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De: cubanet201 (Mensaje original) |
Enviado: 06/07/2015 14:59 |
¿Hacia dónde va Cuba?
Las medidas del Gobierno lucen timoratas y no han servido hasta ahora para aliviar las penurias de una sociedad que sigue a la espera de un milagro
Un joven viste una camiseta con la bandera de Estados Unidos en La Habana.
PROMESAS INCUMPLIDAS
Aunque el discurso oficial sigue con su machacona narrativa de un socialismo próspero y sostenible, y el general Raúl Castro repite el eslogan “Cuba es una revolución de los humildes y para los humildes”, la vida real muestra otro camino.
Mientras los mandarines y caudillos con charretera hacen maromas lingüísticas en su intento de vender una supuesta sociedad creada para el pueblo, quienes le trabajan al Estado son los que peor viven.
La gente en la calle percibe que ya son historia antigua los largos discursos de Fidel Castro, los riferrafe verbales con diez administraciones de Estados Unidos, su retórica de epopeya y miedo, la improvisación y economía de bodeguero.
En conversaciones con familiares o amigos, los cubanos suelen juzgar en duros términos los 56 años de castrismo. Aún persiste el temor a levantar la voz y reclamar derechos conculcados. El ciudadano común no tiene madera de mártir. Consideran que no es una buena opción insertarse en la disidencia. Tampoco enrolarse en el partido comunista.
Atrás ha quedado aquella etapa en la cual muchos creyeron en las promesas de Fidel Castro (¡cuántas mentiras, cuántas ilusiones estafadas!), que aseguraba un bienestar superior al de Nueva York y más leche y queso que Holanda.
El socialismo criollo, o lo que se vende bajo ese nombre, provoca una sonrisa forzada en la gente de a pie. “¿Qué socialismo, el que te oferta la hora de internet a un tercio del salario promedio? ¿O para comprarte un auto tienes que trabajar diez vidas? ¿Es éste, el paraíso, tener salarios que no alcanzan para comer ni poder pagar una estancia en un hotel de Varadero? ¿Un país donde la gente no elige a sus dirigentes ni se puede alquilar canales de televisión extranjera o comprar los libros que deseé? La revolución es un engaño.
Lo más triste es que hemos dilapidado nuestros mejores años apoyándola”, dice Sergio, un profesional que no se considera opositor al régimen. Hay desconfianza Raúl Castro enterró cien metros bajo tierra el voluntarismo y el disparate de su hermano Fidel. Apostó por tímidas reformas que han despertado más ilusión entre empresarios y políticos extranjeros que entre los cubanos.
La gente no confía en sus viejos dirigentes que hablan en nombre de la justicia social y la igualdad, pero viven a todo trapo. No rinden cuentas y manejan el dinero público como si fuesen dueños de un casino.
Los cubanos están cansados. De promesas incumplidas, de panoramas idílicos y de un bienestar que nunca llega. Cada recaída después de las quimeras son más profundas.
La retranca del gobierno y sus fobias por la democracia provocan reformas cosméticas, fuertemente controladas, cercadas por gravámenes exagerados y sin mercados mayoristas, un freno para los pequeños negocios.
Para la autocracia caribeña ser rico es un delito. Excepto para el reducido círculo del poder. Nueve años después que Fidel Castro traspasara el poder a dedo a Raúl, algunas cosas han cambiado y mejorado un poco.
Pero se tiene la sensación de que las reformas raulistas se quedan a mitad de camino. Se bordea el pantano, pero no se cruza. Son transformaciones espurias, comedidas y no benefician a la mayoría.
Esos cambios, y otros, eran necesarios, pero se han quedado cortos en su aplicación. El pesimismo irrumpe entre los cubanos. Nadie espera milagros con el gobierno de Raúl. Panorama desalentador Las cosas seguirán de regular a peor. Las señales de humo y la retórica del cambio están diseñados hacia el extranjero. Islotes de inversiones en zonas vedadas para los cubanos, quienes en el mejor de los casos solo aportarán su mano de obra barata.
No existe una vara para medir la ideología del poder en Cuba. Marxismo no es. El estado cobra gabelas increíbles al trabajador privado al estilo de un capo mafioso.
El pueblo solo es dueño de la propiedad en los libros de textos. La plusvalía de los negocios estatales es obscena. La explotación al trabajador, mediante salarios de miseria, deja en pañales a un avaricioso capataz capitalista.
El régimen ralentiza y obstaculiza la expansión de internet para todos a precios módicos. Casi todo es un fraude. Una ventana abierta para recaudar divisas que no se revierten en una mejor calidad de vida.
En la Isla funciona un capitalismo de Estado familiar y militar que de una mordida controla el 80% de los negocios rentables. Las reformas y leyes que alientan las inversiones extranjeras son para beneficiar a esa casta.
En la Cuba republicana, durante el gobierno de José Miguel Gómez (1909-1913), el pueblo puso de moda el lema “El tiburón [el presidente] se baña [roba], pero salpica [ofrece oportunidades]”. Los hermanos Castro, ni siquiera eso.
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¿Hacia dónde va Cuba?
Cuba avanza. Lo bendijo el Papa y le ha puesto el cuño Kim Jong-un. El asunto es que nadie nos aclara hacia dónde
Nadie sabe a derechas hacia dónde va Cuba foto tomada de la internet
Por José Hugo Fernández | La Habana | CubanetCuba avanza. Lo bendijo el Papa y le ha puesto el cuño Kim Jong-un. El asunto es que nadie nos aclara hacia dónde. Porque no hablar claro es decir que avanzamos hacia un neocomunismo con base capitalista, lo que en nuestras circunstancias de caos no podría responder al modelo chino o vietnamita, ni al de ningún país real, sino más bien al de ciertas sectas latinoamericanas (como la llamada Pare de Sufrir), que hoy viven sumidas en el patriarcado más bárbaro, pero felices por la resignación que les sobra y por todo lo demás que les falta.
Congas para celebrar logros contra la homofobia en un país congénitamente homofóbico, donde nada ha cambiado si no es para peor. Noticias sobre nuevos convenios y progresos económicos que jamás se revierten en mejoras para las mesas de los pobres, que somos casi todos. Elogios de figuras sobresalientes del acontecer mundial que nos observan con interés de sindonólogos… Mientras, nuestra gente de a pie, que para nadie cuenta, por más que se inflen los verbos a la hora de hablar sobre lo que necesitan los cubanos, continúa mostrándose olímpicamente ajena, con la actitud de aquel a quien se le dejan floja todo cuanto se diga o se haga en torno a su impasible existencia.
Hubo un momento, con las primeras noticias sobre la reanudación de relaciones Cuba-Estados Unidos, en que pareció que al fin íbamos a despertar de la vieja modorra. Sin embargo, muy pronto, mucho antes que los politólogos, nuestra gente pudo intuir que la novedad no traería sino más de lo mismo. Cincuenta y tantos años de adiestramiento nos han desarrollado el olfato para identificar la burla y las manipulaciones a una distancia infinitamente superior (la de un kilómetro, dicen) en que el macho de la polilla puede oler a su hembra.
Así, pues, en tanto los doctos analistas van y vienen, perdidos en el bosque de los vaticinios, cualquier hijo de vecino en La Habana sabe de buena tinta lo que se necesita saber, o sea que Cuba irá hacia donde el régimen quiera llevarla. Puesto que el nuestro es un destino de barranca sin frenos, cuyo itinerario nos ha sido trazado de antemano, con el dedo del diablo, y sobre el cual nos conducen los pies sin que intervengan las cabezas, al tiempo en que el mundo civilizado aplaude y apuesta, y a nosotros, los únicos dolientes, nos importa un pepino.
Los ‘tarúpidos’ dogmas ideológicos continúan primando sobre la racionalidad económica. El PIB sigue meciéndose sin remedio en el cachumbambé de los retrocesos y las ralentizaciones. El panorama de las importaciones idem: sin encontrar sostén en el crecimiento de las exportaciones. Los economistas y tecnócratas del régimen andan como el carpintero loco, un martillazo sobre el clavo y 99 sobre el dedo. No hallan manera (porque no existe para ellos) de fortalecer el mercado interno con el fin de reevaluar la moneda y potenciar la producción nacional. Ni siquiera se atreven a proponer una ley que afiance la pequeña y mediana empresa privada. La situación financiera es de bomba de tiempo. Incremento de la deuda externa. Insolvencia bancaria. Exceso de liquidez en las calles. Aumento del déficit presupuestario. Nueva inflación a la vista…
Con lo poco que resta luego del derroche y la malversación del dinero ingresado por la exportación esclavista de servicios médicos, y por las remesas y el turismo, más alguna que otra venta de materias primas como el níquel, debe ser importado todo lo que consume el país, que es todo, desde el arroz hasta el papel sanitario. A nuestros caciques no les queda sino abrirse de patas al mercado mundial, pero insisten en hacerlo a su obstinada manera, que es la manera en que únicamente ganan ellos y su parentela, a costa de nuestra desgracia.
No es nada extraño entonces que mientras nadie sepa a derechas hacia dónde va Cuba, sólo nuestra gente de a pie lo tiene claro. Vamos hacia el Medioevo, ¿adónde sino? Y de esta no nos salva Obama, ni la Unión Europea, ni el Papa ni Dios.
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