Amare
Conocí a Amare en octavo grado, justo cuando mi madre se recuperaba del padecimiento que le habían diagnosticado cuatro años antes, razón por la cual me fui a estudiar lejos de mi casa, precisamente en las escuelas donde mis hermanas trabajaban y que me quedaban a 2 kilómetros de distancia. El retorno a mi barrio me permitió comenzar a estudiar en la escuela que por cercanía geográfica me pertenecía.
Con Amare desarrollé una relación de amistad, la más intensa que tuve en mi adolescencia. Quizás porque éramos chicas muy parecidas, la gente nos tildaba de problemáticas, conflictivas y bulliciosas, o sea una especie de lo que hoy llamamos ser contestatarias.
Al terminar la secundaria fuimos para preuniversitarios diferentes. Como yo estaba en una escuela con régimen interno nos distanciamos, solo nos veíamos los fines de semana y ni siquiera todos. Al terminar el pre ambas nos preparamos para acceder a la universidad, ella matriculó una carrera pedagógica y yo psicología.
En ese tiempo fue cuando se hizo jinetera porque puta, lo que se llama ser puta, Amare lo fue desde chiquita. En Cuba continuaba la crisis económica que había comenzado con la caída del campo socialista y se recrudecía por ese tiempo. Amare tenía a su cargo, su madre (ya ingresada grave en el hospital psiquiátrico) y su abuela y abuelo, el que padecía tuberculosis.
De ninguna manera necesité hallar una explicación coherente a su decisión de prostituirse. Sin embargo, quiero pensar que de no haber existido tal crisis la realidad hoy en día sería otra. Amare no hubiese convertido del “putear” su arma de sobrevivencia.
Ella salía, con una amiga, con dos… en búsqueda del “pepe” que le permitiría llegar a su casa con algo más que el cansancio y el hastío. Así conoció a muchos: extranjeros que buscaban chica con un erotismo especial, y muchas chicas que buscaban extranjeros… con plata.
Al principio la situación con la familia estuvo un poco tensa, abuelo y abuela no querían imaginarse en que andaba ella. A mi siempre me pareció la más cruel de las hipocresía, comían con la plata que producía su vagina pero a la vez la censuraban.
Ella ni corta ni perezosa seguía con aquellas noches de incertidumbre, de saber a la hora de salir pero no de llegar, de llevar dos mudas de ropa para cambiarse por el camino porque para su familia ella iría a salir con amigas. También fueron noches de tener sexo con una conocida porque eran 50 dólares más o simplemente caminar por el Malecón para ser interpelada por cuanto policía quería, algunos para maltratarla por ser una desvergonzada y otros para sugerirles que abandonara el lugar.
Por esta época yo estaba bastante cercana a Amare, su comportamiento me despertaba cierto morbo, aunque no le hice preguntas, yo era una de las personas que aceptaba sin cuestionamientos lo que ella estaba haciendo. Simplemente de eso no se hablaba.
No sé porqué nunca le di lecciones de buena moral. Tenía claro de que yo no llegaría a tener sexo por dinero, a pesar de que mi situación económica era tan adversa como la de ella. Sin embargo, tampoco la podía juzgar, al final ganábamos las dos si nos mantenía unidas, a pesar de haber escogido formas diferentes de remediar nuestra pobreza; mejor dicho, ella escogió, yo espere a que la situación pasara.