “ver hasta dónde podíamos llegar”, recuerda Ben Rhodes, un asesor de Seguridad Nacional que tuvo un destacado papel en la modelación de la política con Cuba.
Una visita a Miami a principios de 2013 del máximo asesor de Obama sobre Latinoamérica, Ricardo Zúñiga, allanó más el camino.. Como joven especialista del Departamento de Estado él había contribuido en 2001 a un Estimado de Inteligencia Nacional que, según otro ex alto funcionario que participó, fue la primera evaluqación interna en concluir que el embargo contra el gobierno de Cuba había fracasado.
Sus reuniones con un representante de la anticastrista FNCA y con jóvenes cubanoamericanos ayudaron, según un testigo, a confirmar la influencia cada vez menor de los exiliados cubanos más veteranos, tradicionalmente favorables al embargo.
La Casa Blanca propuso reuniones extraoficiales discretas con los cubanos en abril de 2013, tras saber que La Habana sería receptiva, señalaron altos funcionarios estadounidenses.
Obama dejó al margen en un primer momento al Departamento de Estado, preocupado en parte por “intereses particulares” que buscan perpetuar un estado de confrontación, según un ex alto funcionario de Estados Unidos.
El secretario de Estado, John Kerry, solo fue informado de las conversaciones cuando pareció que podrían ser fructíferas, señalaron los funcionarios.
Raúl Castro, también actuó en secreto
Josefina Vidal, jefa de asuntos estadounidenses en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, fue igualmente dejada de lado, según dos estadounidenses cercanos al proceso. Vidal no pudo ser contactada para comentar la información.
Las reuniones empezaron en junio de 2013 con las típicas quejas cubanas al embargo y otros perjuicios. Rhodes usó su relativa juventud para contraatacar.
Parte del asunto era ‘Mira, ni siquiera había nacido cuando entró en vigor esta política (…) Queremos oír y hablar sobre el futuro’”, dijo Rhodes, de 37 años.
No obstante, la estrategia de Obama se vio complicada por una persona en particular: Alan Phillip Gross.
El Gobierno de Estados Unidos había enviado a Gross, un contratista de USAID, en arriesgadas misiones para entregar equipos de comunicaciones a la comunidad judía de Cuba. Su arresto en diciembre de 2009 dejó en suspenso el plan de “nuevo comienzo” de Obama con Cuba.
Las conversaciones secretas casi fracasan por la exigencia de La Habana de que Obama intercambiara a Gross por tres espías cubanos presos en Miami y considerados héroes en La Habana.
Obama rechazó un intercambio directo, porque Washington rechazaba que Gross fuera un espía, y la diplomacia encubierta encalló a fines de 2013.
Incluso aunque Obama y Castro se saludaron en Johannesburgo tras la muerte del ex presidente sudafricano Nelson Mandela, la situación no parecía muy esperanzadora.
“Los cubanos estaban atrincherados (…) Y nos quedamos atascados en eso”, dijo Rhodes.
Rhodes y Zúñiga pasaron más de 70 horas negociando con los cubanos, sobre todo en unas instalaciones del Gobierno de Canadá en Ottawa.
A fines de la primavera de 2014, amigos y familiares de Gross se alarmaron por su estado físico y psicológico. La Casa Blanca y Cuba sabían que, si moría en la cárcel, la restauración de las relaciones quedaría para otra generación.
Además, la madre de Gross, Evelyn, estaba muriendo de cáncer de pulmón, por lo que el Gobierno de Estados Unidos y su equipo legal intentaron convencer a los cubanos de que le dieran un permiso para verla, algo que no lograron.
Scott Gilbert, el abogado de Gross, trabajó con la administración Obama, pero planteando la urgencia del caso.
Obama sopesó otras opciones, entre ellas hacer que los espías se dceclararan culpables y condenarlos al tiempo ya cumplido.
No obstante, en enero de 2014 hubo un cambio en una reunión en Toronto. Los estadounidenses propusieron -para sorpresa de Cuba- incluir en el acuerdo a Rolando Sarraff, un espía de Washington encarcelado en Cuba desde 1995, señalaron participantes de Estados Unidos.
La Casa Blanca podría hablar así de un auténtico “intercambio de espías”, logrando cobertura política. Pero se necesitaron 11 meses más para sellar el acuerdo.
Castro no accedió de forma inmediata a entregar a Sarraff, un criptógrafo que, según Washington, ayudó a descubrir redes de espionaje cubano en Estados Unidos.
Además, Obama, afectado por las críticas tras un intercambio de cinco talibanes por el sargento Bowe Bergdahl en mayo de 2014, temía más reacciones en contra, según personas próximas a la situación.
Se manejaron otras opciones, pero según Gilbert, el abogado de Gross, en abril de 2014 quedó claro que desde el Gobierno de Obama se apoyaría la conmutación total de las sentencias de los presos cubanos.
La última pieza del rompecabezas se colocó en una reunión en la Casa Blanca en febrero de 2014 con varios legisladores, entre ellos los senadores demócratas Patrick Leahy y Dick Durbin.
Durbin dijo en una entrevista que “propuse la posibilidad de usar al Vaticano y al Papa como intermediarios”.
El Papa Francisco
El papa argentino aportaría la influencia moral de la Iglesia Católica y su estatus como primer pontífice latinoamericano. También brindaría protección ante duros críticos como el senador cubanoamericano Robert Menendez.
Leahy persuadió a dos cardenales para que pidieran a Francisco que abordara el asunto de Cuba y los presos cuando se reuniera con Obama en marzo. El Papa lo hizo y después escribió cartas personales a Obama y Castro.
El acuerdo fue finalizado en octubre en Roma, donde los equipos de Estados Unidos y Cuba se reunieron por separado con funcionarios vaticanos, y luego todos juntos.
Rhodes y Zúñiga se citaron con los cubanos de nuevo en diciembre para ultimar la logística de los anuncios del día 17 de ese mes sobre la liberación de presos, el suavizamiento de las sanciones, las normalización de las relaciones entre los dos países y la liberación de 53 presos políticos en Cuba.
Gilbert iba a bordo del avión que traería a Gross de regreso a casa. Tras aterrizar en un aeródromo militar, se encontró con los oficiales que habían estado a cargo de Gross durante cinco años. “Muchos de nosotros, de uno y otro lado, teníamos lágrimas en los ojos” asegura.
Castro y Obama se verán cara a cara en abril en la Cumbre de las Américas de Panamá. Los asesores de Obama incluso se atreven a imaginar a Obama como el primer presidente estadounidense que visita Cuba desde Calvin Coolidge en 1928.
“Estamos en un territorio nuevo”, dijo Rhodes.