Hillary Clinton contra todos rumbo a la Casa Blanca
Sin rivales en su partido y con una campaña basada en la capacidad dereinventarse, la demócrata parte como favorita para las elecciones de 2016.
Ha llegado más lejos que cualquier mujer en la feroz competencia política en Washington. Fue senadora durante dos periodos consecutivos y ha sido una de las tres secretarias de Estado que ha tenido su país. Cuenta con una exitosa carrera como abogada y es una de las personalidades infaltables en las listas de los más influyentes del mundo. Además, conoce la Casa Blanca desde adentro, pues fue la primera dama de su país durante la Presidencia de su esposo Bill. Sin embargo, las capacidades y sobre todo las ambiciones políticas de Hillary Rodham Clinton hacen que en su hoja de vida sobresalga más que nada por el único cargo al que le ha apuntado, pero le ha resultado esquivo. Se trata nada menos que la Presidencia de su país, una posición para la que su tenacidad, su inteligencia y su conocimiento del Estado parecen predestinarla. Y si bien, ser la mejor de su generación no le garantiza ocupar el solio de Washington, Hillary tiene toda una serie de virtudes inusuales que podrían marcar la diferencia en las elecciones. La primera de ellas es su capacidad de reinventarse y de leer un contexto social y demográfico cambiante, con el cual ha conectado sus propias aspiraciones políticas. Así lo ha demostrado –por lo menos simbólicamente– con el anuncio de poco más de dos minutos, que envió a través de las redes sociales para oficializar su campaña a las elecciones presidenciales de su país del 8 de noviembre de 2016. Las imágenes son sencillas pero elocuentes. Una mujer mayor prepara su huerta para cultivar tomates, dos hermanos ultiman los preparativos de su nuevo negocio, una muchacha recién egresada busca por primera vez trabajo, una pareja se prepara para recibir su primer bebé, dos gais tomados de la mano e ilusionados con la idea de casarse... Solo cuando han transcurrido dos tercios del anuncio aparece Hillary, primero conversando con uno de los emprendedores y luego de frente a la cámara, para confirmar lo que es un secreto a voces desde hace varios meses: “También yo me estoy preparando para hacer algo. Me estoy lanzando a la Presidencia”. Y concluye con mirada serena: “Los estadounidenses del común necesitan un campeón. Yo quiero ser ese campeón”. Por el lado demócrata, difícilmente hay un candidato que reúna las condiciones necesarias para hacerle frente. Desde 2013, las encuestas le han dado una ventaja de por lo menos 40 puntos sobre sus contendientes, y según algunos sondeos ha llegado incluso a sacarles 60 puntos a sus copartidarios, entre ellos el vicepresidente Joe Biden y la senadora Elizabeth Warren. Como dijo Thomas J. Whalen, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Boston, “los demócratas pusieron todos sus huevos en la misma canasta electoral y su futuro está unido al de la ex primera dama. La cosa se va a decidir entre Hillary, Hillary y Hillary”. Y ese viento a favor debería permitirle respirar con tranquilidad hasta las elecciones primarias, que se celebrarán en marzo del año próximo, si no existiera el precedente de hace ocho años. Como se recordará, Hillary llegó a tener ‘prácticamente’ asegurada la candidatura demócrata, hasta que se le cruzó en el camino un relativamente desconocido senador por el estado de Illinois llamado Barack Obama. Como le dijo a esta revista Fred Bayles, un veterano analista político de la Universidad de Boston, “es muy temprano para hacer especulaciones inteligentes sobre las posibilidades de los candidatos. Aquel a quien todos descartan hoy, mañana puede liderar las encuestas”. Para estas elecciones, la ex primera dama parece haber aprendido la lección. Comenzando por la decisión de recorrer el país por tierra en una camioneta que con humor ha apodado Scooby-Doo (por su lejano parecido con la de la serie de dibujos animados), todo en su campaña indica que ha adoptado una actitud diametralmente opuesta a la de hace ocho años. En ese entonces, la distancia con los electores le valió la fama de arrogante y de estar desconectada con las necesidades de la gente de a pie. Su decisión de comenzar su gira conversando con un grupo de ciudadanos en una cafetería es un claro indicio de que –compita con quien compita– para llegar a la Casa Blanca tiene que ganarse cada voto. En esa tarea la favorecen algunos cambios profundos en la orientación política estadounidense. Según una encuesta publicada por el centro de estudio Pew Research la semana pasada, el 48 por ciento de los estadounidenses se inclina hacia el lado demócrata, mientras que solo el 39 por ciento dice tener preferencias por el republicano. Y aunque la encuesta no se refiere a los votantes efectivos, sí muestra una tendencia creciente, que se expresa incluso con mayor contundencia entre los votantes jóvenes. En la franja de los 18 a los 25 años, la distancia que le sacan los demócratas a los republicanos es de 15 puntos. A lo que se agrega que los ciudadanos de hoy son menos proclives a votar por un candidato del partido contrario, debido a la polarización política que se ha apoderado del país. Y si las tendencias de sus conciudadanos la favorecen, también están de su lado las características específicas que los votantes gringos esperan de sus candidatos. Según un sondeo realizado por CNN, publicado afinales de marzo, en el que se les plantea a los encuestados la posibilidad de imaginar a un candidato perfecto para suceder a Obama, seis de diez desean encontrar en su mandatario “una gran experiencia como ejecutivo, con una gran capacidad de liderazgo” y “haber estado en el centro de la atención pública como líder político durante varios años”. A su vez, más de la mitad quiere que “haya tenido éxito económico en su vida”. Todo lo cual parece una descripción de la hoja de vida de la candidata, que lleva varios años en el centro de los reflectores y que, con excepción de su derrota hace ocho años, encarna la figura del winner (ganador) que tanto les gusta a sus compatriotas. El factor Obama La encuesta de CNN concluye, sin embargo, con una pregunta que apunta directamente a una de las cuestiones candentes de la campaña de Hillary y es su relación con el actual gobierno: nada menos que el 57 por ciento de las personas que tomaron parte del sondeo dijo que “cambiaría la mayoría de las políticas de la administración Obama”. Pues si bien Hillary fue senadora durante ocho años, de su trabajo en el gobierno lo que está presente en la memoria de los electores es su paso por la dirección del Departamento de Estado, que encabezó durante el primer mandato de Obama (2009-2013). De hecho, los republicanos suelen describir esos años como la época en que el mundo se hizo más peligroso debido a la política extranjera inspirada en la doctrina Obama-Clinton. En concreto, le reprochan que le haya ofrecido a Rusia un ‘reinicio’ de las relaciones bilaterales y los enfrentamientos con el gobierno del israelí Benjamín Netanyahu. También, las nefastas consecuencias de la Primavera Árabe, que Obama saludó en su famoso discurso de El Cairo en 2009, pero que no condujo a una era de prosperidad democrática en Oriente Medio, sino a una época de caos marcada por el ascenso del yihadismo de Isis. Algunos le critican incluso haber desprotegido el consulado de su país en Libia, lo que habría permitido el asesinato de tres diplomáticos estadounidenses, entre ellos el embajador, Christopher Stevens. Y las sospechas maliciosas se han visto reforzadas con la revelación de que cuando fue secretaria de Estado ella no usó su correo oficial, sino uno personal, por lo que habría podido borrar su contenido. Una acusación bizantina, que tiene, sin embargo, la intención de envenenar sus relaciones con Obama. No obstante, muchos creen que la cercanía con el mandatario puede ser más benéfica que negativa. Desde las elecciones de mitad de mandato, el nivel de aprobación del trabajo de Obama ha crecido. Según el promedio de todas las encuestas realizado por The Huffington Post, la diferencia entre quienes desaprueban su gestión y quienes la aprueban pasó en los últimos meses de 10 puntos, a apenas 3. Y en el tema económico, que encabeza la lista de prioridad de los estadounidenses, su nivel de aprobación se ha recuperado aún más, lo mismo que en su manejo de la salud. A lo cual hay que agregar que un bajo nivel de popularidad no riñe necesariamente con la posibilidad de llegar a la Casa Blanca: el propio Obama fue reelegido con niveles de aprobación inferiores al 50 por ciento. De modo que, pese a las feroces críticas partidistas que le han llovido al mandatario, su legado es un importante activo en la campaña de Hillary. “Los republicanos harán lo imposible para desacreditarla vinculándola a Obama. Pero será una apuesta arriesgada, pues además de que su nivel de aprobación está mejorando, a medida que su mandato se acerca es esperable que su popularidad sufra una especie de renovación”, dijo Bayles. Sin olvidar que el primer presidente afro de Estados Unidos será clave a la hora de cortejar a su comunidad, que representa cerca del 13 por ciento de la población norteamericana. De lograr la nominación de su partido y alcanzar la Presidencia de su país, Hillary sería la segunda persona de mayor edad en asumir el cargo, pues juraría como mandataria con 69 años (solo Ronald Reagan se posesionó más viejo).También, sería junto a George H. Bush el único candidato capaz de lograr un tercer mandato consecutivo para su partido. Y obviamente sería la primera mujer en llegar a la Casa Blanca. Un propósito para el cual su capacidad de reinventarse y de conectar con el estadounidense promedio serán factores clave. La propia candidata parece haberlo entendido. Como dijo en un discurso a finales de la semana pasada: “Creo que tenemos un déficit de diversión en Estados Unidos”. Bush III El más firme aspirante republicano es un ‘outsider’ dentro de su partido. Durante su carrera, John Ellis Bush, ‘Jeb,’ el hermano menor de George W. Bush, se ha caracterizado por ser pragmático en sus posturas, que ajusta con el paso del tiempo, pero siempre a la izquierda del conservadurismo republicano. Entre sus copartidarios es criticado por su apoyo a los estándares de la educación nacional (a través del programa Common Core), y por su creencia de que la derecha debe aceptar la reforma integral de la inmigración, o enfrentarse a la irrelevancia política. Espera conquistar al electorado hispano pues su esposa Columba es mexicana y él mismo habla español correctamente. A corto plazo, puede salir maltrecho de su paso por las primarias, pues para conquistar sectores de su partido tendrá que adoptar posiciones ultrarreaccionarias que no comparten la mayoría de los estadounidenses ni tal vez él mismo cree, como el creacionismo y la negación de la teoría evolutiva de Charles Darwin y del calentamiento global. También en la carrera
Tres precandidatos republicanos han oficializado su intención de llegar a la Casa Blanca. Primero se lanzó el ultraconservador Ted Cruz, luego el libertario Rand Paul y por último el joven Marco Rubio. A los dos primeros las encuestas parecen darles la espalda, pues sus propuestas son demasiado radicales incluso para sus propios copartidarios. El tercero, de origen cubano y según él mismo “el candidato del nuevo siglo”, es para muchos justamente lo que necesita el Partido Republicano. Joven, latino, carismático y brillante orador, ha sido llamado ‘el Obama de la derecha’. Aunque no lidera las encuestas, tiene un alto nivel de reconocimiento y podría ser la gran sorpresa de estas elecciones. Algunos analistas han anticipado que podría estar apuntándole a la Vicepresidencia.
|