Es una fiesta solo para hombres.
Uno ha cumplido los 15 años y le ha pedido al padre que le pague la “celebración”
Joven posando para su foto de 15. Un futuro pinguero para el turismo. (Tomada de Juventud Rebelde)
Fiestas de ‘quince’ para varones
Por Ernesto Pérez Chang | La Habana, Cuba
Es una fiesta exclusivamente para varones. Ellos son una treintena, tal vez más, y casi todos son adolescentes de entre 14 y 17 años. Uno de ellos recién ha cumplido los 15 y le ha pedido al padre que le pague ese tipo de “celebración” que se ha puesto de moda desde hace algún tiempo, sobre todo en La Habana: se alquila un local apartado en una zona de playa o una casa con piscina, se trae un buen DJ, mucha bebida y, sobre todo, quince chicas bonitas, algunas de ellas adolescentes, para que bailen semidesnudas sobre una pasarela.
“A las niñas [al cumplir 15 años] les gustan las fotos, que les alquilen trajes, que les hagan videos pero a los varones nos gusta ese tipo de gozadera, se pasa volao”, opina Marcelo, un joven de 16 años al que los padres lo agasajaron en su momento con una reunión similar: “No pasa nada, ahí no hay sexo, solo vaciladera. La chiquita que se deja tocar es porque le da la gana porque te advierten que solo pueden ponerles dinero en la trusa, y si se agachan, pero uno no puede subir a la tarima ni toquetearlas. Sí le puedes gritar cosas, comprarles una cerveza. La gente echa lo que quiera, diez cañas [pesos cubanos], un fula [un dólar]. El viejo ese día me regaló cien fulas en billetes de a uno y yo me volví como loco. Eso parecía Las Vegas, Nueva York… qué sé yo”.
La celebración del arribo de los niños a los 15 años de edad y cuanto gira alrededor de ese tradicional acontecimiento, tan importante para la familia cubana, ha generado, dentro del marco de lo permitido, centenares de negocios privados muy lucrativos pero la mayoría dirigido a las niñas. Casi todos están centrados en el registro gráfico, el alquiler de atuendos, la elaboración de bufets, el montaje coreográfico, la peluquería, sin embargo, desde hace algunos años, y a modo de parodia, los varones comenzaron a celebrar los 15 y, de la ceremonia habitual de los inicios se ha ido “evolucionando” hacia los actuales shows de strippers cuya “perfecta organización” los padres encargan a incipientes compañías de espectáculos que laboran en la clandestinidad.
Janisel y Angelito, un matrimonio, son los dueños de uno de estos negocios de nuevo tipo. Ella, una ex bailarina de cabaret que debió abandonar su carrera por una lesión en un pie, nos explica a qué tipo de clientes va dirigida su peculiar oferta: “El noventa por ciento de las fiestas que hacemos son para muchachos que cumplen 15. Esto está muy de moda. En el mes podemos organizar unas 10, a veces más, por las que cobramos 800 dólares, sin la bebida; 1000, si ponemos la bebida, y 1300 si es con barra abierta y una fuente de chocolate para 50 personas. Nosotros ponemos a las muchachas, o a los muchachos, porque también hacemos despedidas de solteras, o fiestas de 15 para muchachas donde nos piden chicos bonitos que bailen en trusa. Nosotros no usamos menores de edad, ni permitimos sexo ni que se desnuden en la pasarela. Solo pueden bailar en trusa, ahora, si alguna o alguno quiere irse con alguien después de bailar, eso es cosa de cada cual. Me han dicho de gente que usa a menores pero nosotros, no; jamás hemos usado a menores y ya yo llevo 5 años en esto y jamás la policía me ha tocado un pelo porque en eso somos cuidadosos. No es un negocio legal pero no pasa nada, todo el mundo sabe que esto existe”.
A pesar de la seguridad con que nos habla Janisel de sus precauciones, hay testigos de fiestas como estas que aseguran que muchos de los bailarines que emplean son adolescentes. Iván, un joven de 17 años, ha asistido a varias fiestas de 15 y nos trasmite sus experiencias:
“Algunas [fiestas] son gratis y en otras hay que pagar para entrar. El pretexto son los 15 pero eso es un negocio porque adentro se juega billar, se compra la bebida. Es verdad que no se puede tocar a las jevitas [muchachas] pero de todos modos lo haces cuando les pones dinero en el blúmer. Ninguna tiene más de veinte años, eso es un cuento, todas son de entre 14 y 17, niñitas. Yo conozco a unas cuantas de por aquí [El Calvario, en Arroyo Naranjo] que viven de eso y son chamaquitas. Varones no he visto a ninguno pero jevas hay una pila [son muchas]”.
Rasheny, otro adolescente al que los padres le regalaron una de estas peculiares fiestas, nos cuenta: “Nosotros alquilamos una casa en Guanabo, tenía cinco habitaciones y una piscina. Riquísimo que lo pasamos. Mi papá lo pagó todo pero él no fue, eso era solo para mis amigos y mis primos. Eso es una gente que lo pone todo, la bebida, las chamacas, los globos, y la gente que cuida para que nadie entre o por si se arma algo [algún hecho violento] porque los amigos no pagan pero el de la calle que quiera entrar tiene que pagar. Son veinte fulas, aparte de la bebida que también tienes que pagarla, y las habitaciones son a 10 fulas la hora, con eso uno recupera algo de lo que se gastó. Mientras están bailando no puedes tocar a las chamacas, pero después puedes hacer lo que quieras. Todas ellas están para lo mismo y después lo que se forma en la piscina es un relajo. Ahí no hay tembas, en mi fiesta todo lo que había era carne fresca, bomboncitos pero si quieres tú puedes pedirles [a los organizadores de las fiestas] lo que tú quieres y ellos lo buscan”.
Con anuncios camuflados en páginas web donde aparecen como “organizadores de eventos sociales” y hasta con catálogos de fotos que te muestran cuando les solicitas directamente el servicio, estos peculiares negocios comienzan a proliferar debido a su altísima demanda, no solo por parte de los adolescentes sino de aquellos padres que ven con muy buenos ojos ese tipo de diversión que, por estos días, hace la moda en los barrios de La Habana.