El matrimonio entre personas del mismo sexo fue legalizado el pasado viernes por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, a la vez que ha declarado inconstitucional cualquier postura, conducta o ley que atente contra el derecho a la igualdad de los ciudadanos.
En la mañana de ese día, las buenas nuevas ocuparon las primeras planas de los principales periódicos del mundo, sin embargo, la prensa oficial cubana, muchísimas horas después de la gran noticia, se limitó a publicar pequeñas notas informativas que le restan trascendencia a un acontecimiento que, probablemente, refuerce las demandas y las presiones del movimiento LGTBI cubano.
A pesar de la frialdad mediática, en las calles de la isla algunos comienzan a comentar al respecto y hasta se arriesgan con reclamos a un gobierno con un sistema legal en esencia homofóbico, discriminante, excluyente y que se ha quedado rezagado en todos los aspectos, pero más en aquellos relacionados con los más elementales derechos humanos.
“Ojalá algún día Radio Reloj o el Granma nos despierten con una noticia similar”, “Tiene que llegar el día en que podamos caminar por las calles sin temor a que nos agredan”, “Las personas no tienen que esconder sus preferencias sexuales ni se les debe discriminar por ellas”, “El gobierno nos tiene que respetar tal como somos”, “Nuestro gobierno tiene que seguir el ejemplo y hacer lo mismo”, son algunos de los comentarios que un grupo de reporteros de Cubanet ha podido escuchar en las calles, todos como respuesta a las preguntas sobre el impacto inmediato y futuro para Cuba de la ordenanza del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, una nación a la que estamos y estaremos estrechamente ligados tal vez como a ningún otro país en el mundo.
Aprueban matrimonio gay en EEUU y ¿en Cuba? Por Fernando Ravsberg - Havana Times
La reciente aprobación en EEUU del matrimonio entre personas del mismo sexo demuestra que en ese terreno los tribunales del norte son mucho más progresistas que los diputados del Parlamento cubano, los cuales llevan una década sin aprobar el nuevo Código de la Familia porque en este se reconoce el derecho a la unión (ni siquiera el matrimonio) entre personas del mismo sexo.
Mi alegría por lo que semejante avance en los EEUU significa para la dignidad de toda esa comunidad y mi tristeza porque en Cuba, país en el que vivo, se mantienen los prejuicios entre los miembros de la Asamblea Nacional, los mismos que debería luchar contra todo tipo de discriminación.
Tal vez si los debates del Parlamento fueran públicos y se pudiera saber quiénes son los que boicotean el nuevo Código de Familia, las cosas serían muy diferentes. Por ahora ya está el primer voto en contra en la historia de la Asamblea, nada menos que el de Mariela Castro, la hija del Presidente de la República y activista en favor de la comunidad LGBTI, voto que la honra.
“La decisión de la Corte establece que, por imperio de la 14ª enmienda de la Constitución, que garantiza la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, todos los estados están obligados a permitir el matrimonio a las parejas homosexuales”. ¿Reconocerá algún día el parlamento cubano a la comunidad LGBTI como ciudadanos iguales ante la ley?