Entender y aceptar la muerte es nuestra asignatura pendiente
El que se va para siempre es el que pierde. El que se queda se enfrenta a uno de los momentos más duros de la vida. Entre seis y doce meses se considera el plazo "natural" para poder asimilar el dolor causado por la pérdida de un ser querido. A partir de ese periodo de tiempo, el duelo puede derivar en depresión
Entender y aceptar la muerte es nuestra asignatura pendiente. De hecho, 5 de cada 100 personas que pierden a un ser querido presentan síntomas graves de duelo patológico, es decir, cuando los síntomas de tristeza se prolongan en el tiempo y adquieren mayor intensidad. Incluso pueden experimentar alucinaciones y sentimientos de culpa, que se intensifican tras cumplirse el periodo normal de adaptación a la pérdida.
El 16% de las personas que sufren la pérdida de un ser querido presentan un cuadro depresivo durante el año siguiente al fallecimiento del familiar o amigo. Esta cifra se incrementa hasta el 85 por ciento en la población mayor de 60 años.
El duelo es un proceso adaptativo normal ante una pérdida que tiene consecuencias psicológicas (tristeza), biológicas y sociales, suponiendo uno de los acontecimientos más estresantes que debe afrontar el ser humano. Sin embargo, no se considera una entidad patológica psiquiátrica.
Como explica el doctor Javier García Campayo, psiquiatra del Hospital Miguel Servet de Zaragoza,"el duelo patológico es una complicación del duelo normal y todavía no es una depresión. En poco tiempo puede presentar la duración (al menos dos semanas) y la intensidad (altera el funcionamiento laboral, social o familiar normal) y ser indistinguible de una depresión, con un tratamiento también similar: fármacos antidepresivos y psicoterapia, en este caso muy centrada en la pérdida".
No tratar los procesos adaptativos normales, ya que todo el mundo tiene que asumir el pasarlo mal ante una pérdida, y diagnosticar el tipo de duelo existente son cuestiones en las que coinciden los especialistas.
"Cuando los síntomas de tristeza son duraderos (semanas) e incapacitantes, de modo que impidan realizar una vida laboral, social y familiar normal, se debe acudir al médico", concluye el psiquiatra.
COMPONENTES DEL PROCESO DE DUELO
Shock: Aparece en los momentos iniciales y su duración es mayor cuando el suceso es imprevisto. Se asocia a apatía y sensación de estar fuera de la realidad.
Desorganización: Ocurre también al principio del proceso. Se acompaña de desesperación y absoluta desestructuración del funcionamiento del individuo en cualquiera de los ámbitos vitales.
Negación: Es una forma frecuente de reacción ante sucesos inesperados. El individuo puede esperar la llegada o la llamada de la persona desaparecida y actúa como si nada ocurriese.
Depresión: Representa la progresión a una fase adaptativa más realista. Confirma que el proceso del duelo se está llevando a cabo de forma adecuada.
Culpa: Consiste en pensamientos recurrentes, casi obsesivos, en relación a lo que se podría haber hecho para evitar el suceso. Son más frecuentes si no se ha podido despedir del fallecido o si las relaciones con él no eran buenas.
Ansiedad: Surge ante el miedo de los cambios que ocurrirán en la vida del afectado después del suceso (por ejemplo: soledad, dificultades económicas...). Temor a sobrevivir sin la persona fallecida porque satisfacía una serie de necesidades.
Ira: Puede ir dirigida hacia personas que todavía disfrutan de lo que el afectado ha perdido (como personas que conservan a sus cónyuges o sus hijos). En ocasiones la ira puede ir contra el personal sanitario o incluso hacia el fallecido por considerar que lo ha abandonado.
Resolución y aceptación: Ocurre cuando el paciente ha podido adaptarse a la pérdida de la persona y asumir las modificaciones que producirá este suceso en su vida. No siempre se alcanza esta fase.