La Iglesia, el Papa Francisco y Cuba
POR JOSÉ AZEL Hace ochocientos años la Carta Magna estableció los fundamentos de las libertades individuales, el Estado de Derecho, y límites al poder absoluto de los gobernantes.
El Rey Juan de Inglaterra regía por el principio de “fuerza y voluntad” y creía que como gobernaba por derecho divino no había límites a su autoridad. Pero el Rey, desesperado por ayuda financiera, fue forzado por los barones, a cambio de su ayuda, a firmar el documento limitando sus poderes.
El Rey apeló entonces al Papa Inocencio III, quien rápidamente se pronunció a favor del Rey, declarando que la Carta Magna era “no solamente vergonzosa y humillante, sino también ilegal e injusta”, y consideró el documento “nulo y carente de toda validez para siempre”. Así, desde el comienzo simbólico del conflicto entre los derechos individuales y la autoridad ilimitada, la Iglesia se puso de parte de la autoridad. Posición que, con notables excepciones, continúa caracterizando la conducción de los asuntos Iglesia-Estado.
A pesar de la anulación “para siempre” del Papa, el espíritu de la Carta Magna pervivió y sus principios están consagrados en nuestra Declaración de Independencia, Constitución, Carta de Derechos, y en los corazones y mentes de todos los que aman la libertad.
Anteriormente este año el Papa Francisco recibió cálidamente al general Castro en el Vaticano, y en septiembre viajará a Cuba, convirtiéndose en el tercer pontífice en visitar la isla, después de las visitas de Juan Pablo II en 1998 y de Benedicto XVI en 2012. ¿Qué podemos esperar?
En términos políticos el Papa Francisco encabeza un estado autoritario –una teocracia oligárquica– donde solo la aristocracia –los Príncipes del Colegio de Cardenales– participan en la selección del soberano. Esta estructura engendra una afinidad con el autoritarismo manifestado por el Papa Inocencio III anulando la Carta Magna. El Papa Francisco también ha dejado pistas sobre su pensamiento político y económico con relación a Cuba.
En 1998 el entonces Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Jorge Mario Bergoglio (hoy Papa Francisco) fue el autor de un libro titulado Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro. Según mi lectura de la compleja prosa del Papa, él favorece el socialismo sobre el capitalismo siempre y cuando incorpore el teísmo. Él destaca la afirmación de Fidel Castro de que “la doctrina de Karl Marx esta muy próxima al Sermón de la Montaña”, y ve el sistema cubano en armonía con la doctrina social de la Iglesia.
Siguiendo la tradición de la Iglesia condena las sanciones económicas de EEUU, pero el Papa Francisco va mucho más lejos: utiliza la inexacta acusación cubana del término “bloqueo” y se hace eco de los alegatos del gobierno cubano. Prosigue con una fuerte crítica del libre mercado destacando que “el neoliberalismo capitalista, modelo en el que se subordina al ser humano, condicionado el desarrollo de los pueblos a la fuerza pura del mercado… entonces, la humanidad asiste a un cruel escenario donde se cristaliza el enriquecimiento de unos pocos merced al empobrecimiento de muchos”.
Este lenguaje recuerda el movimiento de la “Teología de la Liberación” desarrollado en América Latina en la década de 1960 y que se entrelazó mucho con la ideología marxista. La Teología de la Liberación, fundada por el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, constituyó los fundamentos intelectuales que, con apoyo cubano, sirvieron para orquestar “guerras de liberación nacional” en todo el continente.
Juan Pablo II y Benedicto XVI censuraron la Teología de la Liberación, pero en 2013 el Papa Francisco recibió al padre Gutiérrez en una “visita estrictamente privada”. Después de la misma, en una aparente exoneración de la Teología de la Liberación, L'Osservatore Romano, periódico semioficial del Vaticano, publicó un ensayo declarando que con la elección del primer papa de América Latina la Teología de la Liberación no podría “permanecer en las sombras a las que ha sido relegada por varios años…”
En su libro el Papa Francisco habla de una “solidaridad compartida” pero, como el rechazo del Papa Inocencio III a la Carta Magna, esa solidaridad parece estar con la ilegítima y no democrática autoridad en Cuba y no con el pueblo. Eso es trágico, porque durante las guerras de independencia la Iglesia también se alineó al lado de la Corona española y no con los mambises cubanos luchando por la libertad. Cuando Cuba ganó su independencia de España muchos cubanos en la nueva nación veían a la Iglesia como un enemigo.
En su visita de septiembre el Papa Francisco tendrá la oportunidad de poner inequívocamente a la Iglesia del lado del pueblo. Si no lo hace, se repetirá la historia. Cuando termine la pesadilla totalitaria, la jerarquía eclesiástica será acusada por el pueblo como defensora del opresivo régimen castrista. Y los cubanos, como hicieron después de la independencia, verán a la Iglesia habiendo estado otra vez del lado equivocado de la historia.
NOTA : Estoy en deuda con Diego Trinidad, César Vidal, Andrés Oppenheimer, Julio Shiling, José Benegas y otros, por ideas reflejadas en este artículo. Investigador Senior en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, y autor del libro Mañana in Cuba.
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