EL BUDA DE LA FELICIDAD
La imagen del Buda, sentado y relajado, ya nos resulta familiar en Occidente, y aún sin conocer su significado, percibimos que es una compañía amigable. Es un símbolo muy significativo, utilizado en el Feng Shui desde la antigüedad y una presencia casi infaltable en los hogares en China y el sudeste asiático, representa la superación personal, y atrae el amor, la felicidad, la buena suerte.
Hay distintas representaciones de este famoso Buda Sonriente. A veces está sentado sobre una bolsa que contiene tesoros, en otra representación sostiene un abanico, un oogi, objeto mágico que según la tradición cumple los deseos. También aparece cargando un fardo a sus espaldas, o está rodeado de niños, pero la particularidad es que siempre está sonriendo.
El símbolo del Buda es un gran activador de energía positiva y si bien no se lo usa como objeto de veneración, sí se lo trata con respeto. No debe colocarse en dormitorios, ni en la cocina o baño, ni tampoco enfrentado a las puertas de estos ambientes. Lo ideal es en la entrada del hogar, dando una sonriente bienvenida, o en la sala, también puede colocarse en un escritorio. Si lo llevas a la oficina ayudará a disolver toda energía negativa a tu alrededor. Y si tienes un negocio, la ubicación ideal será cerca de la caja registradora, para protección y abundancia.
El Buda sonriente no está relacionado con el Buda histórico (Siddharta Gautama), en realidad, la palabra sánscrita buddha no es un nombre propio, sino un calificativo para designar a los seres que están “iluminados”, o sea, conscientes de su naturaleza espiritual. Por lo tanto, Siddharta Gautama es un buda, pero no el único, aunque probablemente el más conocido.
Hay varias leyendas en torno a este simpático Buda panzón, y hoy queremos compartir su historia contigo. Es conocido como Bu-Bai en China, y como Hotei en Japón . Se cuenta que fue un monje vagabundo que vivió a mediados del siglo IX, y cuyo nombre significa “saco de tela”, haciendo referencia a que siempre llevaba una bolsa y daba regalos a los niños.
Alcanzó la iluminación debajo de un puente un día de tormenta, tras oír retumbar un trueno. En vez de predicar y vivir en el templo, como era la usanza, él recorría las calles, con el gran saco a sus espaldas, y entregaba frutas y caramelos a los niños, que se le pegaban como las moscas a la miel (en algunas representaciones el buda sonriente está rodeado de niños).
Las aldeas esperaban ansiosas la visita de este monje gordito y benevolente para ser bendecidos por su risa y alegría, y es que esa era su prédica: la risa. Su risa era tan contagiosa que todos reían junto a él y se sentían felices. Según una creencia china, el alma reside en la panza, en donde se almacena el Chi, o energía vital, por consiguiente, los campesinos consideraban la gran barriga del monje, un símbolo de su gran corazón.
Su mensaje era amor, risa y felicidad y la leyenda dice que allí donde iba el monje la gente se volvía sana y alegre y que el fardo que llevaba era una especie de cornucopia que nunca se vaciaba.
La tradición dice que frotar la barriga del buda sonriente activa la entrada de dinero y felicidad en la casa, ya que al hacerle cosquillas su risa disuelve las energías que causan tristeza y enfermedad. Si quieres atraer energía positiva a tu hogar, coloca un Buda sonriente en un lugar prominente de la sala, siempre a la altura de tus ojos, su gran sonrisa te transmitirá alegría, y sin duda cumplirá el objetivo de establecer esa conexión mágica que existe entre el ser humano y la idea de la felicidad.
La barriga de este buda, en el templo Nazoin en Fukuoka, Japón, ha sido frotada muchas, muchas veces.