Qué opinan los habaneros del discurso de Obama
A las 9:35 de la mañana pasan por la calle 23 cinco ómnibus llenos de adolescentes. Las paradas están repletas de gente que espera.
Comentan: "esos son los invitados”, "son ellos, para que no lleguen tarde". Uno de los vendedores de objetos viejos y rotos del parque de 12 y 23 hace algunas observaciones sobre la juventud de los que acaban de pasar. "¿Tú crees que entiendan algo? ¿Tú crees que el discurso de Obama les interese o que les sirva de algo?"
Luego, en el paneo que hace la cámara en el Gran Teatro de la Habana, no se ven las siluetas de los que pasaron en los ómnibus.
Un inspector de Salud Pública asegura que anda corriendo para "ver si le da tiempo a verlo completo. Es algo que no podemos perdernos, si no, le digo a mi mujer que me cuente. O me imagino que lo pongan por la noche de nuevo".
Ivania, aun sin ver el discurso, ya cree que "cualquier cambio que suscite el discurso de Obama no dependerá ni siquiera del poder cubano actual, sino del que está por venir". Tampoco cree que dependerá del pueblo, tal y como el presidente de Estados Unidos ha repetido en más de una ocasión.
Juan Carlos, jubilado de ingeniería automotriz, coincide: "Hemos perdido como pueblo la capacidad de defendernos y hemos ganado en supervivencia. Cristina, por ejemplo [se refiere a Cristina Escobar, periodista oficialista que ha sido vocera política en este período de negociaciones], es vergonzoso lo que dice a veces, ayer se le notaba celosa cuando decía que el Gobierno norteamericano quería hacer negocios solo con los privados. ¿Y sabes lo que creo? Que ella ya tiene su negocio redondito. Con treinta y pico de años ha viajado el mundo y se ha olvidado del resto. Sobre todo del único compromiso que debieran tener los periodista, el de la verdad".
El discurso
Mayrelis, una ama de casa que un día renunció a ser profesional porque "me di cuenta que trabajando para el Estado no me iba a dar nunca la cuenta", dice sin vergüenza alguna que lloró desde la primera frase y agrega: "Me di cuenta que en mi repuñetera vida habíamos tenido a un presidente."
De "sin histeria alguna", "comedido", “elegante", "genial", ha sido clasificado por algunos de los entrevistados que pudieron escuchar el discurso del presidente norteamericano.
Ariel, joven artista plástico que vende de vez en cuando en los almacenes del puerto, hace notar las diferencias: "Tú te fijaste que no hubo griterío, no hubo exaltaciones ni acusaciones directas por respeto, aunque todos sabemos que se lo merecen. Fidel hubiese estado cuatro horas despotricando y Raúl leyendo lo que otros le escriben. Debe de haberles dado una lección de política, pero sobre todo de humildad."
Y agrega: "Mi primera impresión fue impactante. Me repetía una y otra vez qué tipo más genial este. Los debe de haber desconcertado, como a mí."
Alguien que en un apartamento de la década del 50 en el Vedado tiene puesta la televisión para el vecindario completo, grita a la par de su aparato cuando escucha los comentarios tras el discurso de Obama: "¿Pero estos tipos de dónde los sacaron?", evidentemente refiriéndose a los entrevistados. Una voz femenina lo hace callar recordándole que "las paredes tienen oídos".
Por su parte, para Claudio Fuentes, fotógrafo y activista político, Obama está jugando "un tristísimo papel".
"Cuando un presidente comete la tremenda ingenuidad, cuando intenta transfigurar la realidad al decir que solo al pueblo de Cuba le toca elegir sus propios cambios, olvidando con eso que la vanguardia de ese pueblo, que es la oposición, no tiene un espacio ni en la radio ni en la televisión ni tiene sus propios periódicos y no puede llegar como opción política al resto de sus conciudadanos, ese hombre de alguna manera nos está enterrando."
Cree que es un discurso "de legitimación", donde olvidó mencionar las golpizas de los domingos en Santa Rita, que son, desde hace mucho, "un escándalo internacional". Fuentes apunta cómo la palabra oposición fue "desterrada de su discurso" con una "ingenuidad intencionada", la misma que dice sentir cuando Obama habla de la "reconciliación entre las dos orillas sin tener en cuenta que para que eso ocurra debe de haber un proceso de justicia y verdad".
Termina clasificando la nueva Ley de Inversión Extranjera de "apartheid" que "no permitirá que el cubano sea un futuro inversor en su propia tierra porque no tiene personalidad jurídica y, por tanto, no podrá exportar ni importar ni se le permitirá recibir ganancia directa de los inversores ni forjar una clase media en la Isla".
Otros sienten más satisfacción y escucharon lo que querían escuchar. "Habló de la ropa vieja, citó a Martí, y aunque le faltó una chá cuando dijo que los cubanos en Miami bailaban al cha cha chá , me pareció genial. Yo me declaro fan del tipo. Y es verdad, ya esta bueno de rencores", dice Alfredo, mientras espera en una parada a que pase un P9.
Los habaneros, a modo general, parecen "quitados de bulla", dice el mismo comentarista.
La gente en las paradas está preocupada con la ausencia de los ómnibus urbanos. En el bulevar de San Rafael se conectan con sus familias a través de Imo o de Facebook y nadie habla del tema.
"Ya estamos viviendo una Habana después de Obama, así ¿qué quieres que opine?", concluye Tania, que está desesperada porque Obama se vaya. "Necesito caminar la Habana sin tantos policías ni tantos pasos interrumpidos."
¿Qué se dice en Cuba del desempeño de Raúl Castro junto a Obama?
"No hay que esperar hasta el 2018 para relevar a Raúl. Hay que hacerlo ahora mismo".
"Este hombre está decrépito, no hay dudas de que otros gobiernan por él".
"Aunque parezca cosa de locos, se extraña a Fidel Castro".
"¡Qué papelazo!"
"Como cubano me siento avergonzado de tener un presidente sin argumentos para responder a las preguntas de los periodistas".
"No entendía ni tan siquiera las preguntas que le hacían".
"Parece que las respuestas se las dictaban por los audífonos y respondía: 'No entiendo, no entiendo'".
"Si la cabeza del presidente está tan mal, qué podemos esperar. Estamos embarcados".
"Que le pregunten a Elizardo Sánchez los nombres de los presos políticos".
"No sabe ni cuántas leyes tiene la Declaración de los Derechos Humanos".
"Da lástima, que lo acaben de retirar".
Fueron estas, entre otras, algunas de las reacciones de la teleaudiencia consultada telefónicamente después de observar la conferencia de prensa efectuada en el Palacio de la Revolución, tras el encuentro oficial Obama-Raúl Castro.
A muchos les impresionó la forma grosera en que Raúl trató a los periodistas que hicieron preguntas peliagudas sobre las violaciones de los derechos humanos. Lo cierto es que la actuación del presidente cubano, quien cumplirá 85 años el próximo junio, pareciera confirmar las sospechas de que la nación está siendo gobernada por un grupo que actúa a la sombra del poder.
Pablo Pascual Méndez Piña