Enrique de la Osa y las consecuencias de dirigir Bohemia
¿Cómo aquel hombre inteligente y talentoso, amante de la libertad, pudo soportar el cargo de director de una revista cuyo propietario era -y es todavía- un dictador?
De derecha a izquierda los periodistas Luis Gómez Wangüemert, Conchita Fernández, entonces
secretaria de Fidel Castro, Enrique de la Osa, Nicolás Guillén y Tony de la Osa (foto de Bohemia)
Por Tania Díaz Castro | La Habana, Cuba | No es la primera vez que escribo sobre Enrique de la Osa -1909-1997-, uno de los periodistas más emblemáticos de la República cubana y un caso sui géneris del régimen castrista. Algo único en su tipo porque Enriquito -así le llamaban muchos de los que trabajamos a su lado en la popular Revista Bohemia- todavía es hoy un enigma muy difícil descifrar.
Cargó con el cargo de director de Bohemia a partir del mes de julio de 1960, porque no le quedó más remedio. Si lo consideró como un castigo o no, como un compromiso diabólicamente ineludible, habrá que preguntárselo en ¨el más allá¨, a donde marchó a los 88 años de edad sin decir una palabra sobre el asunto, aunque ni falta hace ya.
En varias ocasiones escuché decir que Enrique se había curado del mal del alcoholismo a partir de 1971, justamente cuando se liberó al fin del yugo de Bohemia y cuando a sus 70, cayó en brazos de una dibujante y hermosa joven mulata amiga mía -Xiomara se llamaba o se llama-, quien le dio un par de hijos preciosos que tuve el gusto de conocer a la entrada del cine Cinecito, en Centro Habana, de manos de su viejo papá.
Desde aquella tarde de los años ochenta, cuando nos encontramos por casualidad, después de diez años sin vernos, no puedo olvidar el rostro de Enrique: feliz, despejado de toda preocupación y tal vez rejuvenecido. Con el orgullo más grande del mundo me presentó a sus hijos, casi en la edad de la pubertad y pude ese día darme cuenta de que no era el mismo que yo había conocido, siempre ebrio en su despacho de Bohemia, aunque hábil en el control de su conducta.
Su tragedia personal todos la habíamos conocido, sobre todo por aquellos días de agosto de 1969, cuando se supo el suicidio de Miguel Angel Quevedo en Venezuela y a Enrique se le vio muy nervioso, más ebrio que nunca.
¿Se habrá sentido traidor a su jefe y amigo de tantos años? ¿Acaso había dejado de pensar como cuando escribió un artículo durante la dictadura de Batista, titulado ¡Basta ya de Mordaza!?
En ese artículo había denunciado la falta de libertad de expresión: ¨…cómo se multiplicaban las ¨agresiones oficiales¨ contra el derecho ciudadano, básico de la República, a emitir francamente el pensamiento y a rendir noticias al público. Las prerrogativas civilizadas que las Naciones Unidas estamparon en su Carta Histórica y que todo gobierno cubano viene obligado a respetar, por su responsabilidad intrínseca como perteneciente a esa asamblea universal de estados¨.
Siempre me he preguntado cómo aquel hombre inteligente y talentoso, amante de la libertad, pudo soportar el cargo de director de una revista cuyo propietario era -y es todavía- un dictador.
Enrique de la Osa no podía irse al exilio, como había hecho Miguel Angel Quevedo el 16 de julio de 1960, al año exacto del triunfo revolucionario de Fidel Castro. Cuando se supo la noticia, de inmediato Fidel se personó en su Bohemia -ya era suya- y Enrique, ese ser aventurero, quisquilloso, amante del trabajo, excéntrico, atractivo físicamente, franco, seguro de sus méritos, un Quijote que movía cielo y tierra para conquistar su ideal, aceptó la propuesta del jefe guerrillero, armado éste hasta los dientes y rodeado de una escolta más armada aún.
¿Quién iba a decir que no? Además, como bien había aclarado Quevedo antes de morir, Enrique estaba demasiado ligado a las mentiras y exageraciones que se escribían en la sección En Cuba, sobre lo que ocurría en la calle durante la clandestinidad de los años cincuenta, había contribuido grandemente a crear la figura de Fidel, un claro resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez y había inventado ¨los 20 mil muertos¨ víctimas de la dictadura batistiana.
ACERCA DEL AUTOR Tania Díaz Castro nació en Camajuaní, Villaclara, en 1939. Estudió en una escuela de monjas. Sus primeros cuatro libros de poesía fueron publicados por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y dos por Linden Ediciones Line Press y ZV Lunaticas. A partir de 1964 trabajó como reportera en revistas y periódicos de Cuba y escribió durante ocho años guiones de radio en el ICRT entre 1977 y 1983 y en 1992 y 1993, cronicas sobre la historia de China en el periódico Kwong Wah Po, del Barrio Chino de La Habana. En 1989 y 1990 sufrió prisión por pedir un Plebiscito a Fidel Castro. Comenzó a trabajar en CubaNet en 1998 y vive con sus perros y gatos en Santa Fe, comunidad habanera.
La Más Grande de Cuba, Rosita Fornes en la portada de Bohemia
|