La placa es pequeña y su texto escueto. Casi nadie nota la caseta al lado del punto más cercano a Cuba en Cayo Hueso: ese mogote en colores con su cola de gente para fotografiarse. La plaquita, de una cuarta de tamaño y pegada a la caseta, nos cuenta su historia y la de la primera llamada telefónica entre los dos países:
“Esta estructura de concreto fue
fabricada en tierra firme y
transportada por el ferrocarril de Flagler
hasta su lugar actual en 1917. Su propósito
era proteger la conexión entre la línea terrestre
y el cable telegráfico submarino de 125 millas
de largo que unía a Cayo Hueso con La
Habana, Cuba. La primera llamada internacional
fue hecha a través de cables similares en
Cayo Hueso, el día de Navidad de 1900.
John W. Atkins llamó a Cuba y después de un largo
silencio, Cuba respondió
simplemente:
‘Yo no le entiendo’”.
Quién sabe cómo sonaba entonces la voz de Cuba, ¿todavía acento español?; quizá ya cubano, el tatarabuelo acento del actual acento balsero; a lo mejor muy correcto porque era el de un cubanito ya todo un señor telegrafista. Lo cierto es que, a pesar de estar comunicados por un cable que pesaba 1.200 toneladas, con doce líneas acero y dos de cobre en paralelo dentro, perfectamente aisladas con la maravillosa gutapercha, no se entendieron.
El de Cayo Hueso–La Habana fue el tercer cable telegráfico submarino en el todo el mundo ––1867–– y nos subraya la forzosa cercanía entre los dos países. Pero también una histórica ironía: la plaquita nos hace un guiño con el presagio de lo que sucedería a partir del 1959 entre Estados Unidos y Cuba y lo que ––aunque más diluido entre sonrisas y conversaciones–– sigue sucediendo ahora. Y si nos apuramos un poco lo que sucedió, aunque con mucho menos drama, desde 1902.
El Capitán Martin Heglin, casado con la rica heredera Eleanor Cummins estaba a cargo de las comunicaciones telegráficas entre Cayo Hueso y La Habana a mediados los 1890. Cayo Hueso era todavía un emporio de prosperidad. La industria cubana del tabaco, sus propietarios cubanos y claro los mismos problemas políticos que los cubanos acostumbramos a llevar a cuesta. Entonces era la guerra contra España pero no existía la CIA. Los telegramas, entre los cubanos en la Isla y sus parientes aquí, iban y venían, y en ese ir y venir, debido a las características habladurías criollas, tenían un especialísimo interés técnico para el listísimo capitán Heglin (al igual que algún telegrama del gobierno colonial con destino a Madrid). Y es que aquel cable era entonces el más avanzado internet sobre la tierra, y el astuto capitán era ni más ni menos que como un Snowden, aunque fiel, para la NSA de entonces. Heglin leía cuidadosamente todos los telegramas con todos los chismes de los cubanos a sus familiares sobre lo que hacía el ejército español… De manera que cuando Teddy Roosevelt desembarcó con sus Rough Riders en Playa Daiquirí tenía la mejor inteligencia militar que un cable sumergido podía proporcionar[1].
Y mediante el mismo cable telegráfico debió de llegar la noticia de la voladura del acorazado Maine en La Habana; y también aquel notorio intercambio entre Frederic Remington y William Randolph Hearst, magnate de la prensa norteamericana. Hearst había enviado a Remington a Cuba para que le hiciera dibujos de las atrocidades cometidas por los españoles. Pero Remington no encontraba nada y le mando a decir que regresaba. Entonces el magnate le respondió con un telegrama contundente: “Quédese en La Habana. Usted ponga los dibujos, que yo pongo la guerra”.
De manera que cuantos entuertos, desentuertos, hechos y deshechos entre Cuba y Estados Unidos habrá guardado ese cable submarino. La plaquita recuerda aquella primera “conversación”. Atkins, poseído por el ingenio americano, intentando hablar por teléfono a través de un cable telegráfico. Pero el arquetipo de esa incomunicación babeliana vale no solo para yanquis y cubiches, sino para todos los demás, porque aquella llamada navideña no fue simplemente la primera llamada entre Estados Unidos y Cuba, sino la primerísima llamada telefónica internacional en todo el mundo. Por eso que nadie se sienta inferior ni superior, aquel simbólico “I don’t understand you/Yo no le entiendo” de Cuba EEUU le toca lamentablemente a todos en esta tierra por igual.
Jorge Dávila Miguel
[1] Agradecimientos a Bruce Neff, director, Key West Historic Marker Tour por su información.