Los griegos practicaban la pederastia como una forma de introducción de los jóvenes (ya en la pubertad) a la sociedad adulta, pero las relaciones entre adultos eran vistas de forma negativa entre personas del mismo estatus social.
El rapto de Ganimedes por el dios griego Zeus. Óleo de Eustache Le Sueur. 1650.
Por César Cervera / Madrid La homosexualidad en la Antigüedad es un tema que la mayor parte de la historiografía ha evitado de forma premeditada hasta hace poco tiempo. El resultado es un concepto equivocado e idealizado de lo que era tolerado socialmente en el periodo. Sin ir más lejos, en ocasiones se confunde la homosexualidad entre adultos, reprobada gravemente entre el pueblo, con las relaciones entre un adulto y un joven, la pederastia, que estaban instrumentalizadas en algunas ciudades como parte de la formación de los adolescentes procedentes de la aristocracia, pero que también era vista como inaceptable en algunos periodos. En definitiva, y así lo denuncian distintos autores desde hace años, las generalidades han transmitido una visión desdibujada de la realidad sexual en la Antigua Grecia y en la civilización que posteriormente recogió su legado, Roma.
La literatura y la mitología grecolatina están repletas de personajes bisexuales y de referencias a prácticas homosexuales entre hombres. El propio Zeus, «el padre de los dioses y los hombres», tenía a un joven troyano, Ganimedes, como a uno de sus amantes favoritos. La ambigua relación entre el héroe más popular, Aquiles, y su fiel pupilo Patroclo en «La Ilíada» de Homero fue vista por los propios autores griegos como una clara referencia homosexual. Precisamente por las muchas referencias, resulta sorprendente que casi ningún historiador abordara de forma clara el asunto hasta el siglo XX. Tras un largo periodo marcado por la censura en temas de homosexualidad, no se publicó un libro en inglés que tratara en exclusiva el tema histórico de la homosexualidad hasta 1978, «Homosexualidad griega» de K. J. Dover, que provocó airadas protestas en Grecia. Desde entonces, el tema se ha inundado de imprecisiones y generalidades de tintes literarios.
La pederastia como un instrumento social Lo primero que hay que comprender a la hora de estudiar qué prácticas sexuales eran aceptadas en la Grecia clásica es que el país estaba conformada por diversas ciudades estados, donde la legislación, la forma de gobierno y la concepción social podía variar profundamente en cuestión de pocos kilómetros, y que la mayoría de fuentes que han sobrevivido son de procedencia y enfoque ateniense. Lejos del concepto moderno de homosexualidad entre adultos, los griegos practicaban la pederastia como una forma de introducción de los jóvenes (ya en la pubertad) a la sociedad adulta. Un mentor asumía la formación militar, académica y sexual de un joven –que no era considerado ni legal ni socialmente un hombre– hasta que alcanzaba la edad de casamiento. Lo tardío de los matrimonios y el papel limitado de la mujer en la sociedad alentaban este tipo de prácticas.
El Batallón Sagrado de Tebas fue una unidad de élite formada por 150 parejas de amantes en Atenas, la ciudad que condenó a muerte a Sócrates «por corromper a la juventud», la pederastia era principalmente una costumbre aristocrática. La alta sociedad ateniense alentaba a los maestros a tomar por alumnos a jóvenes (de entre 15 y 18 años) para iniciarlos tanto sexualmente como académicamente. La pederastia llegó incluso a estar rígidamente reglamentada: se condenaba a los parientes de los jóvenes que convertían el proceso en una «subasta» y a los menores que vendieran sus favores.
En contraposición, Esparta veía en la pederastia una forma de adiestramiento militar e incluso se ha planteado que la relación entre alumno y maestro era del tipo casto, aunque también con un componente erótico. Pero si hay un ejército que llevó a su máxima expresión esta práctica fue el tebano. El Batallón Sagrado de Tebasfue una unidad de élite griega formada por 150 parejas de amantes masculinos y creada por el comandante Górgidas. Según la narración de Plutarco, la unión entre amantes aumentaba su capacidad combativa, haciendo que la unidad permaneciera invicta hasta su única derrota en la batalla de Queronea contra Filipo II de Macedonia y su hijo Alejandro Magno.
Aunque la pederastia estaba aceptada como una práctica habitual entre los aristócratas –siendo objeto, no en vano, de burlas por parte de los plebeyos–, la homosexualidad entre hombres adultos despertaba en muchas ocasiones comportamientos homófobos. Las relaciones entre hombres adultos de estatus social comparable, no así con esclavos, iban acompañadas de estigmatización social dada la importancia de la masculinidad en las sociedades griegas. La única excepción de normalidad social en estos casos se daba en antiguas relaciones pederastas que habían alcanzado la edad adulta.
Alejandro combate contra el rey persa Darío III en la batalla de Issos.
Otra de las controversias asociadas a la sexualidad en la Antigua Grecia es la tendencia sexual de Alejandro Magno. En la película que Oliver Stone realizó en 2004 sobre el conquistador macedonio –una región considerada bárbara por los griegos pero de gran influencia helenística y hoy dentro de las fronteras de Grecia– se presenta a Alejandro como alguien abiertamente bisexual (sobre todo en la versión extendida). De su biografía conocida se desprende que se casó con varias princesas de los territorios persas que conquistó (Roxana, Barsine-Estatira y Parysatis) y fue padre de al menos dos niños. Los relatos históricos que describen las relaciones sexuales de Alejandro con Hefestión –amigo de la infancia del macedonio– y Bagoas –un eunuco con el cual Darío III había intimado y que luego pasó a propiedad del conquistador– fueron escritos siglos después de su muerte. A falta de fuentes directas sobre este aspecto, es imposible determinar cuál fue la naturaleza exacta de la vinculación del macedonio con estos supuestos amantes, pero, de haberse producido con Hefestión, hubiera sido obligatoria mantenerla con discreción puesto que se trataba del tipo de homosexualidad entre adultos que estaba estigmatizada en Grecia. No así la mantenida con un esclavo como Bagoas.
Roma, los emperadores homosexuales La homosexualidad en la Antigua Roma, sin ser un crimen penal –aunque lo era en el ejército desde el siglo II a.C.–, estaba mal vista en todos los sectores sociales, que la consideraban, sobre todo en lo referido a la pederastia, una de las causas de la decadencia griega. Como recuerda el historiador Adrian Goldsworthy en el libro «César, la biografía definitiva», «aquellos senadores que tenían amantes varones solían hacerlo con discreción, a pesar de lo cual con frecuencia los opositores políticos les ridiculizaban públicamente». No obstante, el historiador Edward Gibbon recuerda en su obra que de los doce primeros emperadores solo a Claudio le interesaban exclusivamente las mujeres. El emperador Nerón fue el primero que se casó con otro hombre, un joven eunuco de palacio llamado Esporo. Y a principios del siglo III, el emperador Heliogábalo escandalizó a sus contemporáneos casándose públicamente dos veces vestido de mujer, adoptando así explícitamente el papel pasivo en la relación.
Escultura de Antínoo, amante del Emperador Adriano.
Si bien en Grecia la línea roja la marcaba el que hubiera una diferencia de edad entre los amantes, en Roma era prioritario diferenciar quien ejercía el papel de activo y quién el de pasivo, tanto a nivel sexual como social. Como ejemplo de ello, los opositores a Julio César usaron siempre los rumores de que en un viaje diplomático había mantenido relaciones homosexuales con Nicomedes IV, Rey de Bitinia, para erosionar la autoridad del dictador romano. La acusación era grave no por tratarse de una relación homosexual, la cual podía ser asumida en algunas circunstancias, sino por haber ejercido supuestamente el papel de pasivo sexual. Julio César, que siempre negó la acusación, fue de hecho un conocidocasanova con predilección por las esposas de otros senadores y cargos políticos.
Con el reinado del emperador de origen hispano Trajano, que sentía gran admiración por la cultura helenística, se retornó parcialmente la práctica de la pederastia. A la conocida preferencia de este emperador por los jóvenes le siguió la que su sucesor, el también hispano Adriano, profesó especialmente a uno, el joven griego Antínoo. Tras su trágicamente muerte ahogado en el río Nilo, Adriano erigió templos en Bitinia, Mantineia y Atenas en su honor, y hasta le dedicó una ciudad, Antinoópolis.