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General: En la prisión vi lo que me faltaba por ver, cuenta el cubano Alexander Guillén
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: SOY LIBRE  (Mensaje original) Enviado: 12/09/2015 13:24
“En la prisión vi lo que me faltaba por ver”
“Me pusieron a trabajar en la nevera de Alan Gross cuando todavía estaba preso, ¡aquello parecía una fábula!”
 
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Alexander Guillén (foto del autor)
                Por Frank Correa  |  LA HABANA, Cuba
 Alexander Guillén barre el parque de Mañanima, en Jaimanitas, con un viejo escobillón que trae de su casa. La Empresa de Servicios Comunales no entrega medios de trabajo para desempeñar su labor, tampoco merienda, ni siquiera garantiza agua a sus empleados, en cambio les exige calidad y toma represalias si no cumplen con la norma diaria.

¨No dan escobas, ni recogedores, ni nada. El salario son 23 pesos diarios desde las 6 de la mañana hasta la 1 y 30 de la tarde, hora que pasa el supervisor. Si él encuentra una hierbita, o un papel en tu área entonces te ‘tumba’ el día. La merienda se la cogen en la empresa y la reparten entre los jefes. Y ni hablar de los medios de trabajos, que nadie conoce su destino¨, comenta Alexander.

Él tiene que cumplir un año de castigo en este empleo, pues en el 2014 fue sancionado a dos años de privación de libertad por el delito ¨Intento de salida ilegal del país¨. Pasó uno en prisión, luego el tribunal le cambió la sanción a trabajo domiciliario. Le preguntó detalles de su delito y me cuenta:

¨Me detuvieron en el aeropuerto José Martí, cuando me disponía a viajar a Guatemala. Me acusaron de falsificación de documentos. Había pagado trescientos CUC a una funcionaria de la embajada de Guatemala, pero en la investigación no quisieron contactarla, aludieron que aquello era territorio guatemalteco donde Cuba no tenía jurisdicción. Le dije que ahí estaban las cintas de las cámaras, y el custodio, que me vio realizar los trámites, que yo no tenía recursos para confeccionar y falsificar una visa, pero mis argumentos no le interesaron. El  día del juicio me llevaron para el campamento Reloj Club, de Boyeros, donde viví un infierno¨.

Le pregunto si pudo recuperar el dinero del pasaje.
“No. Aunque era reembolsable, en el aeropuerto me exigieron presentar el pasaporte, pero la policía lo tenía confiscado, perdí los 900 dólares. Mi esposa ‘se la vio negra’, no le permitían llevarme comida, ni siquiera que viera a mi pequeño Alexis. En el campamento nos levantaban a las cuatro de la mañana y en brigadas nos llevaban a realizar trabajos forzados. Algunos íbamos a limpiar el zoológico, otros a limpiar el cementerio Colón, y los más confiables a construir en las viviendas particulares de los jefes y oficiales. Con un vaso de refresco en el estómago y un pan con nada, a veces teníamos que desmontar rastras de hasta 2000 bloques, casi siempre de madrugada, allí me jodí la columna, entonces me pasaron al almacén”.

Alexander comenta que entonces mejoró un poco su situación: ¨Mejoré de la columna y del estómago. Me pusieron a trabajar en la nevera de Alan Gross cuando todavía estaba preso, ¡aquello parecía una fábula! No me explico por qué perdió los dientes, y bajó de peso. Jamones, helados, quesos, carnes, bebidas de toda clase,  el tipo comía a la carta, y yo también, aunque los oficiales nos gritaban que no podíamos tocar nada, yo me harté de lo lindo. Los otros presos me decían: ¡Estás loco… te vas a escachar…! Y le contestaba: No me importa, ¿qué me van a hacer? ¿Meterme preso? Ya lo estoy. Al final me botaron, y fui a parar al almacén central, donde se prepara la jaba de los oficiales. El trabajo era todo el día con un hacha cortando carne, de res, de cerdo, preparando los sacos con arroz, frijoles, galleticas, lo inimaginable. Allí comprendí por qué jamás van a soltar esto, la vida de yuma que viven, los autos, el aire acondicionado, las vacaciones en Varadero, en el almacén parecían hormigas tambochas cargando comida y materiales de construcción para sus casas.”

¿Qué piensa hacer Alexander con su vida cuando termine la sanción?
 
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Alexander en su trabajo (foto del autor)
“¿Qué pienso hacer? ¡Irme de aquí! ¡Para cualquier parte! En la prisión vi lo que me faltaba por ver. Hombres sancionados a cinco años, por vender una jaba de papas. Otros que ni siquiera tenían causas probables, trabajando como mulos, alimentándose como ratas, y a oficiales viviendo la dulce vida… Y aquí afuera, en la empresa de comunales, barriendo todo el día con la escoba que uno tiene que traer de su casa, recogiendo la basura con la mano, sin merienda, ni agua, para que al final de la jornada pase el supervisor y solo porque encontró un papel en tu área, o una hierbita, te tumbe los 23 pesos, que no alcanzan ni para comprarle una cajita de comida a tu chama. Eso no es justo, ni ético, ni lógico, ni moral, ni humano. No tiene nombre. Por eso, ¡voy echando!”

*ACERCA DEL AUTOR
Frank Correa, Guantánamo, 1963. Narrador, poeta y periodista independiente. Ha ganado los concursos de cuento Regino E. Boti, Ernest Hemingway y Tomás Savigñón, todos en 1991. Ha publicado el libro de cuentos La elección
 
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