El premio fue la vida eterna para el Benny
Casi todos saben que Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez nació en Santa Isabel de las Lajas, en Cienfuegos, al centro de Cuba, un 24 de agosto de 1919. Su historia está vinculada a la pobreza, pero al hablar de musicalidad, su ambiente se orienta hacia las riquezas, pues creció envuelto en la invocación de deidades orishas que cantaba y bailaba a la perfección.

Por Iván González Romero | Diario las Americas Decían los griegos de la antigüedad que aquellos a quienes los dioses amaban morían jóvenes. De ser así, un arrebato de algunas de las deidades se antojó en acabar con la existencia física de quien podría ser el más importante de los cantantes cubanos, como lo fue Beny Moré.
Hace pocos días se cumplieron 52 años de la inmortalidad del Beny, a quien llamaban así luego de alcanzar la fama. El 19 de febrero de 1963 la cirrosis hepática que padecía le sacó de circulación, para que comenzara el mito de uno de los rumberos más bravos de todos los tiempos. ¿Cómo llegó hasta ese olimpo? Aquí bien vale decir que fue obra de la naturaleza, de un cúmulo de acontecimientos y vivencias que hicieron fusión en su humanidad.
Casi todos saben que Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez nació en Santa Isabel de las Lajas, en Cienfuegos, al centro de Cuba, un 24 de agosto de 1919. Su historia está vinculada a la pobreza, pero al hablar de musicalidad, su ambiente se orienta hacia las riquezas, pues creció envuelto en la invocación de deidades orishas que cantaba y bailaba a la perfección. Cuando comenzó a interpretar sones, guarachas y rumbas, todo lo oído y cantado anteriormente germinó en ritmo para los pies de los bailadores.
En 1940, se dejó ver por el célebre barrio de Belén en La Habana, deambulando por cafés, bares, hoteles, restaurantes, y hasta prostíbulos. Le tomó tiempo, pero se estrenó como cantante profesional en 1945, luego de que Siro Rodríguez, del Conjunto Matamoros, le escuchara y le recomendara para reemplazar a Miguel Matamoros, una noche cuando el mismísimo cabecilla del conjunto no estaba disponible para cantar. Todo marchó tan bien que el muchacho quedó fijo y comenzó a sumar seguidores.
Ese mismo año viajó a México, saboreó el éxito y decidió quedarse en esa nación, pese a que con el Conjunto Matamoros tenía trabajo. La razón principal fue que se enamoró, lo que sumado a los triunfos, hacía de todo lo que vivía una gran aventura. El riesgo valió la pena pues las grabaciones y presentaciones llegaron a granel. También llegó su nuevo nombre, Beny, en reemplazo de Bartolomé, por el consejo de Rafael Cueto, pues en México ese es uno de los apodos que se les da a los burros. El nombre, por cierto, fue tomado de Benny Goodman, uno de los favoritos del cantante.
En 1948 cuando el fenómeno despegó, Dámaso Pérez Prado, un pianista y director de orquesta, llegó a México con su orquesta y como ambos tenían contrato con el sello RCA Victor, Moré se convirtió en cantante de varias orquestas, Mariano Mercerón, Rafael de Paz, Chucho Rodríguez, hasta que se hizo voz principal de Pérez Prado. Esa yunta, el apoyo de la radio y la difusión del cine terminaron de difundir su talento. La tenacidad por fin pagó dividendos.
En 1952, Beny Moré se presentaba en un programa radial, De fiesta con Bacardí, donde el número favorito era Oh Bárbara. Con la frase piropeó a una muchacha y un fanático le contestó a Beny: “¡Qué va, compay, el bárbaro es usted!" De los muchos motes, el de Bárbaro del Ritmo fue el que mejor le quedó y así nació.
Beny Moré cantó en la gala de los premios Oscar en Hollywood. Fue acompañado por la famosa agrupación del mexicano Luis Alcaraz. Viajó por Venezuela, Colombia, Haití, Perú, Panamá, Estados Unidos y Puerto Rico. Tocó junto al combo de Rafael Cortijo y su cantante estrella Ismael Rivera. Cantó con Lalo Montané, Olga Guillot, Alfredo Sadel y Pedro Vargas, entre otros. Su vida dispendiosa en todos los sentidos, vinculada a los placeres desenfrenados, mermó su físico. Los dioses, satisfechos por la obra del Beny, le premiaron con la inmortalidad luego de tantas noches de farra.
Iván González Romero
Olga Guillot la eterna reina del bolero y el Benny durante un ensayo en La Habana del 50
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