Obama busca el fin del embargo contra Cuba en su último año en el poder
El presidente de EE.UU. cree que si Raúl Castro indemniza a los 6.000 estadounidenses afectados, vencerá el rechazo republicano A los 8.000 millones que debe pagar la isla por las expropiaciones, el mandatario cubano opone 121.000 millones por daños del embargo
MANUEL ERICE - ABCMás de medio siglo de choque frontal difícilmente se puede resolver en dos sentadas. La normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba ha avanzado sobre todo en el terreno diplomático, después de aquel histórico 17 de diciembre de 2014 en que Barack Obama y Raúl Castro anunciaran a la misma hora, ante la televisión de su país, que se iniciaba el largo camino hacia la reconciliación. La apertura de embajadas el pasado julio fue la confirmación formal de lo que la mayoría cree irreversible, dos meses después de que EE.UU. hubiera excluido a Cuba de la lista de países que financian el terrorismo. Aunque ya se han materializado acuerdos bilaterales sobre protección medioambiental y, este pasado viernes, para reponer el servicio de correos, el camino sigue lleno de obstáculos.
La supresión del embargo y la reparación de los 8.000 millones de dólares que demandan 6.000 particulares y compañías estadounidenses, expropiadas por el régimen de Fidel Castro, se presentan para Obama como vasos comunicantes del mismo problema, que empezó a abordarse el martes en un inédito encuentro bilateral en La Habana. Con un año de mandato por delante, el presidente está convencido de que si Cuba asume su deuda y se formaliza un acuerdo, allanaría el camino hacia el final de la restricción comercial norteamericana, hoy bloqueado por la mayoría republicana en ambas cámaras.
La última Asamblea de Naciones Unidas, que culminó en octubre con un nuevo rechazo de Estados Unidos (y de Israel) al fin del embargo, fue el primer amago de Obama. Aunque finalmente eludió el desgaste de enfrentarse a una ley aprobada por el Congreso de su país, los días previos valoró al menos abstenerse, lo que habría sido un giro histórico. Ahora mide el tiempo para desactivar las negativas en 2016. A la exsecretaria de Estado y posible sucesora en la Casa Blanca, Hillary Clinton, le convenció en verano. Pero el rechazo de la mayoría republicana, con capacidad de bloqueo, es un hueso duro de roer. Además, todos los aspirantes en la carrera electoral, sin excepción, se muestran contrarios. Para ablandar el rechazo, se propone acelerar las conversaciones con Cuba y que Raúl Castro se comprometa por escrito a compensar a las 900 empresas y más de 5.000 ciudadanos norteamericanos que tiene contabilizados la Secretaría de Estado (no están incluidos miles de cubano-americanos que perdieron sus propiedades antes de ser ciudadanos de Estados Unidos).
Si con 230 millones bastaría para compensar a los segundos, serían necesarios 7.500 millones para las empresas. Y la gran mayoría irían a Coca-Cola, Exxon Mobil, Starwood Hotels & Resorts Worldwide (que en breve pasará a pertenecer al grupo Marriott International) y Colgate-Palmolive. La contrapartida de Raúl Castro, de momento nula en materia de derechos humanos, se ha limitado a un reconocimiento en privado de la deuda. Además, ha contraatacado con la demanda de los 121.000 millones por daños del embargo, «bloqueo» en terminología castrista, lo que augura una intensa negociación.
Prohibido el turismo Hay más frentes. Aunque todavía se prohíbe la actividad turística norteamericana en la isla, Estados Unidos decidió en primavera flexibilizar el comercio y los viajes a Cuba, junto con el fin de las restricciones al uso de tarjetas de crédito y débito. Siguen pendientes conversaciones sobre aviación civil, lucha contra el narcotráfico y otros asuntos de seguridad, y telecomunicaciones.
Las bases para el deshielo entre Cuba y Estados Unidos se asentaron en 18 meses de conversaciones secretas, en las que resultó crucial la participación del Papa Francisco. La liberación de Alan Gross, un contratista estadounidense encarcelado desde 2009 en Cuba, y la de un espía del país caribeño, en un trueque que asemejaba a los tradicionales intercambios entre servicios secretos norteamericanos y soviéticos, pretendió simbolizar el final del último rescoldo de Guerra Fría. Desde entonces, gestos y conversaciones han ido sembrando el terreno para una cosecha final que no aún no se ve en el horizonte.
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