El embargo es un pretexto que se agota, pero es manejado por el régimen
con finura pues es fundamental para su modelo de comando de la sociedad y política cubanas.
Manuel Cuesta Morúa | La Habana | Diario de Cuba¿De qué se trataba por fin después de 1959? ¿De socialismo o de capitalismo? No tiene fundamento empírico ni teórico pensar que Cuba iba a tener las dos cosas al mismo tiempo: socialismo estalinista y relaciones económicas con EEUU. Un tema que merece más de un análisis.
Pero hay bastante de diversionismo político por parte del Gobierno cubano en su lucha contra el embargo norteamericano. En el doble sentido de divertir y de desviar. Se divierten quienes le acompañan en la industria del entretenimiento ideológico-político dentro y fuera de Cuba, y se desvía a quienes tendrían la tendencia cartesiana a dudar de que le interese el levantamiento del embargo. Si insiste tanto en el punto, entonces debe ser verdad que lo quiere.
Yo no lo dudo. Lo niego. ¿Por qué no se aprovecha la fragmentación y el vaciamiento del embargo que viene realizando el Gobierno de Obama y, por el contrario, se insiste en levantarlo del todo y en un solo acto? ¿No sería mejor debilitarlo con el golpe de gracia que sobrevendría si el Gobierno cubano utilizara las oportunidades brindadas para conectar a empresas cubanas con aquellas norteamericanas dispuestas ya a invertir a cualquier costo, incluso en condiciones de esclavitud moderna? Vigorizar a los compañeros capitalistas de ruta dentro de Estados Unidos estaría entre los efectos políticos más decisivos para debilitar a los que se niegan, y tienen capacidad de decisión, a levantar el embargo. Con la lentitud y vacilación del Gobierno cubano, las órdenes ejecutivas de Obama podrían ser canceladas por la doble presión de la ociosidad y de los que las impugnan.
¿Sin prisa pero sin pausa en una autocracia, y con prisa y sin pausa en una democracia? Seriamente visto, lo que le interesa al Gobierno cubano es mantener la tensión política que se deriva del embargo, para sostener el conflicto en el tiempo y con la intensidad necesarios que le permitan el reacomodo interno de la elite en un momento de cambio estructural y de paradigmas, de mutación histórica y de reemplazo generacional. Los tres juntitos.
Abrirse a las ofertas de Obama aceleraría la apertura económica de Cuba al mundo, cuando el Gobierno cubano no tiene las seguridades suficientes de que podría controlar todo el proceso. Si la agencia Bloomberg ha descrito bien el alcance del poderío económico de la elite en el poder, nunca debería confundirse control patrimonial con control de todo el proceso de gestión económica, y en todos los tramos. No perder de vista que la apertura a la economía estadounidense significa el paso de un modelo mercantil de Estado a un modelo de economía abierto en un país, como Cuba, cuya estructura y dimensión económicas favorecen más a las empresas pequeñas y medianas y menos a los monopolios. Ello supone riesgos ciertos para la elite criolla que inhiben la estrategia avanzada por el Ejecutivo estadounidense para ponerle fin al embargo a través de dos vías: hechos consumados y cooperación de Estado a Estado.
Con el conocimiento de que el Congreso estadounidense, controlado por los republicanos, nunca eliminará el embargo, el Gobierno cubano eleva la apuesta para devolver las pelotas colocadas en su terreno, recuperar su ventaja estratégica como víctima en un diferendo histórico diluido del lado estadounidense y reenquistar un asunto político que no se debatirá en el corto plazo. Y por cuatro razones: el Congreso estadounidense no le regala victorias históricas a Obama, un lame duck president, muy activo por cierto; EEUU entra de lleno en campaña electoral, donde todo lo que está quieto se queda quieto; las leyes allí se respetan, y no se ha producido ninguna inflexión interna en Cuba como resultado del proceso acumulativo de decisiones estratégicas que movilice a los decisores políticos y económicos en EEUU.
La comunidad internacional está todavía instalada en el pensamiento desiderativo en relación con Cuba, hasta nuevo aviso, pero la política y la economía se construyen con hechos.
El problema es que la cartera de los pretextos es el mayor y mejor activo político para el Gobierno cubano. Cómo se administran en el tiempo y en los distintos escenarios es una capacidad desarrollada muy bien por un régimen que ha sido estructuralmente fallido en la gestión económica y en la gestión social. Y en otros tantos ámbitos. El del embargo es un pretexto que se agota, pero necesita ser manejado con finura, astucia y dilación porque es uno fundamental para el modelo de comando de la sociedad y política cubanas. Es una variable que permitió refundar y reanimar un modelo de Estado que no tenía más vida después de 1991.
Sin embargo, no hay castrismo post. Con embargo, se garantiza su readaptación. Así de sencillo. Una de las razones por las que defiendo su levantamiento unilateral. Y ya. Mientras más rápido, mejor para Cuba.
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