Stalin, el nuevo héroe de Rusia
Alexander Aksakov/Getty Images
Por Alec Luhn — Penza, Rusia — The New York Times En la escuela número 58 en Penza, una capital regional a ocho horas y media en auto al sureste de Moscú, aún no hay consenso sobre Joseph Stalin.
“Fue un gran hombre, único en la historia”, opinó Zhenya Viktorov, quien cursa el grado 11, en una visita que hice hace poco. Su compañera Amina Kurayev fue más cautelosa: “No fue tan terrible como cuentan”.
¿Pero qué dicen cuando se les pregunta sobre los millones de soviéticos que recibieron un disparo o que terminaron en un gulag? “No se reprimió a nadie sin motivo”, subrayó Zhenya. Cuando le pregunté a cuántos opositores políticos había asesinado Stalin, respondió que “miles” y explicó que “no ejecutó a tantos, ni de forma tan inhumana como les gusta decir en los medios”.
Al menos 15 millones de personas murieron en prisiones y campos de trabajo bajo el mandato de Stalin y su antecesor Vladimir Lenin, según Alexander Yakovlev, quien dirigió una comisión sobre la rehabilitación de las víctimas de la represión política. Los cálculos varían, pero hay un consenso sobre que las víctimas de Stalin suman millones.
Sin embargo, opiniones como las de Zhenya se hacen cada vez más comunes en Rusia. Las encuestas muestran una mejoría gradual en las percepciones que se tienen de Stalin, quien fue mandatario de la Unión Soviética desde finales de la década de los años veinte hasta su muerte en 1953. El 40 por ciento de los rusos creen que la era de Stalin trajo “más bien que mal”, en comparación un 27 por ciento en 2012, de acuerdo con un estudio del Levada Center, con sede en Moscú.
En enero de 2015, un 52 por ciento de los rusos declararon que Stalin “probablemente” o“definitivamente” desempeñó un papel positivo en el país.
Esta discreta rehabilitación comenzó después de que Vladimir V. Putin asumiera el poder en 1999. El legado de Stalin se convirtió en una justificación tácita para que el gobierno de Putin fortaleciera su propia posición de poder. Durante el gobierno de Stalin, el “orden” y el prestigio nacional estuvieron por encima de los derechos humanos y las libertades civiles.
“Al elevar la figura de Stalin, el régimen de Putin intenta vender la idea de que los intereses del colectivo son más importantes que las vidas individuales, y así el régimen tiene menos responsabilidad ante la sociedad”, comentó Lev Gudkov, investigador del Levada Center.
Aunque los libros de texto y los programas de la televisora estatal llegan a mencionar los abusos que cometió Stalin en contra de los derechos humanos, lo honran como un gran líder. Putin autorizó un monumento en honor a las víctimas de las represiones sociales soviéticas en Moscú, pero lo más probable es que solo sea política. Quiere complacer a las masas que cada vez se enamoran más de Stalin, pero sin hacer a un lado a otros rusos, como los intelectuales de Moscú, que lo aborrecen. El presidente también ha elogiado con prudencia a Stalin: “Podemos criticar a los comandantes y a Stalin todo lo que queramos, ¿pero alguien puede decir con certeza que con un enfoque distinto podríamos haber ganado?”, ha declarado en alusión a la Segunda Guerra Mundial.
Pero Stalin es objeto de algo más que un dudoso apoyo retórico. La Sociedad Histórica Militar de Rusia, que Putin fundó en 2012, que recibe fondos del Estado por millones de dólares cada año, pagó el 22 de febrero un busto de Stalin que se instalará en un museo sobre la guerra, en Pskov, cerca de la frontera con Estonia.
¿Por qué Stalin es cada vez más popular? En primer lugar, las personas cada vez se acuerdan menos de sus ejecuciones y campos de concentración, que comenzaron a investigarse en detalle y a discutirse abiertamente en Rusia apenas en los ochenta.
Yo lo pude comprobar de primera mano en Penza. En el Centro Stalin, los comunistas compartieron cómo añoraban su economía planificada, y argumentaron que la hiperinflación de los años noventa fue mucho peor que la carestía de la era soviética; un taxista de derecha me dijo que sus personajes históricos favoritos son Stalin y Hitler porque lograron “mantener el orden”.
En la Rusia actual, funcionarios corruptos roban el presupuesto, la policía exige sobornos, y se cree que es posible comprar y vender a los jueces. El anhelo por el “orden” del pasado es palpable. El problema es que los partidarios del orden no imaginan que ellos pueden sufrir la represión, expresó Sergei Oleynik, director del partido liberal Yabloko, capítulo Penza. “Cuando hablan de la era de Stalin, imaginan la funda de la pistola a la cintura, pero no el cañón apuntado hacia su cuello”, subrayó.
El Kremlin también aprovecha la nostalgia rusa para reforzar su estado de superpotencia al exaltar las glorias del pasado soviético, en especial su victoria en la Segunda Guerra Mundial, por encima de las persecuciones y hambrunas.
Si Rusia se rehúsa a reconocer los excesos del gobierno más tiránico de su pasado, no podrá reformar a su gobierno, cada vez más autoritario y corrupto, que rechaza los valores “occidentales”, como los derechos humanos y la democracia, pero adopta su modelo económico capitalista. Victor Erofeyev, un novelista cuyo padre fue traductor de Stalin, afirmó que “cuando Stalin muera en el alma del último ruso, podremos decir que nuestro país tiene futuro”. Por desgracia, Putin no tiene ningún problema con mantenerlo vivo.
Alec Luhn es un periodista que vive en Moscú.
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