La Mafia reclama lo suyo a Cuba
Un nieto de Lansky, mano derecha de Lucky Luciano, pide dinero por el expropiado hotel Riviera
Lujo, glamur y Mafia.
El Riviera, con su casino y 19 pisos, fue inaugurado con una actuación de Ginger Rogers en 1957
Descendientes del ya fallecido gángster Meyer Lansky, mano derecha del mafioso siciliano Lucky Luciano, reclaman a Cuba una indemnización por la expropiación del otrora fastuoso hotel Riviera de La Habana. Es la última noticia bomba en torno al acercamiento entre Washington y La Habana al hilo del acuerdo de deshielo que los presidentes Barack Obama y Raúl Castro firmaron hace un año.
Representantes de los dos gobiernos se reunieron el 8 de diciembre para, por primera vez, negociar compensaciones mutuas por los perjuicios que los dos países se han causado desde el triunfo de la revolución, hace 57 años. Las leyes del embargo estadounidense condicionan su levantamiento a un pacto sobre los bienes que por importe de 8.000 millones de dólares unas 6.000 personas y empresas de EE.UU. reclaman por las expropiaciones del Gobierno castrista. Cuba, por su parte, cifra en 121.192 millones de dólares los daños del bloqueo.
Entre los demandantes estadounidenses hay de todo, desde multinacionales hasta expropietarios de un chalet. Unas reclamaciones son más razonables que otras. Pero la palma del desparpajo reivindicativo se la lleva la que hace unos días anunció Gary Rapoport, hijo de la única hija de Lansky, Sandy Lombardo.
Lansky, nacido en 1902 dentro de una familia judía en la actual Bielorrusia, era uno de los tipos más influyentes de la isla cuando en 1956 fundó La Compañía Hotelera Riviera de Cuba. El plan era construir el hotel-casino más despampanante de América para seguir haciendo caja con uno de los negocios que el tándem Luciano-Lansky venía explotando desde hacía largos y violentos años en Florida, Las Vegas y ahora, la mayor de las Antillas: el juego, actividad que en la Cuba de Batista era legal y, junto a un Estado corrupto, servía como plataforma idónea para lavar el dinero procedente de la prostitución y el tráfico de drogas.
El Riviera y su casino, inaugurados en diciembre de 1957 a todo tren y con una actuación de Ginger Rogers, cumplían con creces el objetivo propuesto y otro más personal para el cerebro financiero de la Mafia: sacarse la espina del fiasco en que los retrasos y sobrecostes habían convertido la construcción del lujoso Flamingo Hotel de Las Vegas, a cargo del pistolero Benjamin Bugsy Siegel, amigo y socio de Lansky. Las dilaciones y la multiplicación del presupuesto, que pasó de uno a seis millones de dólares, habían sido uno de los temas estrella de la histórica reunión de capos mafiosos celebrada en diciembre de 1946 en el hotel Nacional de La Habana. Aunque Lansky trató de interceder por su colega, se supone que al final los jefes acordaron dar “la orden” contra Siegel, aunque hay otras teorías. El caso es que el hampón apareció muerto a balazos seis meses después de la cumbre de La Habana.
Casi setenta años más tarde, ni el sórdido contexto de la construcción del Riviera ni el currículum de su abuelo frenan al nieto de Lansky. El mismo día del inicio del diálogo sobre mutuas compensaciones entre Cuba y Estados Unidos, Rapoport acudió a The Tampa Tribune a explicar las razones por las que, de momento a través de un abogado de Miami y de “un individuo bien relacionado con el Gobierno cubano”, ha decidido dar la batalla para recuperar lo que su abuelo invirtió y no vio revertir en el hotel y su casino. La edificación le costó unos 8 millones. Y aunque en el año que estuvo funcionando le reportó pingües beneficios, la expropiación dejó a Lansky a verlas venir: “Le faltaron unos seis meses” para recobrarse, dijo Rapoport al diario. “El hotel le fue expropiado por la fuerza. Cuba debe dinero a mi familia”, añadió.
La demanda, entre utópica y excéntrica a efectos de plantearla a La Habana, llega tarde a la Comisión de Resolución de Reclamaciones Extranjeras de EE.UU., que es la que lleva las peticiones de compensación por expropiaciones en Cuba. Este órgano recogió solicitudes hasta 1972 y de 2005 a 2006. Y ahora “no está autorizado a aceptar reclamaciones adicionales”, informa. “Nunca presentamos una reclamación ante el Gobierno porque no creíamos que se fuera a abrir la puerta para negociar. Ahora se ha abierto”, alega Rapoport. Pero de momento lo tiene crudo para entrar en ella.
Piscina del Hotel Riviera en La Habana...