La prostitución masculina en la Grecia clásica: Sócrates y su discípulo Fedón de Elis
En la Grecia clásica eran habituales los πόρνοι (pórnoi, 'prostitutos'). Una parte de ellos se dirigía a una clientela femenina. Así, en el Pluto (versos 960-1095), Aristófanes pone en escena a una vieja y a su joven doncel, obligado por la pobreza a mimarla a cambio de dinero contante y sonante, medidas de trigo o vestidos. Sin embargo, la gran mayoría de los prostitutos son para la clientela de hombres adultos. Las ciudades instauran también un impuesto sobre los prostitutos. En uno de sus discursos, el Contra Timarco (I, 74), el orador Esquines puede permitirse describir en el tribunal un burdel masculino; sus clientes no eran ni reprobados por la ley, ni por la opinión pública.
Contrariamente a la prostitución femenina, que moviliza a mujeres de todas las edades, la prostitución masculina está básicamente reservada a los adolescentes. El periodo durante el cual los adolescentes son juzgados deseables se extiende, aproximadamente, desde la pubertad hasta la llegada de la barba, pues la vellosidad de los chicos era objeto de pronunciado asco para los griegos (en este sentido, la depilación constituía una necesidad para los jóvenes adultos que quisiesen practicarla). Igual que su equivalente femenino, la prostitución masculina no es para los griegos un objeto de escándalo. Las casas de citas de chicos esclavos existían no sólo en los 'barrios calientes' del Pireo, del Cerámico o del Licabeto, sino por todas partes de la ciudad.
Uno de los más célebres de estos jóvenes prostitutos es, sin duda, Fedón de Elis: reducido a la esclavitud al ser conquistada su ciudad, debe trabajar en una casa de citas hasta el momento en que es rescatado por Sócrates, quien le hará destacar entre sus discípulos. El joven se convierte enseguida en discípulo del filósofo y da su nombre al Fedón de Platón, narrando la muerte de éste.
¿Qué tipo de relación se estableció entre Sócrates y su discípulo Fedón de Elis?. Probalemente jamás lo sepamos a ciencia cierta porque nada ha quedado escrito. Lo cierto es que el famoso filósofo ateniense constituía la encarnación de la ‘paiderasteia’, como maestro y amante de hombres jóvenes. Además, sus enseñanzas y personalidad han trascendido hasta nuestros días gracias a los diálogos de su pupilo más famosos, Platón, y de las memorias de otro estudiante, Anaxágoras.
Sócrates (nacido el 469 y muerto el 399 a.c.) era considerado el hombre más sabio, así lo había declarado el Oráculo de Delphos. En Symposium y Phaedros de Platón, Sócrates examina como el amor comienza en la pasión erótica de un hombre mayor por un hermoso joven. Esta pasión es un tipo de locura divina, en la que nos olvidamos de nuestras necesidades materiales, actuamos generosamente sin ningún tipo de interés. Y no se limita a lo físico, sino que al amar al joven, el hombre mayor rinde tributo a la belleza filosófica que representa. Así, esta pasión tiene una conexión íntima con la locura de la poesía y la filosofía.
"La belleza del joven nos invita a la consideración de lo universal". Ésta es la esencia de lo que se llama amor platónico. De esta forma el hombre mayor no sólo es el amante del joven, sino también su maestro. Sócrates puede ser considerado el gay más influyente de la historia porque desde la antigua Grecia nos provee de herramientas para entender quiénes somos para identificarnos.
La continencia sexual, en suma, era uno de tantos aspectos del rigor que Sócrates creía indispensable, en todos los aspectos de la experiencia, para alcanzar la plenitud del ser, consistente en el dominio de la mente (psyche) sobre el cuerpo. Lo que no significa, por otra parte, que no amase a los muchachos. Al contrario, Sócrates declara en el Banquete de Jenofonte no recordar un momento de su vida en el que no haya estado enamorado. En el Menón de Platón confiesa no saber resistirse a la belleza. Y esta belleza, está claro, es la de los muchachos: como demuestra, sin posibilidad de equívoco, otro célebre pasaje platónico.
En el año 399 a.c., Socrates fue sentenciado a muerte acusado de corromper a la juventud y de herejía religiosa, en su juicio negó todos los cargos en su contra, y sostuvo que él debería ser honrado como benefactor público por su rol como maestro. Por la injusticia de su acusación, Sócrates decidió no escapar de la prisión, y decidió tomar cicuta (veneno) como última enseñanza moral a Atenas.