La apertura de Cuba al exterior
propicia una vuelta masiva de repatriados
El número de repatriados aunque muy menor respecto al de los cubanos que escogen marcharse del país, ha superado los 70.000 en 2015, el mayor número en décadas y el doble que el año anterior.
Las nuevas relaciones comerciales atraen a los repatriados. | EP
Cuba ha recibido en 2015 al mayor número de repatriados desde los primeros años de Fidel Castro al mando del Gobierno de la isla, y a pesar de que los números palidecen en comparación con los emigrantes que han partido del país durante el año pasado, este hecho, unido al progresiva relajación de las políticas migratorias y económicas, podría significar el inicio de una nueva dinámica para el país.
De esta manera, virtualmente cualquier cubano que hubiera abandonado el país puede optar a la repatriación. Un proceso que se extiende por un periodo de seis meses y tras el cual se les permite volver al país con todos los beneficios sociales que en el existen, como raciones de alimento y seguridad social gratuita, salvo que hayan sido culpables de "actos hostiles contra el Estado" cubano.
A esto habría que sumarle el hecho de que las autoridades de la isla ya no discriminan a los recién llegados en función de sus inclinaciones políticas, por lo que los repatriados no contarían, en principio, con ningún estigma como sospechosos de pertenecer a grupos activistas contrarios al Gobierno comunista.
Además, aquellos cubanos que vuelven a casa traen consigo beneficios que muy pocos de sus compatriotas pueden disfrutar. Así, aquellos nacionales de la isla que regresen desde España, no tienen la obligación de renunciar a la ciudadanía del país, con lo que retienen el pasaporte comunitario que les permitiría viajar con libertad por toda Europa, mientras que el resto de cubanos deberían pedir un visado para realizar el mismo trayecto.
Aún así, a pesar de estos avances, el número de repatriados resulta abrumadoramente menor al de los cubanos que escogen marcharse del país, una cifra que ha superado los 70.000 en 2015, el mayor número en décadas y el doble que el año anterior, según ha señalado un estudio conducido por el periódico estadounidense 'The Washington Post".
Los factores que apuntan a esta tendencia siguen refiriéndose a un amalgama de viejas y nuevas quejas, tales como los perpetuos problemas económicos que afectan a la isla o al miedo a que la reciente mejora de las relaciones entre el país y Estados Unidos traiga consigo el fin de los privilegios migratorios únicos de los que disfrutaban los cubanos.
Por su parte, Pedro Freyre, miembro del bufete Akerman especializado en comercio, ha señalado que esta nueva dinámica no es sino otro caso de "ingenuidad cubana", según ha recogido 'The Washington Post'. "Es el instinto de querer conseguir sacar tajada de cualquier situación, a lo que se une la percepción de que este mecanismo les permitirá tener lo mejor de los dos sistemas", ha añadido en referencia a las ventajas que los repatriados mantendrían a su vuelta a casa.
Nostalgia
Y es que muchos de los repatriados que han decidido instalarse de nuevo en Cuba han escogido abrir pequeños negocios en el país, como Mauricio Estrada, que cambió la isla por España en 2003, y que ahora ha vuelto a casa para abrir un restaurante de temática ibérica bajo el nombre de Toros y Tapas, o Enrique Soldevilla, antiguo freelance y productor audiovisual, que se decidió a volver tras una década en la República Dominicana.
"No gano tanto como antes pero la vida aquí es mucho más barata. Y soy más feliz", ha aseverado Soldevilla a 'The Washington Post'. Tan solo unos años atrás, cuando las restricciones sobre las empresas privadas y la contrata de trabajadores independientes eran mucho más duras y el acceso a Internet o los teléfonos móviles estaban prohibidos, personas como Soldevilla o Estrada hubieran tenido difícil continuar su estilo de vida en Cuba. Hoy en día, según 'The Washington Post', más de un cuarto de la población trabajadora de la isla no está empleada por el Gobierno.
De los repatriados, una gran mayoría procede de Europa y América Latina, ya que los que se encuentran en Estados Unidos encuentran en sus altos sueldos una barrera para regresar, lo que se une a las sanciones económicas estadounidenses, que hacen casi ilegal para un ciudadano de Estados Unidos el abrir un negocio en Cuba. Además, la compra de inmuebles en la isla esta mayoritariamente restringida a los nacionales que viven en ella.
Capitalismo de importación
La diferencia radica en que aquellos que vuelven no lo hacen por el socialismo que todavía late en el país. Vuelven como capitalistas, como emprendedores, utilizan sus ingresos para adquirir propiedades y abrir restaurantes, hostales, spas o tiendas de segunda mano. Una dinámica que comenzó en 2011, con el permiso expedido por el Gobierno de Raúl Castro para que los cubanos pudieran comprar y vender inmuebles, así como la apertura limitada de nuevos pequeños comercios.
Debido a esto, cubanos en el extranjero como Kelly Sánchez, decidieron volver a su país natal y probar suerte en el nuevo terreno económico que se abría. Sánchez, afincada en España, aprovechó la nueva normativa que permitía a los cubanos adquirir residencias que pudieran ser más tarde utilizadas para negocios privados, para comprar, en el barrio de su infancia, un edificio de 200 años de antigüedad y transformarlo en un hotel bajo el nombre de Casa Vieja.
"Es una locura", ha relatado Sánchez a 'The Washington Post', en una referencia tanto a la demanda que recibe como al hecho de manejar un negocio en el centro de la Habana, un lugar al que no parecía querer volver tras abandonarlo en 1998. "Estaba desesperada por marcharme de aquí", ha señalado.
Así, para muchos su estancia en Europa u otros lugares del globo les ha servido, en palabras de Estrada, como una "educación sobre el capitalismo". Y es que a la vuelta a la isla muchos repatriados se han encontrado con dificultades a la hora de tratar a sus empleados de origen cubano, quienes todavía actúan como si trabajaran para una institución gubernamental. Robos, parsimonia y pobre actitud de cara al consumidor son algunas de las quejas de Estrada.
Sánchez ha sentenciado por su parte que "en España, los trabajadores se toman sus trabajos en serio, saben que si no lo hacen estarán en la calle sin nada que llevarse a la boca".