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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 22/07/2015 17:34
No hay libros gays. Pero...
El chileno Pablo Simonetti, autor de 'jardín', charlará en Cartagena sobre activismo LGTB con Eduardo Mendicutti.
  
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Robert de Montesquiou, el modelo del Barón de Charlus de Proust.
       Por Luis Alemany / Madrid
Cualquier libro escrito por un autor homosexual y que hable sobre personajes homosexuales ¿es un libro activista? Pablo Simonetti, escritor chileno, autor de 'La soberbia juventud', 'Madre que estás en los cielos' y la reciente 'jardín' , llegó ayer a Cartagena para participar en el festival La Mar de Músicas, que tiene a Chile como país invitado. Hoy trabajará con un puñado de alumnos en un taller de escritura y, por la tarde participará en un charla con Eduardo Mendicutti "sobre el papel que desempeñan en el activismo gay los escritores best sellers" en la que, seguramente, se responda a eso del activismo. La asociación Galactyco aparece en la firma de la convocatoria.

Y eso que Simonetti dice que él no es un autor de best sellers y que lo del activismo se lo tendría que pensar.

"Yo me siento un escritor al que, llegado un punto dado, le tocó ser también activista. La literatura me había dado una voz, un espacio en los medios, la confianza de mis lectores. Había colaborado con organizaciones LGBTI en temas puntuales, pero no me había involucrado en la acción política. Hasta que se dio una coyuntura durante el Gobierno de Piñera, cuando los partidos conservadores frustraron el intento de impulsar el proyecto de unión civil en la discusión parlamentaria. Ahí saqué la voz en un par de entrevistas que tuvieron resonancia y antes de que me diera cuenta, la Fundación Iguales, de la que soy fundador y de la que fui su primer presidente, había tomado una fuerza enorme, instando a la gente a salir la calle en apoyo a nuestra causa y despertando los deseos de colaborar de un numeroso voluntariado".

"Durante dos años", continúa Simonetti, "me la pasé en reuniones con políticos, en sesiones del Senado y la Cámara de Diputados, en charlas y entrevistas. Con la ayuda de un directorio y un equipo de trabajo, me esforcé para marcar el estilo abierto, profesional y colaborativo de la fundación, hice cuanto pudimos por responder a la enorme cantidad de instituciones públicas y privadas que, de pronto, se dieron cuenta de su ignorancia respecto de la diversidad sexual y de la necesidad de superarla. Fueron años de levantadas temprano y reuniones hasta tarde, de enfrentar situaciones complicadas. Y aunque fue, y sigue siendo, mi causa, a la que me entregué por entero, extrañaba la literatura, echaba de menos estar sentado a mi escritorio, abstraído, pensando en mis personajes. Ahora he vuelto a mis cuarteles literarios, tanto que he publicado dos novelas en dos años, y he recuperado la paz de saber que estoy en el lugar que me corresponde. Sigo como director de la fundación, de vez en cuando realizo alguna vocería, pero en lo esencial he recuperado el tiempo para mí y mi escritura, lo que me tiene muy contento: desde este lugar puedo hablar con plena libertad y dedicar mi tiempo a lo que de verdad me apasiona".

Un enemigo en casa
De lo que se deduce que, en el fondo, eso de tener 'una causa', por justa que sea, es como tener un enemigo escondido en la agenda del día. Cualquiera se imagina que, cuando alguien es un escritor y es homosexual, tiene que decidir si le da un valor de activismo a sus libros y a su figura pública. Y que hay tantos buenos motivos para decidir que sí como los hay para decidir que no. ¿Es así? "Una novela no puede tener un fin activista, porque necesariamente el activismo simplifica las cosas, las vuelve eslóganes, 'ideas fuerza', como les gusta llamarlos a los comunicadores hoy en día. Cuando se escribe una novela, ni siquiera uno sabe lo que está contando, es un proceso de descubrimiento, en el que te enfrentas a tus miedos, fantasmas, a sus obsesiones, a sus fantasías, a todo aquello que en la vida pública resulta sospechoso. Las novelas son indagaciones, un intento de escuchar ondas de periodo más largo, de atender a lo universal y mítico que hay en nuestra memoria. El activismo está atado a la actualidad, corre detrás de los hechos que impactan a la opinión pública, intentando ganar un nuevo espaldarazo, se vuelve un discurso, o quizás en un largo ensayo que con astucia se adapta a las veleidades de cada día".

En cambio, Mendicutti, el compañero de aventuras de Simonetti esta tarde, en Cartagena, dice que un activista es, más casual y más llevadero que un militante. Una especie de 'dejarse caer'. "Las obras de Eduardo Mendicutti,de Luis Antonio de Villena, de Vicente Molina Foix, de Luisgé Martín, en España, han tenido gran responsabilidad en la apertura del campo, en imaginarnos como una sociedad diversa", cuenta Simonetti. "Almodóvar sin duda fue fundamental. En Chile, Lemebel desde la resistencia y yo desde la inclusión hemos hecho nuestra parte. Y Jaime Bayly claro, que rompió esa burbuja de hipocresía que, a este respecto, era la clase dominante peruana".

Bayly, sí. El nombre de Bayly nos lleva a los lectores heterosexuales que, cuando llegaron las primera novelas del escritor peruano, decían, decíamos: "es todo muy maricón pero te ríes". ¿Qué pasa con los lectores homosexuales? "Me parece que el proceso de inclusión ha sido el mismo al que debió sobreponerse la literatura 'femenina'. Una vez superados los prejuicios, te das cuenta de que el arte literario es uno solo y que depende nada más de la grandeza del artista y no de su género ni de su orientación sexual".

 
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