Los muy desmemoriados
Pero no hay muchos logros por parte de los consecutivos gobiernos. Kennedy fue el más inteligente, a mi modo de ver, pero no tuvo tiempo: las intrigas palaciegas combinadas con el cubaneo en ciernes de los primeros años de la década de 1960 no solo impidieron que el acercamiento se consumara, sino que le costaron la vida. Robert Kennedy hizo del tema Cuba una cruzada, tal vez por creer que de alguna manera estuvo implicada en la muerte de su hermano, o buscando votos que al final es posible que terminaran costándole la vida
José Luis Rumbaut López |
Cuando nos da por ser desmemoriados, los cubanos no tenemos freno. Resulta que Obama está vendido y los anteriores presidentes desde Eisenhower hasta Bush, incluyendo a Clinton, fueron paladines de la libertad de Cuba con logros indiscutibles.
¡Pamplinas, diría el comediante! Tenemos una larga cadena de confrontación desde que a Nixon (vicepresidente en ese momento) se le ocurrió no recibir a Fidel Castro en 1960. Lo contrario tal vez, y con un poquito de inteligencia, hubiera cambiado la historia. Si no conocen en detalle este episodio, o si usted también está desmemoriado, le recomiendo las Memorias de Vernon Walters, donde este hecho se relata con la experiencia y la sabiduría del paso de los años.
Pero no hay muchos logros por parte de los consecutivos gobiernos. Kennedy fue el más inteligente, a mi modo de ver, pero no tuvo tiempo: las intrigas palaciegas combinadas con el cubaneo en ciernes de los primeros años de la década de 1960 no solo impidieron que el acercamiento se consumara, sino que le costaron la vida. Robert Kennedy hizo del tema Cuba una cruzada, tal vez por creer que de alguna manera estuvo implicada en la muerte de su hermano, o buscando votos que al final es posible que terminaran costándole la vida.
Los presidentes republicanos que siguieron levantaron la parada. Nixon, esta vez como presidente, también tuvo un papel importante en las operaciones de la inteligencia norteamericana. Se agudizó la guerra directa y se emplearon todos los esfuerzos para desestabilizar y derrocar al gobierno de Fidel Castro. Al final, por H o por B, el trigésimo séptimo presidente de los Estados Unidos terminó siendo el único hasta la fecha en dimitir, y en esa novela la presencia cubana también está documentada.
James Carter tuvo fama de ser un presidente blando. Trató de hacer las paces con La Habana y acudió también a todos los medios a su alcance para eso, aunque no impidió que la CIA continuara su larga lucha contra el gobierno cubano. Su periodo obtuvo importantes éxitos en política exterior, como los tratados sobre el Canal de Panamá, los Acuerdos de paz de Camp David, el tratado SALT II con la URSS y el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China.
Sin embargo, tampoco logró ese acercamiento, aunque fue el primero en visitar Cuba y hablar abiertamente a los cubanos desde el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Recuerdo sus palabras cuando dijo que el primer paso lo tenía que dar Estados Unidos, porque sin atender a las razones, ellos eran una superpotencia, y así se portaban los países grandes.
Lo recordé cuando Obama decidió serruchar la escalera de las objeciones, y sin detenernos en el derecho que tenemos los cubanos de decidir cómo hacemos las cosas, el hecho protagonizado el 17 D solo me convenció de la razón de Carter y del prestigio que da comportarse como grande, como una superpotencia, sobre todo si el adversario (no creo en enemigos) es pequeño y está tan desgastado.
Los ánimos se caldearon cuando Reagan se rodeó de ex comunistas para trazar el plan de acción conocido como Documento de Santa Fe. Nadie como los de adentro para saber combatir al adversario; yo lo vi todo desde el cuarto piso del edificio docente del politécnico electronuclear “Julio Cesar Castro Palomino”, de Cienfuegos. Frente, en el muelle de Pasacaballos, cuatro torpederas y un submarino esperaban en posición de combate la llegada de las tropas norteamericanas. Unos metros costa adentro cientos de milicianos cavaban sus trincheras, comían, bebían y, sobre todo, no trabajaban. Así empezó la década de los 80, transcurrió el éxodo del Mariel, la invasión a Granada, la perestroika, sin ninguna evidencia que indicara resquebrajamiento alguno de la unidad interior del régimen en Cuba.
Razones para no perder la memoria
Creo que fue todo lo contrario. El periodo beligerante de Reagan condicionó la unidad de los cubanos dentro de la isla, le granjeó apoyos en la arena internacional y le permitió adquirir simpatías para las luchas africanas, los apoyos centroamericanos y otras actividades consideradas por algunos como subversivas, al colmo de calzarles la etiqueta de “exportación de revoluciones”. ¡Como si eso se pudiera exportar!
Clinton tuvo la intención desde un principio de acercarse y limar asperezas. Algunos de los más desmemoriados solo quieren recordar que Clinton firmó la Ley Helms Burton luego del anunciado y promocionado derribo de las avionetas. Este capítulo como hecho histórico ha sido muy documentado, pero nadie se percata de que les sirvieron en bandeja de plata los argumentos a quienes desde el interior del Gobierno cubano no veían el acercamiento con buenos ojos.
¿Entonces, qué ha pasado ahora con Raúl Castro, el hombre duro, el militar que controla los hilos del poder con mano dura, y que es quien ha abierto la caja de pandora? Los tiempos cambian, y la correlación de fuerzas también. Hay un momento de cambio generacional, la beligerancia no es amiga de esos cambios y menos aún de la estabilidad que necesita el país para una recuperación económica que se hace cada día más urgente.
Nadie entregará el poder. Y Obama no renuncia a los propósitos de sus antecesores. Lo contrario es una mentira que, como bien nos enseñó Goebbels, repetida tantas veces hasta nosotros mismos terminaremos creyéndola. Pero no crean que perdiendo la memoria olvidaremos lo que sucedió en estos años. Ni de un lado, ni del otro. Otra cosa es que la conveniencia y el mal menor nos obliguen a posponer disputas por salvar el lugar por el cual luchamos.