La contagiosa sonrisa de Francisco Gattorno
Al actor lo mueve el arte y el romanticismo, y no sólo de la boca para afuera. Escoge sus proyectos con pinzas. Como si se tratara de la entrega que hace un viajero cada cierto tiempo, quiere que sus obras tengan sentido para el público y para él, ya que ésa en su forma de liberarse
Francisco Gattorno un cubano que triunfa en tierras de libertad
POR CAMILA MENDOZA
Parece más que una coincidencia. Nuevamente comparto este café con un cubano, que curiosamente que ha llegado al medioevo de su vida.
Esta vez es Francisco Gattorno quien me recibe en su camerino a pocos minutos de finalizar la exitosa obra teatral Belleza del Padre. Una magistral puesta en escena de Nilo Cruz en la que el actor cubano interpretó a Emiliano, un homosexual que vive inserto en un torbellino de pasiones.
Tras bajar el telón Francisco reflexiona con un rostro despejado, sano y con una alegría que emociona: “Cuando trabajo en algo, es porque estoy totalmente enamorado de lo que hago”, me dijo para explicar su rozagante semblante.
“Si no me gusta el trabajo no pierdo el tiempo haciéndolo. Esa es la mejor forma de no martirizarse. Por eso trato de buscar siempre proyectos que tengan que ver con mi forma de ser y mi forma de pensar. Desafíos profesionales que me dejen buenos sabores de boca y me den alegría de vivir. De eso se trata”, agregó sonriendo.
Mientras la mayoría de los actores de televisión luchan por disputar los cotizados roles de galán en los melodramas de moda, Gattorno apuesta por contar historias que valgan la pena. Y busca hacerlo de manera inteligente y casi artesanal. Como en esta obra en la que interpretó a un gay intelectual, alejado de las caricaturas y manierismos con los que se suele retratar a estos personajes.
“Los homosexuales son gente que en el mundo entero siempre han sabido ir a la vanguardia en las artes. Me inspira retratarlos porque son personas frágiles, pero a la vez muy fuertes porque tienen la valentía de enfrentar la vida sin sentirse marginados y siempre buscando ser ellos mismos”, señaló.
Al actor lo mueve el arte y el romanticismo, y no sólo de la boca para afuera. Escoge sus proyectos con pinzas. Como si se tratara de la entrega que hace un viajero cada cierto tiempo, quiere que sus obras tengan sentido para el público y para él, ya que ésa en su forma de liberarse.
“Actuar es lo que me dio la posibilidad de soltar todos los demonios que tenía adentro. Todos los seres humanos cargamos con demonios pero no todos tenemos la capacidad de dejarlos ir. Yo tengo una gran suerte de poder pararme en un escenario y liberarme”.
Enamorado de la lectura, “y de los libros de papel”, recalcó. Francisco cuenta que quedó fascinado con La civilización del espectáculo, de Mario Vargas Llosa, y vibra cuando se trata de hablar de cine.
El argentino Jorge Luis Borges, quien mientras más ciego mejor veía el mundo, solía decir que había dos clases de lectores: aquellos que leían para evadirse de la vida que les había tocado y los que buscaban el mundo al que pertenecían. En el caso de Francisco me cuesta reconocerlo en uno de estos grupos.
Se ve más bien que es un cazador de mitos y tesoros, que junta sus armas de cinéfilo y años de obsesión para sintetizar en pocas palabras lo mejor de su oficio y personalidad.
“Soy un hombre chapado a la antigua. No uso redes sociales, sigo pensando que siempre será más privado escribir una carta y entregarla personalmente a alguien. No me gusta estar frente a una computadora. Y es que no tengo tiempo para eso”, confesó.
¿Para qué queremos la cultura? “Para hacer más comprensible el infinito” escribió el italiano Umberto Eco. Esa fue su forma de decirnos que necesitamos una guía para no tener que decidirlo todo, y que alguien allá afuera nos ayude a discriminar.
Francisco es de esos artistas que ayuda a discriminar, y al despedirme le agradezco por eso.