El medio de comunicación sostenido por Estados Unidos asume
que tiene que cambiar tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba
Interior de la sede de Radio y Televisión Martí, en Miami.
EL DESHIELO DE LAS RELACIONES ENTRE CUBA Y EE UU
En un edificio recóndito de Miami, funcional, más bien feo, se está jugando parte del éxito de uno de los acontecimientos políticos mundiales más relevantes de los últimos años: el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. El inmueble alberga la sede de Radio y Televisión Martí, el medio de comunicación que EE UU sostiene desde hace 30 años con fondos públicos y que es célebre por su línea editorial anticastrista. De la importancia del ente en el tablero político da fe que el presidente cubano, Raúl Castro, en su reciente discurso ante la ONU, reiteró que la normalización definitiva llegará cuando EE UU levante el embargo, devuelva la base de Guantánamo, haya una compensación económica y cesen las emisiones clandestinas de Radio y Televisión Martí, una obsesión para los dirigentes de la isla.
La sede refleja el cambio y confusión del momento. Comparten la entrada una foto de Barack Obama, el presidente estadounidense que se ha atrevido a poner fin a un residuo de la Guerra Fría, y una placa que recuerda que el edificio se llama Jorge Mas Canosa, el empresario anticastrista que creó Radio Martí y capitaneó la derecha más radical del exilio cubano en Miami. Las instalaciones de esta agencia, en la que trabajan 132 personas y que tiene un presupuesto anual de unos 26 millones de dólares, tienen un mobiliario de los ochenta, como si estuvieran ancladas en el pasado a la espera de dar el salto a 2015.
Ese salto, según los rectores de la cadena y el Gobierno de EE UU, pasa por ampliar el foco y dejar a un lado el monotema cubano, el anticastrismo, y dar una “visión regional” de Latinoamérica, afirma Humberto Castelló, responsable de información de las tres plataformas en las que la Martí distribuye las noticias (radio, televisión e Internet) y director de El Nuevo Herald entre 2001 y 2009, etapa en la que el rotativo de Miami editado en español fue distinguido con el premio Ortega y Gasset de periodismo.
Tanto Castelló como Carlos García-Pérez, un abogado criado en Puerto Rico al que Obama situó al frente del ente hace cinco años para iniciar el giro, sostienen que Radio y Televisión Martí ya no es el aparato de propaganda anticastrista que fue en el pasado, aunque la línea informativa sigue siendo crítica con el régimen cubano, con el que hay un permanente juego del gato y el ratón.
La cadena busca todos los resquicios posibles para que sus informaciones lleguen a Cuba y el Gobierno de La Habana intenta taponar por tierra, mar y aire todas las iniciativas. Si Cuba bloquea la web, desde Miami se redirecciona; si se intenta limitar la señal de radio y televisión, se buscan artilugios que faciliten la llegada de la imagen y el sonido o se envían DVD a la isla (más de 190.000 en los últimos tiempos) con las informaciones.
La red social Piramideo
El ente presume de llegar a casi dos millones de cubanos (el 20% de la población); de poder enviar mensajes de texto a 400.000 teléfonos móviles y de crear una red social, llamada Piramideo, en la que también se distribuye la información y a la que ya pertenecen más de 700.000 cubanos.
“No hacemos propaganda, solo damos hechos ciertos. La nueva política está basada en ayudar al pueblo cubano. Nuestros reportajes están orientados al quehacer diario de los cubanos. Cuando hacemos algo de Cuba, llamamos para tener la voz de un portavoz. A veces nos responden, otras no. Esto es una agencia de noticias seria”, afirma García-Pérez, quien pilota un cambio que será definitivo si prospera un proyecto de ley que quiere reordenar los diferentes medios que EE UU sufraga a lo largo del planeta, como la Voz de América, Radio Libertad o el conglomerado Martí.
Karen Caballero, presentadora del informativo estrella, responde tajante: “Ante todo somos periodistas, ni activistas ni políticos. Buscamos llevar la información sin censura a Cuba, donde el Gobierno controla y tergiversa. Si Obama comete un error, se informa. Y si la oposición cubana, que es muy valiente, se equivoca también lo voy a decir”. Y Margarita Rojo, que trabaja desde su fundación en Radio Martí hace tres décadas y se reconoce de la “vieja guardia”. Para ella, el sentido del ente en el siglo XXI es indiscutible: “¿Duda alguien de la existencia de la BBC o de Radio Nacional de España? Es lo mismo”.
El giro informativo del ente, en fase de maduración, ha venido de la mano de Carlos García-Pérez y de Humberto Castelló, quien tuvo recelos para incorporarse al proyecto hace cuatro años. “Siempre me preocupó que esto fuera una agencia del Gobierno de EE UU”, afirma Castelló, quien impuso la obligación de llamar al Gobierno de Cuba para contrastar cualquier información. “Antes teníamos un problema de credibilidad, ahora no, al menos en los informativos”, añade rotundo.