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General: 20 años sin Lola Flores, pero su duende sigue vivo
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: administrador2  (Mensaje original) Enviado: 16/05/2015 14:32
20 años sin Lola Flores
El 16 de mayo de 1995, el cáncer se llevó a La Faraona
Quince días después, su hijo murió de pena y por una sobredosis

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La Faraona, durante una actuación, en la década de los 90.
Han pasado 20 años, pero su genio, su arte y su duende siguen tan vivos como siempre
   POR Mª EUGENIA YAGÜE --  EL MUNDO
La gente como Lola Flores no debería morirse nunca. Pero ella se fue un 16 de mayo de 1995. Tenía 72 años, han pasado otros 20 y Lola sigue siendo un personaje irrepetible y único.

Hilario López Millán, el periodista que mejor conoce el mundo de las folclóricas, cuenta que el marido de la artista, El Pescaílla, le dijo en una ocasión "Cuando mis hijas Lolita y Rosario salen al escenario, necesitan cantar dos canciones para que empiecen a aplaudirlas. Aparece Lola y con un carraspeo pone a la gente en pie". Y añade Hilario: "Lola es eterna, en el sentido de que hoy seguiría siendo diferente y genial en el trabajo y en su vida. Alguien así nunca muere. No era la que mejor bailaba ni la que mejor cantaba, pero daba igual. Llenaba el escenario con una fuerza arrolladora".

Lola Flores hubiera querido que sus restos fueran velados en el Teatro Calderón de Madrid, un escenario donde vivió éxitos memorables. Y deseaba también que la carroza que atravesara la ciudad con su ataúd fuera llevada por seis caballos blancos. No pudo ser. El alcalde Álvarez del Manzano decidió instalar la capilla ardiente en el Centro Cultural de la Villa y La Faraona llegó al Cementerio de La Almudena en un coche fúnebre de lo más convencional. Eso sí, en las 24 horas que siguieron a la madrugada del 16 de mayo, las flores se agotaron en todo Madrid y más de 150.000 personas le dieron su último adiós entre lágrimas y piropos.

Lola iba envuelta en una mantilla blanca de chantillí, regalo de Carmen Sevilla, y con los pies descalzos, otro de sus deseos. Si hubiera podido, se habría sumado a los que le cantaban 'La Zarzamora' mientras le daban sepultura. Lo hubiera hecho con la misma energía y vitalidad con la que luchó contra el cáncer que apenas le dio tregua.

Sin embargo, consciente de su gravedad, en una ocasión se fue sola a la tumba de Manolo Caracol, la pareja artística que la encumbró a la fama y que fue la gran pasión de su vida: "No me llames todavía, olvídate de mí", le dijo.

   *El pilar de un clan
Lola nunca llegó a confesar públicamente la gravedad de su enfermedad, aunque cuando el rumor de su dolencia era vox pópuli, declaró en una rueda de prensa que le habían "extirpado un tumorcito más bueno que el pan".

Su sentido del humor empezaba con ella misma y con familia. Como cuando su hija Rosario vivía un romance con Enrique San Francisco, que no es precisamente un adonis, y cuando él llamaba por teléfono a casa, Lola le decía a su hija: "Ponte, que te llama Marlon Brando".

'¿Quieres que me pinche yo también y nos morimos juntos?', le dijo un día desesperada a su hijo Antonio
Lola, pilar del clan Flores, siempre quiso trabajar y ser artista. Y del mismo modo, siempre vivió con la preocupación por su hijo Antonio, enganchado a las drogas desde su adolescencia. Luchar por Antoñito era una forma de evitar su propia muerte. "¿Quieres que me pinche yo también y nos morimos juntos?", le dijo un día desesperada. Quince días después de la muerte de Lola, Antonio, con 33 años, que no quiso y no pudo asistir al entierro de su madre, se murió de pena y de sobredosis en la cabaña que tenía en el jardín de El Lerele, la casa de los Flores en La Moraleja. Antonio González, El Pescaílla, sólo sobrevivió a Lola cuatro años más. Ella era la que daba sentido a la familia.

Pocas veces estuvo Lola tentada de tirar la toalla, pero a Pedro Ruiz le confesó que había pensado en quitarse de en medio. Aún así, siguió en la batalla discretamente, por ella y por su hijo, sin victimismos, y hasta haciendo de sus males una parodia.

Contaba el productor Luis Sanz, íntimo amigo de Lola, que a finales de los años 80 viajaron juntos a París con mucha discreción para consultar a un importante oncólogo. Les acompañaba Antonio Carrasco, 'El Junco', el amor tardío y secreto de Lola durante 20 años, un bailaor joven que la acompañaba en las giras. El romance salió a la luz cuando a la muerte de La Faraona, El Junco contó toda la historia en los platós a cambio de mucho parné, "porque estaba muerto de hambre y de pena", decía, a pesar de que Lola había sido tan generosa que hasta le compró una finca en Sevilla.

En París, en una "boutique", la artista perdió (o le robaron) su bolso con el pasaporte, algo que entonces no se podía recuperar con la facilidad y rapidez de nuestros días. Lola, de vuelta al hotel ("a ver cómo y cuándo podemos volver a España"), se daba cabezazos contra la pared mientras decía: "Eso me pasa por ser tan puta".

Y es que la gracia y el ingenio de Lola Flores en las situaciones más dramáticas y complicadas de su vida son parte de una personalidad arrolladora en la que caben todos los adjetivos.

   *Genio y generosidad
Siempre ha circulado la leyenda de las rencillas y peleas que había entre las folclóricas. Pero lo cierto es que Lola se llevaba bien con todas ellas. Hasta le aconsejó a Carmen Sevilla que no se le ocurriera aceptar el pedazo de brillante que le había regalado Mario Moreno, 'Cantinflas', enamoradísimo de la artista sevillana: "Tienes que devolvérselo, porque si lo aceptas vas a tener que acostarte con él. En mi caso no sería un problema, pero tú eres mocita".

Antonio Carrasco, 'El Junco', fue el amor tardío y secreto de Lola durante 20 años
De Isabel Pantoja le dijo a Jesús Quintero que era "una artista local". Porque a Lola le dolía que Francisco Rivera, Paquirri, dejara a su hija Lolita para casarse con Pantoja. Pero no era rencorosa ni moralista. Por eso nunca ocultó que le gustaba "jugar", aunque perdía fortunas en el casino. Y las ganaba. Como una noche de suerte en la que se llevó mucho dinero, pero era tan tarde que ya no quedaban ni amigos ni taxis. Así que Lola se subió al camión que repartía la leche ("unos chicos amabilísimos") y así llegó hasta su casa de María de Molina.

Lola tuvo millones; otras veces tenía que inventarse una exclusiva en la prensa para superar el bache. El dinero lo tenía para gastárselo en su gente, era de una generosidad poco común. Nunca hacía cuentas ni se acordaba de los anticipos que pedía ni de lo que prestaba.

El socialista Carlos Solchaga (el Montoro de los 80), la sentó en el banquillo de los acusados porque Lola y su marido Antonio González se habían olvidado durante años de pagar impuestos. Lola alegó que desconocían la obligación de declarar. Lo suyo eran los escenarios, no los números. Fue un golpe muy duro. Lola se libró de la cárcel, pero tuvo que vender hasta su casa y confesó que el proceso había reactivado el cáncer.

"Que ya no me llamen Lola de España', ahora soy 'Lola de Hacienda', dijo con tanta amargura como ingenio.
Genio y figura.

 
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Las dos son inmensamente grandes
 
 
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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 16/05/2015 14:36


Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 16/05/2015 16:30
 
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Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 31/05/2015 15:58
Antonio Flores
No pudo soportar la muerte de su madre
 
 
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Se cumplen ahora veinte años de la desaparición de
Antonio Flores, que ciertamente no pudo soportar la pérdida de su madre.
        POR MANUEL ROMÁN
¿Qué llevó a la muerte a Antonio Flores? Dos cosas, que se sepan: la depresión en que quedó sumido tras la muerte de su madre, tan sólo dos semanas antes de irse de este mundo también y, desde luego, sus adicciones. Que yo sepa no se ha revelado nunca quién introdujo al hijo de Lola Flores y Antonio González en ese mundo tenebroso. Tampoco es fácil determinarlo.
  
Pero conservo las confesiones que me hizo el representante de "La Faraona", Pepe Vaquero, persona intachable en su quehacer profesional, que conocía a fondo a la familia Flores, y no creo me mintiera en lo que hoy les cuento: "Lola estaba desquiciada desde que su hijo andaba en tan malas compañías y me pidió si podía yo ayudarla para que Antonio volviera al buen camino. Me enteré con quién salía: una chica argentina, que en Marbella, cuando se veía con él, se vestía todos los días así como de tigresa. Muy provocativa la muchacha. Ella fue la culpable de todo, la que lo metió en la droga. Cuando a él lo llamaron a la "mili", que le tocó cumplirla en Segovia, alquilaron allí un piso, que compartían cuando Antonio tenía pase de pernocta. Le oí decir un día a Lola que la madre de aquella chica estaba grave, en Buenos Aires. Entonces urdimos un plan: le sacamos un billete de avión, de ida y vuelta, para que no se mosqueara, aunque sin ponerle la fecha del regreso, ya que a los dos días de haberse ido a la Argentina, anulé la vuelta. Y así es como nos la quitamos de encima y Lola respiró un tiempo. Supimos más tarde que tal joven terminó su vida en Brasil con una hermana, las dos drogadictas, las dos muertas".
 
Lola Flores internó a su hijo en una clínica para que se desintoxicara. Y salió de allí aparentemente curado. Pero su final, el 30 de mayo de 1995, fue trágico. El médico que certificó su fallecimiento dejó escrito que fue a consecuencia de una asfixia tras un vómito. Pero, ¿qué es lo que provocó tal cosa? Investigaciones posteriores dieron por sentado, según contaron los medios de comunicación, que Antonio González Flores, de treinta y tres años, fue víctima de una sobredosis de barbitúricos y alcohol. Cierto es que, aparte de sus excesos etílicos, tomaba algunos medicamentos para controlar su estado anímico. Llevaba decaído quince días desde que Lola, su madre, desapareciera para siempre. No pudo aguantar el dolor que le produjo su óbito. De rabia, e impotencia, de desesperación, había golpeado una pared y llevaba la mano derecha vendada la madrugada en la que dejó este mundo.
 
Aquella noche trágica, la del 29 al 30 de mayo, Antonio Flores estaba en la caseta del jardín de "El Lerele", el chalé familiar. Lo había mandado montar la propia Lola, por dos razones: una respetando el deseo de su hijo de tener independencia, y la otra, para tenerlo lo más cerca posible.
 
Parecía que se iba recuperando, a lo que sin duda contribuyó su reciente actuación en Pamplona (que a la postre sería la última de su carrera), donde fue aclamado por una multitud de entusiastas, que a su vez le mostraron su respeto por el luto que arrastraba. Los amigos de Antonio, sabiéndolo tan sensible, tan inestable y preocupado, procuraban no dejarlo solo. Así, en esa citada negra noche, las hermanas Chelo e Irene Chamorro, cantantes, que a veces le hacían coros, estuvieron muy pendientes de él, que aprovechaba las madrugadas para escribir letras de canciones, pensamientos, en tanto se tomaba algún que otro lingotazo y alguna pastilla. Ellas contarían luego que Antonio se acercó a la piscina, mojándose el rostro simplemente, se tomó un whisky, volvió a la cabaña y se acostó en su habitación. En otra, descansaban las Chamorro quienes, poco antes del amanecer, entraron a ver cómo se encontraba Antonio, ya sin vida.
 
Antonio González Flores nació en Madrid el 14 de noviembre de 1961. Fueron sus padrinos la condesa de Romanones y el matador de toros Antonio Ordóñez. Nunca le gustó estudiar y terminaron, ya de jovencito, expulsándolo del colegio. "Era lo que yo buscaba", confesaría cuando empezó a ganarse la vida como cantante: "He sido vago durante dieciocho años, viví de lo que le sacaba a mis padres y a mi hermana Lolita; ahora es cuando no dependeré de ellos". Rebelde, bohemio, Antonio siempre estuvo cerca de los suyos, aunque tuviera temporadas en casa propia, con Ana Villa, la madre de su hija Alba. Se separó pero no olvidó a su pequeña, dedicándole una sentida canción. Su lanzamiento discográfico se produjo en 1982 con "No dudaría". Le costó ser un artista rentable, pues sus primeros álbumes tuvieron tibia acogida. Sólo grabó cinco. "Siete vidas" y sus versiones de “Pongamos que hablo de Madrid” y “Sabor, sabor” han quedado en la memoria de sus seguidores. Un cantautor de baladas urbanas que, dentro del pop rock intentó tener voz propia.
 
Lástima que su temprana desaparición nos privara de seguir apreciando su indudable talento. Ensayaba mucho con su guitarra. Yo lo sorprendí alguna tarde en "El Lerele", mano a mano con su padre que, en pijama, ensayaba diariamente y creía mucho en el porvenir musical de su retoño. También rodó unas cuantas películas: Colegas, Calé… e intervino en varias series de televisión, entre ellas Turno de oficio y Los ladrones van a la oficina. Destacaba por su fotogenia y su espontaneidad ante las cámaras. Pero lo suyo, ya decíamos: procurarse buenas historias, una música inspirada y un sonido diferente a otros. Se fue hace ahora justo veinte años cuando iba camino de ser una figura en su género.

 




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