La esperanza de una boxeadora cubana
Para gustos colores y para colores las flores, digo yo..
La boxeadora cubana Namibia Flores entrenando bajo la dirección del técnico Eric “El Tigre” Castaños en su gimnasio de Coconut Grove, el 22 de julio. | Fotos: Héctor Gabino el Nuevo Herald
Por Jorge Ebro * Namibia Flores siente un extraño placer al describir la manera en que suele lanzar sus golpes. Cuando comienza a combinar rectos con ganchos, la cubana se transporta a otro mundo, a un sitio donde no existen problemas y que en su caso es lo más cercano al paraíso.
Pero a Flores, de 39 años, ese paraíso se le ha negado en el mundo de las cosas tangibles, pues en su Cuba natal el boxeo femenino se encuentra en un limbo del que nada ni nadie quiere ocuparse, bajo el pretexto de que las mujeres no debieran subir a un cuadrilátero. “Eso está en estudio”, siempre le decían. “Tendrás que esperar”.
Ella, sin embargo, no está dispuesta a esperar más por un sueño que podría demorarse más allá de su propia vida y decidió dar un paso trascendental: convertirse en la primera boxeadora profesional cubana.
“He visto mucho boxeo femenino y creo que tengo lo necesario para imponerme, para brillar”, apuntó la mujer nacida en Cárdenas, pero que desde niña vivió en La Habana. “No quiero ver cómo se me va el tiempo. Hice todo lo posible por representar a mi país en los amateurs. Ahora quiero mi pedazo de gloria en lo profesional”.
Todavía le restan detalles por definir, pero ya posee un equipo de managers y promotores que esperan verla debutar en los Estados Unidos en un plazo de tres meses, cuando se encuentre en óptimas condiciones.
Flores y su gente han diseñado un ciclo de entrenamiento muy peculiar con fases de preparación en la capital cubana y momentos para pulir detalles técnicos semanas antes de cada pelea en Miami, bajo la dirección del técnico Eric “El Tigre” Castaños.
“Lo poco que he hecho en un gimnasio con ella y lo que he visto me convencen de que estamos ante una fuera de serie”, indicó Castaños. “Su pegada es algo fuera de lo común. Por mis manos han pasado muchos boxeadores, algunos no pegaban tan duro como ella”.
Desde su callada potencia, Flores era una suerte de leyenda en su tierra, la chica que estaba llamada a cambiar las reglas impuestas desde hacía mucho tiempo y apuntalada por la fallecida dirigente Vilma Espín, esposa del actual gobernante Raúl Castro y una “histórica” de la cúpula dirigente.
Espín, desde su puesto de presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, había puesto un pare a todas las insinuaciones para abrir una ventana al boxeo femenino, y en el 2009 Pedro Roque, por ese entonces entrenador de la escuadra nacional, declaraba que “las mujeres cubanas nacieron para ser bellas, no para ser golpeadas en el rostro”.
A pesar de que el boxeo femenino ya era una realidad en otras partes del mundo y comenzaba a formar parte del panorama olímpico, en Cuba —a pesar de no estar prohibida su práctica— era inexistente como deporte de pleno derecho, en un país que se jactaba de romper todas las barreras raciales y de género.
Flores, por su parte, no se desanimaba. Su paso por el Tae Kwon Do primero y por el Judokickboxing después, fueron apenas fases antes de caer rendida a los pies del boxeo, y cada vez que podía se iba a la sala Rafael Trejo, en la capital, para entrenar, aprender las combinaciones, los movimientos de pies, y sobre todo, a acunar ese deseo incombustible de subir a un ring.
Poco a poco se fue convirtiendo en una leyenda. Boxeaba con hombres, con mujeres que venían del extranjero y su historia se hizo tema de un documental “Boxeadora”, producido por la estadounidense Meg Smaker, que ganó varios premios en festivales internacionales de cine.
“Una mujer desafía la prohibición de Fidel Castro en el boxeo femenino para seguir sus sueño de gloria olímpica y convertirse en la primera boxeadora cubana”, aseguraba el cartel de promoción de la película, pero ahora Flores tiene claro que el ideal olímpico forma parte del pasado.
Por el momento se trata apenas de una decisión y de un primer paso, pero Flores entiende que no hay marcha atrás y, entre golpe y golpe se imagina convertida en campeona del mundo para darle a Cuba en el ámbito profesional lo que se le negó en el amateur.
“Sí, me veo entre las grandes del boxeo, compitiendo de tú a tú, porque tengo las ganas, el hambre, la pasión de demostrar que lo muchos todavía desconocen”, recalcó Flores. “Cierro los ojos y me veo reconocida en mi patria, por mi gente. Entonces ya soy campeona, aunque me falte la corona”.
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