Por Roberto Álvarez Quiñones - Diario de CubaHaya o no relaciones formales con EEUU es una ilusión creer que en Cuba va a haber cambios renovadores, o una transición a la democracia, mientras la cúpula del poder político sea la misma que destruyó el país y que con 85 años de edad promedio es probablemente la más anciana en toda la historia humana.
La tesis del presidente Barack Obama de que la política de embargo y aislamiento no ha funcionado y hay que acercarse a los Castro para compulsarlos a que hagan reformas profundas es errónea de origen.
Desde que comenzó el "bloqueo yanqui" en 1962, hasta la desintegración de la Unión Soviética en 1991, Moscú entregó a Cuba unos 115.000 millones de dólares en subsidios, sin contar los suministros megamillonarios gratuitos de armamentos. Luego, con el chavismo en Caracas, la Isla ha recibido otros $87.000 millones, incluido el 66% del petróleo que consume anualmente el país. Con esos $202.000 millones para un país pequeño, los Castro, lejos de desarrollar el país, lo empobrecieron hasta niveles africanos no conocidos en América Latina, salvo el caso de Haití.
O sea, no es el embargo lo que no ha funcionado, sino el sistema comunista que igualmente fracasó en los otros 34 países en que fue implantado en el siglo XX. Pero sustituirlo no es lo quiere la Junta Militar jurásica que manda en Cuba por encima del Estado, el Gobierno y el Partido Comunista, sino modificarlo a su imagen y semejanza, para perpetuarse en el poder.
Los cuatro hombres que encabezan la Junta Militar suman 341 años, un récord mundial: Raúl Castro cumplió 84 años recientemente, su hermano Fidel —aunque retirado es consultado por Raúl antes de tomar cualquier decisión importante— va a cumplir 89 en agosto, José R. Machado Ventura cumplirá 85 en octubre y Ramiro Valdés celebró su cumpleaños 83 en abril.
Ese cuarteto de comandantes de la Sierra Maestra es sobreviviente del grupo inicial de guerrilleros que en enero de 1959 se hizo cargo de la "revolución tan verde como las palmas", junto a Camilo Cienfuegos, el "Che" Guevara, Juan Almeida, Faustino Pérez, Hubert Matos (encarcelado en octubre de 1959), Manuel Piñeiro, Celia Sánchez, Jesús Montané, Humberto Sorí Marín (fusilado en 1961), Augusto Martínez Sánchez, entre otros comandantes ya desaparecidos, y otros que aún viven pero retirados de toda actividad política, como Efigenio Ameijeiras (83), Pedro Miret (88) y Guillermo García (87).
Lo más cercano en ancianidad fue la cuarteta de la URSS poco antes de morir Leónid Brezhnev en 1982, a los 76 años. Los otros tres grandes eran Mijail Suslov (80), número dos e ideólogo del Partido Comunista; el primer ministro Nikolai Tijónov (77), y el canciller Andrei Gromiko (73), para una edad promedio de 76 años.
Burlas a los "vejestorios"
Lo irónico es que hay testigos que recuerdan cómo Fidel hacía chistes en privado sobre el "asilo de ancianos" soviético y el chino. El caudillo decía que era increíble cómo la dirigencia política de Moscú era un coto cerrado al que no tenían acceso "cuadros más jóvenes".
La elite cubana del poder la integran otros seis generales y un coronel (Alejandro Castro, hijo del dictador). Ellos y los cuatro ya citados tienen una edad promedio de 74 años. En China, la dirigencia presidida por Xi Jinping tiene 65,4 años como promedio. Y la de Vietnam, 64,8 años. En ambos países, gobernados igualmente por partidos comunistas, hay periódicas renovaciones de "cuadros", que son los que han impulsado las reformas. En todos los países comunistas el desmontaje del totalitarismo estuvo a cargo de nuevos líderes.
En Cuba eso no ha sucedido. La transformación más importante desde que Raúl es el dictador no ha sido por voluntad del régimen. Es el cambio de mentalidad entre los administradores y gerentes de las empresas, fábricas, tiendas, talleres; y también en la población. Los cubanos perciben que el regreso al capitalismo ya no lo para nadie, pero no saben cómo será ese regreso.
Actúan como propietarios
Los administradores de las entidades estatales medianas y pequeñas tienen ahora más autonomía por dos razones: el descontrol y la corrupción galopante en la llamada "cadena puerto-transporte-economía interna". Se ven a sí mismos como futuros propietarios de las instalaciones que administran.
Muchos ya operan así y comercian o producen, le entregan al Estado ingresos basados en una contabilidad manipulada, y luego venden por su cuenta y obtienen utilidades con "su" parte del negocio. Claro, los funcionarios de más arriba cobran lo suyo por hacer la vista gorda. Todos ganan y a la vez hacen posible el mercado negro, el único que realmente funciona en la Isla.
Pero la Junta Militar no quiere eso, sino instalar un modelo de capitalismo de Estado bien "amarrado" al servicio de la burguesía cívico-militar que ya edifica. El generalato que controla ya casi el 70% de la economía nacional teme que ese cambio de mentalidad erosione el control que pretende tener más allá de la desaparición física de los Castro. Esa percepción nutre las posiciones más retrógradas dentro del castrismo, opuestas a la descentralización y a la autonomía a las empresas estatales.
Temores a mayor autonomía
Expresión de ese temor es el libro El derrumbe del socialismo en Europa, de José Luis Rodríguez, exvicepresidente del Consejo de Ministros y exministro de Economía, disponibles en las librerías cubanas, en el que se queja de que la autonomía concedida a las empresas estatales durante la perestroikade Mijail Gorbachov fue lo que precipitó el desplome del socialismo en la Unión Soviética.
En Cuba ningún libro de un poderoso exministro se publica sin un propósito. Seguramente fue "orientado" por el ala más cavernaria de la Junta Militar, pues es un ataque a la descentralización de la economía y una defensa insólita del centralismo estalinista-guevarista que hundió al país en la miseria y ha dilapidado los miles de millones de dólares en subsidios.
El libro de Rodríguez llega tarde. Si no hay descentralización colapsa lo que queda en pie de la economía cubana. En la crème de la crème de la dictadura algunos se niegan a dar más autonomía a las empresas estatales, pero otros piensan que ese es un adelanto para la "construcción" de un capitalismo de Estado bien controlado, en el que el Gobierno no se ocupará de las pequeñas unidades de producción y servicios, sino que se servirá de ellas y atosigará con impuestos y regulaciones.
En todo esto lo peor es que el general Castro, a diferencia de Fidel, sí consulta con sus allegados. Todo lo que decide el dictador va avalado por el apoyo de la claque militar que lo sostiene. Con Fidel, un disparate suyo a estas alturas habría encontrado ya resistencia, incluso en la propia cúpula, cansada de las idioteces del "Jefe", y eso habría podido crear fracturas en la cúspide del poder. Con Raúl esa fractura parece más difícil.
En resumen, no se vislumbran cambios sustanciales, libertades, o derechos para los cubanos —haya relaciones o no con Washington—, mientras tengan la sartén por el mango los dinosaurios históricos de corte estalinista. Ellos se preparan para lanzar el modelo autoritario raulista con ribetes chinos, fascistas y postsoviéticos que, en forma de "Lineamientos", será presentado en el Congreso del PCC en abril próximo.