El patrimonio monumental de la isla de Cuba
Por Olga Connor / Especial para El doctor Alberto Sánchez Bustamante, fundador en 1994 de Herencia Cultural Cubana, y presidente de esta asociación, cuyo objetivo ha sido denunciar el saqueo patrimonial de Cuba, presentó hace varias semanas al arquitecto Gustavo Fernández Araoz, quien impartió una conferencia sobre La Habana, su futuro y su reconstrucción.
Al mismo tiempo se dio a conocer la revista Herencia en su edición Vol. 21.1, dedicada al 500 Aniversario de la Fundación de la ciudad de San Cristóbal de La Habana. El evento se llevó a cabo en la Casa Bacardí del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, en Coral Gables.
Araoz visita Cuba frecuentemente para catalogar y apreciar las necesidades de conservación de sus monumentos en nombre de la Asociación ICOMOS. Fundada en el año 1965 en Varsovia (Polonia), ICOMOS es una asociación civil no gubernamental, ubicada en París, relacionada con la ONU a través de la UNESCO. Sus siglas significan Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Histórico Artísticos y es responsable de proponer las ciudades y bienes para que se consideren Patrimonio Cultural de la Humanidad. Su objetivo es aconsejar sobre la tecnología que se puede usar para la conservación, protección y valorización de monumentos y sitios de interés cultural en el mundo entero.
Aunque el objetivo que tenía la conferencia de Araoz era discutir la idea de ayudar a los cubanos dentro de la isla encargados de la conservación para mantener y restaurar los monumentos patrios, en la reunión se ocasionaron verdaderas discusiones por algunas de sus afirmaciones, que implicarían una colaboración con esos especialistas.
Pero es que Araoz pronostica un futuro incierto para nuestro legado cultural de La Habana y de Cuba en general si no tomamos cartas en el asunto. No está pensando en la reconstrucción, en realidad, sino en el rescate de obras en precario estado. Debido a los cambios en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, explicó, las preocupaciones sobre la arquitectura cubana y los monumentos se agudizan.
“Aparte de cómo cada uno de nosotros juzguemos la apertura con Cuba, una cosa es innegable: nos abre la puerta para cooperar sobre algo muy precioso que nos pertenece a todos, que es el legado construido que dejamos en Cuba”, dijo Araoz. “Yo diría más aun, la apertura de relaciones nos exige apoyar y participar en la conservación de ese patrimonio que reclamamos como nuestro y del cual fuimos apartados de manera forzosa por tanto tiempo”.
El conferenciante consideró que el patrimonio abarca más que los grandes monumentos, incluye elementos industriales, como el Central Hershey, famoso ingenio azucarero al noreste de La Habana, y también las obras arquitectónicas del movimiento moderno del siglo XX que han sido tan abandonadas, especialmente las mansiones particulares.
En todas partes hay grupos que quieren destruir para construir, y mientras más riqueza entra en una ciudad, más difícil se hace la conservación, dijo Araoz. Son los developers, arquitectos y alcaldes, que prefieren construir y aumentar la densidad, a costa del patrimonio cultural.
Araoz dio ejemplos contundentes: la Torre de Londres, sumergida bajo un océano de rascacielos; el Icheri Sheher, centro histórico de Bakú; Dubái, donde el auge del petróleo llevó a la destrucción completa del centro histórico. “En La Habana y en toda Cuba la situación podría ser mucho más catastrófica que en Londres o Azerbaiyán o Dubai”, anotó el arquitecto. “Por circunstancias económicas y políticas sabidas por todos, Cuba es un país que más allá de vivir en los años 1950, ha revertido a condiciones de la época preindustrial”.
Este es el panorama que nos describió el conferenciante con imágenes proyectadas que dieron una visión del desastre: “Todo en Cuba es un reto porque las necesidades son tan extremas –mucho más de lo que fueron en Europa Oriental cuando el colapso de la URSS: no hay ni remotamente suficientes viviendas para alojar a la población existente con un mínimo grado de dignidad y decencia. En una tertulia que asistí recientemente, Julio César Guanche habló de un déficit estimado de 600,000 a un millón de viviendas, y ni hablar de viviendas para aquellos de afuera que en un futuro les interesaría regresar; las industrias han desaparecido dejando ruinas modernas como ocurre con los ingenios y todo el legado de la industria azucarera; la agricultura y la ganadería han revertido a modelos medievales; la infraestructura vial de las ciudades y del país son tolerables solamente por la escasez de vehículos que existe hoy; el transporte ferroviario es un desastre, y su valor yace más en su antigüedad e interés histórico que en su eficacia; no hay en Cuba edificios de oficinas construidos con la flexibilidad que el mercado de hoy exige, como no existen tampoco centros y locales comerciales como los hay en cualquier otra ciudad del mundo; la infraestructura de servicios de comunicación, transporte público, energía, alumbrado y agua potable están obsoletos y a duras penas sirven para abastecer las necesidades más básicas de una población resignada a vivir en la escasez”.
Cuba se podría llenar de Marriotts, Hiltons, Holiday Inns y Sofitels, pero también de WalMarts, Targets, Carrefours, Planet Hollywood, McDonald’s, Taco Bells, KFCs, Pollo Tropical y La Carretas.
La pregunta es si queremos que a costa del progreso nos destruyan un paisaje que por razones históricas ha quedado igual, pero deteriorado. ¿Lo restauramos o lo dejamos absorber por el comercialismo? Esa es la cuestión fundamental que ha presentado el arquitecto Araoz y que nos debemos plantear todos los que amamos Cuba y La Habana.
Alberto Sánchez Bustamante, presidente de Herencia Cultural Cubana, en Casa Bacardí del ICCAS de la
Universidad de Miami, en la presentación de la conferencia ‘La Habana, futuro y reconstrucción’. Cortesía Germán Acero
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