Venecia y el origen de la bandera y el escudo cubano
La bandera cubana fue enarbolada por vez primera el 11 de abril del 1850, en Cárdenas, Matanzas.
Por José Antonio Soto/ Especial para El Nuevo Herald Lo que he visto en Venecia me ha puesto a pensar otra vez en Cuba. Y no me refiero a las góndolas, el romance de islas y el sinnúmero de globos terráqueos donde aparece la “Isola di Cuba” con bordes dentados y proporciones grotescas. Pintada sobre enormes bolas giratorias y amarillentas, que van desde el siglo XV al XIX, se halla la silueta encantada de la Perla de las Antillas.
Unos pasos más y desperté de la hipnosis por imágenes que ocurren en los museos cuando los viajeros incansables quieren llevárselo todo en la memoria. Detalles arquitectónicos y colores muy familiares acariciaron mi retina. Me pareció ver incrustada en Venecia la bandera de José Martí.
¿De dónde Don Miguel Teurbe Tolón y Narciso López de Urriola tomaron sus ideas inspiradoras sobre la bandera y el escudo nacional de Cuba? No hay nada claro. Mucho menos sobre qué pensaban o qué patrones usaron para generar la creación de lo que serían los símbolos patrios de una nación en gesta. Se asegura que las indicaciones de Narciso López fueron claves. Para el creador Don Miguel y para su Emilia Teurbe Tolón, fue la oportunidad de presentar a los independentistas cubanos la bandera tricolor, cosida en sedas, y el escudo heráldico de la república por ser.
¿Qué había en la mente del señor Teurbe Tolón cuando pintó la bandera de la estrella solitaria? ¿Por qué un escudo con gorro frigio justo en el caluroso Caribe? ¿De dónde el color rojo, tres franjas azul turquí y dos franjas blancas? ¿Cuál sería la razón para el diseño de las fasces, y hasta la forma misma de los sellos distintivos de la república soñada? Nadie podría acertar sobre cuál era su proceso mental, sus fantasías creadoras y sus visiones de entonces. Respecto a los símbolos patrios, frecuentemente se invoca la masonería, sus rituales secretos y los objetos ligados a su historia milenaria. Claro que no sin razón. Muchos de los próceres entonces eran hermanos masones. Pero hay algo en los techos, en los pasillos, sobre los marcos de las puertas y en las galerías suntuosas del Palacio Ducal de Venecia que me recuerdan mi patria cubana.
Quizás todo sea solo un sueño de una tarde de verano; sin embargo, una foto tomada por pura trivialidad turística puede haber abierto sin querer una nueva línea de investigación histórica. Hay algo en el escudo de mi foto que pudo haber tocado la inspiración original de la enseña nacional de la República de Cuba. La forma del escudo criollo bien pudo surgir de un modelo archiconocido como el que adorna la “scala dei giganti” (escalera de los gigantes) del Palacio Ducal de Venecia. No creo que todo es simplemente una secuencia increíble de coincidencias, casi exactas. Lo dudo y las razones son múltiples. Como tampoco es coincidencia que la bandera de la República de Filipinas fuera inspirada en las luchas de los cubanos contra el dominio colonial español.
Algo que no puede escapar a un explorador son los símbolos en el espacio que se toma prestado. Cada viaje puede ser un transporte en el tiempo, incluso en el de los meridianos modernos. La Scala d’Oro (escalera del oro) del Palacio Ducal veneciano es uno de esos accesos que deja el tiempo fundido en la memoria. Se trata de una escalera erigida para impresionar a emperadores y clérigos de abolengo. Una vía para dejar a embajadores y mensajeros ascender petrificados hasta el duque reinante. Un estamento en cada escalón. El nicho vertical todavía hoy anuncia riqueza y poder con sus techos labrados y pintados con óleos exquisitos y polvo de oro. Allí, sobre un arco angular se alza sobre el umbral el escudo del duque Lorenzo Priuli (dato confirmado por el señor Piero Lucchi, de la Fundación del Museo Correr de Venecia). El símil es inevitable: un semicírculo rojo hacia arriba descansa sobre tres franjas de color azul turquí y tres franjas blancas que forman un óvalo perfecto. Un gorro frigio, el rojo Ducal, corona el lacrado de los Priuli (1556 - 1559).
SOBRE EL ESCUDO
¿Por qué un gorro frigio en el armado nacional? ¿De dónde se tomó tanta elegancia y gallardía para el escudo de una patria que no había nacido aún? De seguro no copiarían las insignias enemigas. Don Miguel Teurbe Tolón y de la Guardia (1820 - 1857) era oriundo de Matanzas, también conocida como la Venecia de las Américas. El luchador Narciso López, quien estuvo involucrado en la creación de la bandera y el escudo nacional cubano, era venezolano. Se ha documentado que López luchó contra el libertador Simón Bolivar y luego contra el colonialismo español en Cuba. Se asegura también que el origen etimológico de Venezuela es Venezia, o “Veneziola” (la pequeña Venecia) tal y como se figurara el navegante italiano Américo Vespucio cuando vio cómo vivían los aborígenes sudamericanos en casuchas armadas sobre pilotes en el mar, todo lo cual se dice, le recordó las islas del Gran Canal.
Como la antigua república marinera, Cuba quizás tendría un escudo heráldico que la representaría. Un sello distintivo del poder de la nación unida. Sería el símbolo oficial del país en cualquier foro, podio o arena. Un escudo que sería la imagen y síntesis del honor conquistado. El gorro frigio, tantas veces visto y usado en el Palazzo Ducale, significa el liderazgo sobre el pueblo. Hechos de grueso terciopelo para amansar la fría niebla véneta y de indiscutible herencia bizantina, el gorro se aprecia sobre escudos, pinturas, monedas, estatuas y hasta los relieves de la Biblioteca Marciana, todo lo cual forma parte del hermoso patrimonio veneciano.
El gorro frigio es de origen turco y sirve de tope a la estatua a la República de Cuba, que se encuentra en las sombras del Capitolio Nacional de La Habana. Labrada en bronce, la Atenas criolla nació también en Italia, donde se modeló a partir de dos lindas cubanas: Lily Valty y Elena de Cárdenas y Echarte. El gorrito colorido es una suerte de corona modernísima, tibia, práctica y distintiva del liderazgo, colocado con gracia sobre las fasces o haz de lictores en los escudos del Palacio Ducal y el mutado Palacio Presidencial de La Habana. Se trata de un manojo de varas atadas como símbolo del poder unido de la nación. De origen etrusco y romano, el haz de lictores es sin dudas parte de la influencia italiana en la antillana.
Cuba sería una república “de todos y para el bien de todos”. Muy probablemente inspirada en el modelo alternativo e independiente de Venecia. La similitud geográfica, aunque distante del archipiélago cubano, es una teoría tan conspirativa como aceptable. El azul turquí parece converger también en la “laguna” del Mar Adriático. La región del Véneto fue asediada por los turcos quienes por tradición asociaron su gentilicio (turquí) al tono de color azul presente en el escudo de los Priuli, la bandera mambisa y el escudo cubano. Venecia fue además quien nos enseñó a separar el clero del Estado, y a usar la constitución como un enorme igualador social. Ambas naciones se sumergieron en la profunda virtud del comercio marítimo. Venecia, literalmente, se casó con el mar y Cuba, al menos, disfrutó un noviazgo de centurias.
CÁNONES Y COLORES La “Serenísima República de Venecia” duró mil años, hasta que fuera extinta por un dictador extemporáneo, Napoleón. El sueño de los forjadores de la República de Cuba era basado justamente en una Asamblea Constituyente, en un debate infinito y acalorado de ideas diversas, en un parlamento que parlara. Se dice que hacia 1849, el independentista italiano Giuseppe Garibaldi, mantenía estrechas relaciones políticas con Narciso López, pero se distanciaban por las ideas anexionistas del segundo.
Esto y mucho más debió influir en la creación de la bandera y el escudo de conspiradores como López y los Teurbe Tolón. Don Miguel aprendió no solo el italiano, sino historia y filosofía. La influencia es más que posible, aunque se sepa que la mayoría de banderas nacionales en el mundo usen el azul y el rojo como sus tintes más comunes. La inspiración moral a partir de los parlamentos itálicos es también muy probable. El libertador Garibaldi llegó a La Habana en 1850 a bordo del vapor Georgia. Sobre él escribió Martí: “...Un corazón existe en Europa basto y ardiente en que hay lugar para todo dolor y goce humano y eco a todo acto heroico y generoso... Garibaldi...” La bandera cubana fue enarbolada por vez primera el 11 de abril del mismo 1850, en Cárdenas, Matanzas.
La historia y sus héroes, los cánones geométricos, los elementos icónicos, los detalles imperceptibles y hasta los colores precisos parecen no dejar dudas de una relación, cuando menos muy circunstancial, pero nunca casual. La casualidad de mi escudo y mi bandera sería mucho más difícil de explicar e incluso de creer. Si este fuera el origen real, sería simplemente otra razón de real orgullo.
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