CRISIS DE AGUA POTABLE
La Habana, entre la escasez del agua y las lluvias
Este es el panorama actual en La Habana: cerca de 60.000 familias reciben el agua potable por camiones cisterna.
El 60% de la que se distribuye por tuberías se pierde por averías en las redes hidráulicas.
Habaneros esperando su turno para abastecerse de agua desde un tanque.
Este es el panorama actual en La Habana: cerca de 60.000 familias reciben el agua potable por camiones cisterna. El 60% de la que se distribuye por tuberías se pierde por averías en las redes hidráulicas. El 20% de esa agua que se desperdicia es debido a salideros en las viviendas. Gran parte de esa situación es culpa de la empresa Aguas de La Habana o las industrias estatales.
El bombeo de agua en los barrios se efectúa en días alternos. En distritos alejados de la ciudad, el abastecimiento puede extenderse cada cuatro días. La escasez de agua obliga a muchas familias a improvisar para recolectar el preciado líquido.
El pésimo almacenamiento de agua es la causa principal de epidemias como el dengue y el chikungunya, que todos los años ocasionan decenas de muertos, y el cólera, una enfermedad que estaba extinguida en Cuba desde principios del siglo XX.
El abandono y deterioro del alcantarillado público ocasionan inundaciones en la ciudad con chubascos de poco calado. Otra mala noticia, por la cual no se pude culpar al régimen, debido a la sequía que afecta al 63% del territorio nacional, los embalses presentan un estado crítico con sólo 39% de agua almacenada.
Para el ingeniero Antonio Castillo, subdirector de operaciones en la empresa Aguas de La Habana, la situación es insostenible a mediano y largo plazo. “Las cuencas de abasto son como las cuentas bancarias. Si ingresas, pero sacas más de lo que depositas, poseerás cada vez menos y si dejas de ahorrar, un día no tendrás dinero. Eso pasa con el agua", declaró a la prensa oficial.
Una fórmula para perder
La letal combinación de salideros, mal trabajo, falta de previsión y sequía ha situado un asterisco en rojo al agua, no sólo en La Habana, sino también en el resto del país.
Si en la noche usted recorre algunos barrios habaneros, observará cómo el agua se derrocha por sus cañerías rotas. En las calles Espadero y Figueroa, en el Reparto Sevillano, miles de galones de agua se pierden por salideros en las redes públicas. En la transitada Calzada 10 de Octubre, cerca de la esquina con la arteria San Francisco, en la barriada de Lawton, la calle se convierte en un río.
El 17 de enero de 2000, el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos y el Grupo Aguas de Barcelona crearon Aguas de La Habana, una empresa de capital mixto. ¿Qué hace Aguas de La Habana? Poco o nada. Los vecinos están cansados de quejarse al acueducto.
“Una mañana vienen y hacen un remiendo chapucero que a las pocas horas se vuelve a averiar. Argumentan que debido al mal estado técnico de las redes la presión de agua revienta muchas cañerías viejas. Todos los especialistas son expertos en diseccionar el problema, pero nadie lo resuelve”, comenta Augusto, quien vive cerca de la intersección de la Calzada 10 de Octubre y la calle San Francisco.
No muy lejos, en el edificio donde vive Hiram, en la calle Carmen, también en Lawton, por no tener un simple flotante, la cisterna se desborda y se despilfarra una apreciable cantidad de agua.
“En los edificios multifamiliares, la pintura exterior, el mantenimiento del motor de bombear agua y las reparaciones de la fachada supuestamente le corresponden al Estado. Pero las entidades estatales no dan ni una tuerca. Y los vecinos debemos gestionarlo todo”, señala Hiram.
El proyecto infinito
A paso de tortuga, Aguas de La Habana está cambiando miles de kilómetros de cañerías. Pero la mala calidad del trabajo causan disgustos entre la población. La Habana Vieja está siendo sometida a una sustitución de las redes de acueducto que concluirá en 2017 y cuenta con un presupuesto de más de 64 millones de dólares.
La lentitud de las obras provoca el cierre de muchas vías y transitar por las abigarradas callejuelas se convierte en una carrera con obstáculos. A ello se suma que personas negligentes tiran desechos a las zanjas y el mal olor invade los alrededores.
Pero quienes lo están pasando peor son los que residen en zonas bajas de la capital. Además de la escasez de agua, viven al filo de la navaja cada vez que un temporal asola La Habana.
“Rezo cada vez que hay mal tiempo. Por aquí todo se inunda. Ya con los aguaceros del 29 de abril, debido a las inundaciones, cientos de familias perdieron sus pertenencias”, dice Reinerio, vecino de Jesús María, barriada pobre en la parte antigua de la ciudad.
Ha pasado más de un mes de aquellas lluvias y las instituciones del Estado sólo han otorgado colchones a los damnificados. “Nada es gratis. Los colchones te los venden en 900 pesos [alrededor de 45 dólares] a crédito. Los refrigeradores, televisores y otros electrodomésticos echados a perder no te los reponen. La gente está muy disgustada con el Gobierno, por la poca ayuda a familias que no tienen ni donde caerse muertas”, dice Felicia, ama de casa.
Y no hay solución a la vista. Ya les contaba al inicio que es un conjunto de factores. La desidia estatal provoca que el 60% del agua se derroche. Las billeteras vacías de un segmento amplio de cubanos les impiden reparar el trazado hidráulico de sus casas.
Las lluvias y ahora la temporada ciclónica, que va del 1ro. de junio al 30 de noviembre, provocan que innumerables familias sin recursos vivan en un constante sobresalto. A la mala gestión del régimen se añade la furia de la naturaleza. En pocas palabras: están rodeados y sin defensa.