El triste ocaso de Napoleón:
¿se estaba transformando en una mujer?
El misterio sobre el paradero del miembro viril de Napoleón Bonaparte
El cuerpo del militar francés estaba cubierto por una espesa capa de grasa, su piel era blanca y las espaldas estrechas. Los médicos que vieron su cadáver destacaron la belleza de sus brazos y de sus pechos redondos y sin pelo, «que muchas mujeres hubieran envidiado»
Napoleón en Santa Elena, por Francois-Joseph Sandmann
Por César Cervera Tras el desastre que supuso la batalla de Waterloo, las tropas de la Séptima Coalición se adentraron en Francia a la captura de Napoleón. El 1 de julio, Von Blücher ocupó Versalles y una semana después se restauró la corona de Luis XVIII. En un último intento desesperado,Napoleón trató de huir en barco hacia América, pero fue capturado por los británicos que hicieron oídos sordos a sus peticiones de asilo. El otrora dueño de Europa fue desterrado a la remota Isla de Santa Elena, a cientos de kilómetros de África, donde pasó sus últimos seis años de vida afectado por una extraña dolencia que, según una hipótesis defendida en los años ochenta, pudo estar provocada por un mal glandular.
Bonaparte en el puente de Arcole
Napoleón ya había permanecido desterrado en una remota isla, la de Elba, antes de iniciar los 100 días que terminaron con su estrepitoso fracaso en Waterloo. Sin embargo, las condiciones de su reclusión en Santa Elena fueron mucho más duras y afectaron mucho más a su ánimo.Cautivo de los ingleses, que en el futuro siguieron usando la isla como prisión de figuras políticas, y rodeado de un escaso puñado de seguidores, Napoleón Bonaparte empezó a sufrir de forma constante un dolor en el costado derecho idéntico al que su padre tuvo poco antes de su muerte, oficialmente a causa de un cáncer de estómago. El dolor, que algunos expertos también han apuntado a que pudo ser causado por envenenamiento, fue consumiendo poco a poco la vida de Bonaparte y vino acompañado de otros síntomas.
El síndrome de Zollinger-Ellison Más allá de la hipótesis del envenenamiento o el cáncer de estómago, el doctor Robert Greenblat –especialista en endocrinología– defendió en los años ochenta una curiosa teoría que explicaría el extraño deterioro físico que fue sufriendo el «Gran Corso» en la última etapa de su vida. Su cuerpo fue redondeándose y sus partes genitalesempezaron a atrofiarse, como advirtieron los que posteriormente se lanzaron a la profanación del cadáver. Según defendió este investigador norteamericano en la revista científica «British journal of sexual medicine», a partir de los cuarenta años de edad Napoleón Bonaparte mostró los síntomas de una enfermedad glandular que se conoce como síndrome de Zollinger-Ellison: una especie de transexualización.
El Emperador Bonaparte
El síndrome de Zollinger- Ellison está causado por tumores que, por lo general, están localizados en la cabeza del páncreas y en la parte superior del intestino delgado. Habitualmente, las personas afectadas por estos tumores derivan en neoplasia endocrina múltiple tipo I (NEM I), que provocan graves desordenes hormonales. Como prueba de ello, el doctor Greenblat apunta que en el examen posterior a su muerte se reveló que el cuerpo del Gran Corso estaba cubierto por una espesa capa de grasa, su piel era blanca, las espaldas estrechas, las manos y los pies pequeños, hasta el extremo de que varios forenses quedaron asombrados por la belleza de sus brazos y de sus pechos redondos y sin pelo, «que muchas mujeres hubieran envidiado».
Siendo un hombre de complexión atlética en su juventud y un fogoso amante –especialmente durante la época de su matrimonio con Josefina–, Napoleón empezó en su madurez a coger peso y a desarrollar algunos rasgos femeninos, como denota su escaso pelo facial o su piel extremadamente blanda. Su actividad sexual se redujo sobremanera tras su boda con la emperatriz María Luisa, y empezó a ser víctima de varias dolencias que le acompañaron hasta sus últimos días: letargia (somnolencia prolongada), entumecimiento de las piernas e intensos dolores de estómago.
Repatriación de las cenizas de Napoleón a bordo de La Belle PouleEl duro cautiverio en la isla de Santa Elena, donde pasó los últimos seis años de su vida, no ayudó ni mucho menos a que su estado de salud mejorara. Su última vivienda, Longwood House, era una enorme villa abandonada que se encontraba azotada por un clima insalubre. «Muero antes de mi tiempo, asesinado por la oligarquía inglesa, y su matón a sueldo», escribió Napoleón días antes de su muerte a los 51 años quejándose del trato recibido por los carceleros británicos. Finalmente, el corso falleció el 5 de mayo de 1821 a las 17:49h. siendo sus últimas palabras: «Francia, el ejército, Josefina».
Aunque Napoleón pidió en su testamento ser enterrado en París, los ingleses no quisieron alimentar el mito y ordenaron que el cuerpo no saliera de Santa Elena. Hubo que esperar hasta 1840 para que, a instancias del gobierno de Luis Felipe I, sus restos fueron repatriados a Francia.
El misterio sobre el paradero del miembro viril de Napoleón Bonaparte.
En 1999, un urólogo norteamericano adquirió el que supuestamente fue el pene del emperador francés. Sin embargo, algunos investigadores cuestionan que aquella pieza sea la auténtica, la que un clérigo ordenó amputar por venganza
Hace pocos días un sombrero de dos picos que perteneció a Napoleón Bonaparte (1769-1820) alcanzó el precio récord de 1,89 millones de euros en una subasta. Una prueba más de que la mitomanía por la figura del general francés sigue presente. Pero si alguien demostró devoción por hacerse con algo perteneciente a Bonaparte ese fue John Lattimer. En 1999, este urólogo y coleccionista norteamericano adquirió el que supuestamente era el pene del emperador francés por poco más de 3 mil euros. Detrás de su bajo precio estaban las sospechas de que no se trataba del auténtico miembro viril de Napoleón.
El que fue Emperador de Francia vivió sus últimos días en la isla deSanta Elena. Cautivo de los ingleses y rodeado de un pequeño grupo de seguidores, Napoleón Bonaparte empezó a sufrir un dolor en el costado derecho idéntico al que su padre tuvo poco antes de su muerte, posiblemente a causa de un cáncer de estómago. El dolor, que algunos expertos también han apuntado a que pudo ser causado por envenenamiento, fue consumiendo poco a poco a Bonaparte. El 5 de mayo de 1821 a las 17:49 horas falleció Napoleone di Buonaparte a los 51 años de edad. Según las personas que estuvieron presentes en su lecho de muerte, sus últimas palabras fueron: «Francia, el ejército, Josefina».
Aunque Napoleón pidió en su testamento ser enterrado en París, los ingleses no quisieron alimentar el mito y ordenaron que el cuerpo no saliera de Santa Elena. Más tarde, en 1840, a instancias del gobierno de Luis Felipe I, sus restos fueron repatriados. No obstante, para entonces ya se había abierto la lucha por hacerse con los objetos privados e incluso las partes corporales del general galo. Además del pene, otros restos humanos fueron expoliados del cadáver: entre ellas dos trozos intestinales, adquiridos por el Museo Real del Colegio de Cirujanos de Inglaterra en 1841. Según la versión más aceptada, el día de la autopsia, el cirujanoFrancesco Autommarchi mutiló el órgano por orden del abad Anges Paul Vignali, quien había mantenido una fuerte enemistad con Napoleón durante toda su vida. Al parecer, el clérigo guardaba rencor a «le Petit Caporal» –el apodo que usaban los soldados al hablar de su amado general– por acusarle públicamente de ser impotente. Con la mutilación del cadáver, Anges Paul Vignali buscaba vengarse como si de una broma macabra se tratara. Otra versión, sin embargo, afirma que fue el sacerdote que le dio la extremaunción a Bonaparte quien arrancó el miembro para posteriormente venderlo.
Una pieza de cuatro centímetros El valioso miembro viril permaneció en la familia Vignali durante varias generaciones hasta 1924, cuando pasó a manos del librero estadounidense de A. S. W. Rosenbach, quien a su vez lo llevó al Museo de Arte Francés de Nueva York. En 1999, el urólogo John Lattimer ganó el miembro viril en una subasta organizada por el museo y lo añadió a su macabra colección. Entre sus extrañas posesiones también se contaba el cuello ensangrentado de la camisa de Lincoln y una ampolla de cianuro del nazi Hermann Göring.
En la actualidad, el miembro de Napoleón pertenece al hijo del urólogo,Evan Lattimer, que recientemente lo mostró para un reportaje del «Canal 4» de la televisión inglesa. La pieza es extremadamente pequeña, poco menos de cuatro centímetros de longitud, y en erección «habría alcanzado un máximo de 6,6 centímetros», según las notas de John Lattimer, ya fallecido. Un tamaño condiderado en la categoría de microfalosomia, que concuerda con los problemas de crecimientos aparejados al deorden endocrino que el emperador Napoleón padeció en su infancia.
De hecho, el doctor Robert Greenblat, especialista en endocrinología, defendió en los años ochenta que el «Gran Corso» tuvo problemas hormonales durante toda su vida y pudo fallecer precisamente a causa de un mal glandular que «le estaba transformando en una mujer». Según publicó en la revista científica «British journal of sexual medicine», a partir de los cuarenta años de edad, la figura de Napoleón Bonaparte fue redondeándose y sus partes genitales empezaron a atrofiarse. Pero, dado que existen tantas teorías contradictorias, también podría ser un fraude deslizado por el abad Anges Paul Vignali para mancillar la imagen de Napoleón como gran conquistador de mujeres, y que ese no fuera el auténtico pene. El general francés, originario de Córdega, se casó dos veces y tuvo un hijo. Además, su fama de incansable amante y seductor de mujeres de alta alcurnia, casi siempre casadas o comprometidas, ha quedado intrínsecamente vinculada al personaje histórico, junto al sombrero de dos picos y la mano en el estómago.
Así y todo, el expolio de los restos de Napoleón no fue un hecho aislado en la historia, sin ir más lejos la devoción por las reliquias de santos desató verdaderas disputas durante la Edad Media. En la actualidad, muchos restos de personajes históricos engrosan colecciones por todo el mundo, así es el caso de los ojos de Albert Einstein, guardados en formol en una caja fuerte en Nueva York, o el dedo de Galileo Galilei, en el Museo de la Historia de la Ciencia, en Venecia.
César Cervera
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