Uno de los secretos mejor guardados por el Gobierno a los cubanos es la deuda contraída con el Club de Paris.
Dicho club, fundado en 1956, es un foro informal de acreedores oficiales de los 16 países más ricos del mundo. Su función es coordinar formas de pago y renegociación de deudas.
El conflicto del Gobierno cubano con el Club de París se originó en 1985, cuando Fidel Castro tomó la decisión unilateral de congelar los pagos pendientes a ese grupo de países acreedores.
El monto de la deuda ascendía en aquel entonces a 6.000 millones de dólares.
Fidel Castro, que gobernaba como un déspota omnímodo, inconsultamente, aprovechó la por él promovida reunión internacional sobre la deuda externa, celebrada en el Palacio de las Convenciones de La Habana, el 3 de agosto de 1985, para afirmar que la deuda era "impagable".
Fue un dislate, típico de un gobernante irresponsable, tirar a la basura los compromisos contraídos por su Gobierno de pagar el dinero que le habían concedido en calidad de préstamos.
Han transcurrido 30 años. Por no honrar el pago de los servicio de la deuda y los intereses acumulados, al finalizar 2014 el Gobierno cubano le adeudaba al Club de París la muy respetable cifra de 15.000 millones de dólares. O sea: cada cubano le debe al Club de Paris 1.334 dólares
Hoy todo parece indicar que a pesar del proclamado apego a las alocadas enseñanzas de su respetado Comandante en Jefe, los actuales gobernantes cubanos no están dispuestos a seguirlas al pie de la letra.
El pasado mes de marzo, de manera subrepticia, estuvo en La Habana el jefe del Club de París, Bruno Bezard. La visita estuvo enfilada a negociar con las autoridades cubanas una solución sobre el pago de la deuda. Las conversaciones fueron llevadas a cabo de manera bastante secreta.
El Gobierno del General Raúl Castro está urgido de atraer capitales y tecnología para revertir el desastroso estado de la economía nacional. La Ley 118 de Inversiones Extranjeras, puesta en vigor el 16 de abril de 2014, hace más expedita la búsqueda de socios extranjeros para que inviertan en Cuba, sin muchos contratiempos ni trabas burocráticas.
Todo indica que La Habana se quiere quitar de manera definitiva de encima el pesado fardo de ser un gobierno que incumple sus compromisos internacionales.
Fidel Castro, al dejar de honrar sus obligaciones de pago, propició que se le cerraran a Cuba todas las puertas de los bancos especializados en el otorgamiento de crédito en condiciones ventajosas.
Los empresarios extranjeros radicados en Cuba, al ver la arbitraria retención del pago de sus ganancias, suspendieron sus actividades, cerraron sus empresas y se retiraron definitivamente a sus países.
En 2002 funcionaban en Cuba 400 empresas mixtas y contratos de asociación de administración en la hotelería, la producción y los servicios. En 2011 solo quedaban 160 empresa mixtas, y los contratos de administración internacional sumaban 75. En conjunto, para esa fecha, solo funcionaban en Cuba 235 firmas extranjeras. Es decir, en un periodo de nueve años el Gobierno cubano desactivó un total 165 empresas extranjeras.
Todavía se siente el negativo impacto que tuvo en la economía nacional el retroceso en la inversión extranjera.
La desconfianza reina entre los empresarios foráneos ante la nueva Ley de Inversiones. Tienen que pensarlo cien veces antes de decidirse a invertir en Cuba. Todavía perdura en ellos la incertidumbre. Y el principal responsable de que esto suceda es Fidel Castro.
Ahora, para vencer esa desconfianza, el Gobierno cubano se esfuerza en mostrar que cambió y que hay en marcha una apertura al capital extranjero.
El Gobierno ha logrado reestructurar las deudas pendientes y la condonación de buena parte de ella. China decidió reducirla al 42,3%, y lo restante lo dio como inexistente. Japón decidió condonar el 80%. México y Rusia condonaron el 70% y el 90%, respectivamente. Así, La Habana se ahorra miles de millones de dólares que no tendrá que abonar a esos países. Sin lugar a dudas, resulta un sustancial alivio a las arcas cubanas y le proporciona un mayor campo de maniobra en su política de atraer capitales extranjeros en un ambiente de mayor confianza.
El Gobierno tiene que borrar la imagen negativa que se ha ganado en la arena internacional como pagador moroso, reacio a honrar los compromisos financieros contraídos.
El tema de la deuda externa pendiente de pago nunca ha sido objeto de debate público por parte del Gobierno o por el virtual parlamento que dice representar los intereses del pueblo. La ciudadanía ha estado siempre ajena a este importante asunto, que le toca tan directamente, y sobre el que ha primado un total y absoluto secretismo.
Habrá que esperar a ver si los pasos que ha dado últimamente el Gobierno de Raúl Castro en relación con la negociación de la deuda —de cara a obtener de los acreedores internacionales los urgentes créditos que necesita para el despliegue de la estancada economía nacional—, significarán el fin del secretismo y la prevalencia de la trasparencia.
De materializarse esto, mandaría una positiva señal de que tiene la voluntad de ir hacia adelante y dar pasos hacia los urgentes cambios que la economía cubana pide a gritos.
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Club de París evalúa en La Habana el monto real de la deuda de Cuba
Las dos partes están determinando la cantidad exacta de la deuda y los intereses que Cuba debe a cada acreedor, un requisito previo para las negociaciones reales.
El jefe del Club de París de naciones acreedoras se reunió el viernes con funcionarios de finanzas de Cuba, en lo que catalogó como una visita oficial sin precedentes a La Habana para discutir la deuda de la isla de Gobierno comunista.
Después de que las conversaciones se habían estancado en el 2000, los acreedores y Cuba han actuado con rapidez durante el pasado año en las negociaciones sobre una deuda total que el presidente del Club de París, Bruno Bezard, estima entre 15.000 millones de dólares y 16.000 millones de dólares, y donde Francia es el mayor entre los 15 acreedores.
Bezard, quien es también director general del Tesoro francés, dijo que creía que su visita es la primera que hace a Cuba un líder del Club de París.
Las dos partes están en el proceso llamado de reconciliación para determinar exactamente la cantidad de la deuda y los intereses que Cuba debe a cada acreedor, un requisito previo para las negociaciones reales.
"Hemos avanzado rápido. Por la parte de Cuba y por la parte de los acreedores existe una voluntad de llevar a cabo este trabajo", dijo Bezard en una conferencia de prensa en La Habana.
"Vamos a cerrar la reconciliación dentro de unas pocas semanas, y después de algunas semanas o meses más tarde tendremos una negociación", agregó.
Cualquier acuerdo con el Club de París reduciría significativamente la deuda de Cuba, mejoraría su reputación en los mercados financieros y permitiría que se emita una nueva deuda.
Hace aproximadamente un año, Cuba y el Club de París reanudaron las conversaciones, en una señal de que el gobierno comunista estaba interesado en insertarse en la economía global y seguir las reglas de las finanzas internacionales.
Esas conversaciones se pusieron en marcha, mientras que, a espaldas de la mayoría del mundo, Cuba también participó en negociaciones secretas con Estados Unidos para restablecer las relaciones diplomáticas.
El Club de París es un grupo informal de 19 países acreedores: Australia, Austria, Bélgica, Gran Bretaña, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Irlanda, Italia, Japón, Países Bajos, Noruega, Rusia, España, Suecia, Suiza y Estados Unidos.
En 2013 México condonó a Cuba el 70% de una deuda de alrededor de 500 millones de dólares.
Un año después, en julio del 2014 el presidente ruso, Vladímir Putin, firmó una ley que condonaba el 90% de la deuda de más de 35.000 millones de dólares que Cuba había contraído con la Unión Soviética.
El Convenio Intergubernamental estableció que el 10% restante, que asciende a 3.500 millones de dólares, serán inversiones rusas en Cuba.