El Sexto en libertad
(Caricatura Alen Lauzán)
Boris González Arenas | La Habana | Diario de CubaAl día siguiente de su liberación fue de nuevo a la prisión de Valle Grande a llevar alimentos, medicinas y ropa a sus excompañeros de prisión. Las autoridades se negaron a aceptarlos.
El Punto Cero, devenido Punto Cerdo por la performance Rebelión en la granja, de Danilo Maldonado, El Sexto, es un complejo de lujosas residencias que escogió Fidel Castro para vivir una vez que sus dueños, tras el triunfo de la revolución, fueron expropiados o emigraron. Desconocemos la fecha en que consumó tan revolucionaria medida, pero para hacerlo se apropió de numerosas manzanas y su límite está marcado por muros igualmente extensos que, para quienes los hemos podido ver, atraviesan sin recato calles, antiguas viviendas y terrenos yermos, como otrora el Muro de Berlín tajó la capital alemana.
Rebelión en la granja se apropia, a través de su título, de la novela homónima de George Orwell. En ella unos cerdos, después de haber promovido una rebelión contra los humanos y haber obtenido el favor de los animales de la granja, experimentaron luego del triunfo una progresiva corrupción que terminó transformándolos en los mismos seres humanos que habían combatido. Esa transformación se consumó también mediante un progresivo desprecio de aquellos animales que se habían sacrificado por ellos. Los cerdos se rodearon de los beneficios de que gozaban los humanos, como Fidel Castro se radicó en las lujosas residencias. Eso para no recordar la marca de los automóviles que escogió el Comandante para su movimiento, ni la avenida sobre la que eran conducidos, a la que llamó Vía Expedita.
Más allá de que no parece que sea el desmejorado Fidel Castro, sino su hermano Raúl, el que esté detrás del atentado que retuvo por casi once meses a El Sexto en prisión, el Punto Cero sigue simbolizando el espacio donde vegeta el poder cubano.
El Sexto fue detenido el pasado 26 de diciembre, cuando intentaba soltar dos cerdos en el Parque Central de la Habana como parte de su obra artística. Hasta ahí el episodio no pasaba de una performance con dos animales de corral. A la manera en que Kcho juega con botecitos, banalizando el fenómeno de los balseros y las tragedias asociadas a tan dramática forma de cruzar el estrecho de la Florida.
La performance de El Sexto habría parecido un retozo semejante sino hubiera estampado, sobre los cuerpos de las bestias, los nombres Raúl y Fidel, así sin apellidos. Supongamos que Kcho pusiera el nombre de uno entre cientos de compatriotas muertos o desaparecidos en cada uno de los barquitos que sale de sus industriosas manos. Es de dudar que el dictador de turno hubiera regalado al Papa aquel barquito de fondo amarillo cuando lo visitó meses atrás, ni que se hubiera hecho acompañar, en la ceremonia vaticana, por el preciado artista.
Pero frente a la obra de El Sexto nuestros vetustos dirigentes asumieron, pienso yo que con lucidez desacostumbrada, que esos Fidel y Raúl, más el nombre de la obra Rebelión en la granja, tenía relación con ellos y su forma de gobierno.
La lucidez positiva de El Sexto y la vengativa de Raúl, provocaron la reacción del Punto Cero y sus secuaces, la Seguridad del Establo cubana. El Sexto fue encerrado de inmediato bajo acusación de desacato por casi un año, hasta que el pasado 20 de octubre fue puesto en libertad para alegría de todos los que luchamos en Cuba por el derecho a más de un pan al día, un salario mínimo superior a los diez dólares y una vivienda en la que al erguirnos no choquemos con el techo ni al extender los brazos nuestras manos salgan al exterior.
Ganó El Sexto, durante su tiempo en prisión, la consideración de preso de conciencia por Amnistía Internacional, y se convirtió en icono, junto con Ernesto Borges y otros, de la campaña #TodosMarchamos por la libertad de los presos políticos, que con determinación admirable ha sostenido el Foro por los Derechos y Libertades a favor de la liberación de una rebosante lista de presos políticos.
Ganó también amigos, pues al día siguiente de su liberación, supo cortar cualquier celebración y fue de nuevo a la prisión de Valle Grande acompañado del escritor Ángel Santisteban para llevar alimentos, medicinas y ropa a sus excompañeros de prisión. Allí el segundo jefe de la prisión, que según el artista fue quien le recibió, le informó que no solo no era posible entregar lo que llevaba, sino que tampoco podía dejarlo allí, pues no había quien lo entregara.
Por último, ganamos todos, porque El Sexto contribuyó a la denuncia de la salvaje dictadura que comenzó prometiendo Justicia, y asiste hoy a su conclusión con la fetidez propia del entorno de los cerdos de Rebelión en la granja.
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