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De: cubanet20 (Mensaje original) |
Enviado: 31/03/2016 18:57 |
Prensa cubana acude
al racismo para criticar a Barack Obama
Captura de pantalla del Tribuna de La Habana ( Foto Cubanet)
Intelectuales y activistas reaccionaron airados ante un artículo
—al que acusan de racista— publicado en la prensa estatal que critica a Obama
Nora Gámez Torres Tras la visita del presidente Barack Obama a Cuba, la prensa estatal de la isla no ha escatimado críticas, en lo que muchos consideran una estrategia para contrarrestar la popularidad del primer presidente estadounidense que arriba a la isla en ocho décadas.
Pero activistas e intelectuales cubanos han reaccionado airadamente a un artículo, por ir demasiado lejos y traspasar las barreras del respeto debido a un mandatario.
Nada menos que con el titular “Negro, ¿tú eres sueco?” publicó el periódico Tribuna de La Habana un artículo de opinión la semana pasada en el que recrimina a Obama por incitar a la “rebeldía y el desorden” en su discurso televisado desde el Gran Teatro de La Habana, en el que llamó a Raúl Castro a no temer “a las diferentes voces del pueblo cubano y a su capacidad de hablar, de reunirse y de votar por sus líderes”.
Obama “sin importarle la acogida de los anfitriones y su condición de invitado, mucho más allá del reconocimiento, optó por criticar y sugerir, con sutilezas, en una velada, pero a la vez inconfundible, incitación a la rebeldía y el desorden, sin importarle estar en morada ajena. No cabe dudas, a Obama se le fue la mano. No puedo menos que decirle —al estilo de [el comediante cubano] Virulo— “¡Pero Negro, ¿tú eres sueco?!’ ”, escribió el periodista de origen afrocubano, Elías Argudín.
Indignadas, varias voces cubanas calificaron el artículo como abiertamente racista.
El escritor y ensayista Víctor Fowler confesó haberse quedado “paralizado… al descubrir que el “negro” así interpelado es nada menos que Barack Obama, el presidente de Estados Unidos que acaba de visitarnos”.
Mientras el médico Alberto Roque, activista por los derechos de la comunidad LGTB y antiguo colaborador del CENESEX dirigido por Mariela Castro, escribió en su blog que el artículo le parecía “rampantemente racista” y que se encontraba alarmado de que “fuese escrito por una persona de piel negra y que se publicase en un diario controlado por el Departamento Ideológico del Partido Comunista de Cuba”.
Fowler consideró al artículo como un “ejemplo de bajeza moral…digno de antología” y “una de las peores muestras que ha sido posible encontrar para que el mundo vea la ausencia de racismo en Cuba”.
Este mismo lunes, en una de sus “reflexiones”, el antiguo gobernante cubano Fidel Castro, había reprochado al “hermano Obama” no haber reconocido en su discurso que “la discriminación racial fue barrida por la Revolución”.
Inmediatamente después del discurso en el Gran Teatro de La Habana, la prensa oficial cubana se volcó a contrarrestar su impacto en la población con críticas que iban desde cuestionar que Obama no pidiera “perdón” a Cuba por los daños del “bloqueo” y las “acciones terroristas” hasta que usara un “teleprompter” para leer sus discursos.
“Control de daños” le llamó Fowler, quien añade que “casi parece que hayan estado horas calculando la manera más denigrante de referirse a un líder político al que se le considera enemigo y que, además, es negro”.
Por su parte la activista Sandra Álvarez, autora del blog Negra Cubana tenía que ser que publicó las reflexiones de Fowler, consideró que emplear a Argudín para escribir semejante artículo tenía la intención de “poner a una persona negra en el ‘rol de racista’ y publicar el artículo en la prensa en papel. Sin dudas, un movimiento premeditado que intenta manipularnos porque ‘si lo dice un negro debe ser así’ ”.
Álvarez opinó que lo “más deleznable es que pretende que nos fajemos entre nosotros, gente negra”. En un homenaje organizado por el PCC por el 35 aniversario del periódico en el 2015, Argudín fue seleccionado como “trabajador destacado” de ese medio.
Aunque en la mañana de este miércoles todavía podía leerse el artículo en el sitio digital del periódico, al mediodía ya no estaba disponible. La presión de los activistas y las quejas de la población, algunas incluso en el propio portal digital, forzaron al periódico a retirarlo.
Nora Gámez Torres
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Los ranchadores de esclavos tienen su ‘tribuna’ El racismo hacia el presidente Barack Obama en la prensa oficialista cubana
Barack Obama, y Salvador Valdés Mesa (izq.), vicepresidente del Consejo de Estado de Cuba, conversan
después de hacer una ofrenda foral en el monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución en La Habana, el 21 de marzo. Prensa oficialista cubana trata de ‘negro’ a Obama
Jorge Ángel Pérez | La Habana, Cuba | CubanetExiste un sustantivo cuyo significado es de “triste recordación” para la historia cubana. Esteban Pichardo, el lexicógrafo, lo escribiría de la misma manera que Fernando Ortiz: “ranchador”; mientras que Anselmo Suárez y Romero había registrado el término rancheador para definir a quienes cazaban esclavos. Ranchador fue también la palabra escogida para dar título a un cuento escrito por Pedro José Morillas.
Si el lector supone que con estos detalles sobre el sustantivo, de “amarga recordación”, pretendo conseguir que se implique con la lengua y la literatura, se equivoca completamente. Muchísimo menos es mi deseo desterrar esa palabra de los diccionarios. En esos tomazos me gustaría que se distinguiera cada letra que la arma con altísimas grafías, de intensísimo color.
Mi interés, digámoslo de una vez, tiene que ver con la reaparición de un nuevo ranchador en Cuba, exactamente en la plantilla de la prensa oficial, justamente en el periódico Tribuna de La Habana. Su nombre es Elias, y debe ser culpa de la tilde que no pone a su nombre la que hace que a su prosa le falte gracia y también cadencia. Quien lo lea sentirá hasta pena su falta de coordinación. Su sintaxis es espantosa, y el que se atreva a dudarlo que vuelva a leer esa descordinación con la que embarra el tercer párrafo de ese texto al que tituló “Negro, ¿tú eres sueco?” Ese parrafito es un horror, y casi peor es la del que sigue; la coherencia del octavo, es decir la del último, la de ese que cierra el “trabajo”, es espantosa. Si alguien me pidiera definir la escritura de este hombre, diría sin recato: ¡No hay parangón! ¡Ni siquiera es lo peor!
Y la verdad es que no consigo imaginar en qué lugar se formó este periodista que ni siquiera sabe puntuar correctamente. Alguien cercano, quizá su jefe de redacción o el director del periódico, debían obsequiarle un diccionario de sinónimos y antónimos. Te juro, Elias, que resultan de gran utilidad. Y de paso que el jefe de redacción consiga también uno para él. ¿Dónde estaría ese jefe, o guía, o cabecilla, en el preciso instante en que debió leer y tachar el tercer párrafo? ¿Dónde los que leen, en el departamento ideológico, cada texto que se publica en la prensa oficial? ¿Acaso Argudín estuvo respondiendo a un discurso oficial racista? ¿Cómo se decidió por ese título? ¿Con qué parte de su cuerpo escribe este periodista? No me caben dudas: ¡Elias se decide cada vez por los calcañales! ¿De lo contrario, cómo no se dio cuenta de su lenguaje cacofónico y de su prosa tan pedestre? El infeliz parece desconocer cualquier norma de redacción. ¿Se habrá enterado que incluso también tiene su sinónimo? ¡Yo sí que no voy a hacerle la tarea!
Dicen quienes lo conocen que este hombre es de la raza negra. Si eso fuera cierto se probaría entonces que no resulta desacertado hablar de la “escritura de la subalternidad”, esa que distingue a los que se desenvuelven en los márgenes. Quienes hablan de esa escritura subordinada, sometida, sierva y seguidora, intentan probar la atención menor que prestan los maestros, las instituciones, a la enseñanza de un alumno negro, esos que hasta insisten en hacer ver que a los negros muy pocas cosas les son fáciles.
Sin dudas a Elias la escritura no se le da. Y si lo que acabo de escribir no fuera cierto que me diga entonces en qué lugar, y haciendo qué, estaba él en esas horas que debió dedicar a su formación. ¿Acaso no pudo consagrarse por un rato al estudio y a mejorar su escritura? ¿No tuvo a alguien que le exigiera las tareas? ¿Qué lugar tendría este racista en el escalafón durante sus años de estudiante? ¿Acaso le otorgaron la carrera únicamente por ser buen revolucionario?
Este periodista fue capaz de llamar negro, con el mayor alarde, con el peor descaro, a un presidente, y hasta se dio el lujo de cambiar su nacionalidad. ¡Que mal chiste “periodista”! A Virulo no debieron permitirle un dislate como ese, y tampoco a este otro “chistoso”; y léase malcriado, dígase “pesao”, entiéndase “pujón”. Acúñese racista de la peor calaña. Argudín es el colmo del hombre irrespetuoso, capaz de maltratar al único presidente norteamericano que decidió venir a Cuba a dialogar, que se mostró considerado y aseguró que cada una de las decisiones estarían siempre en nuestras manos. Obama dijo que no venía a dictar, Obama escuchó a quienes pudieron hablar con él, y habló también, aunque aquí le señalaran que “guiado por varios telepromters”. ¿Acaso quienes hicieron esos comentarios creyeron que un negro no podría improvisar? ¿Suponen que la concentración de melanina es inversamente proporcional a la facundia y al discurso más fluido? ¿Quiénes son los racistas entonces?
Este señor dice que en el orden práctico Obama no ha resuelto nada. ¿Acaso es el presidente de Estados Unidos quien tendría que resolvernos algo? ¿No son los cubanos quienes deben procurar sus soluciones? También asegura que criticó y que sugirió… ¿No sucede lo mismo en el discurso oficial cubano? ¿No se critica? ¿No se “sugiere” con muchísima frecuencia? ¿Acaso no hay cubanos que conversan en Miami o Nueva York con quienes no comulgan con este presidente o con el otro? Elias no pensó detenidamente en lo que más tarde iba a escribir, y dejó un montón de cabos sueltos. Resultó en extremo incoherente.
¿Será que Argudín no se enteró de que Obama jamás apretó el gatillo como esos policías que matan a los negros? ¿Se habrá enterado de que entre los que ejercen la prostitución en Cuba abundan hombres y mujeres de raza negra? ¿Quién distinguió, por sobre todas las cosas, el color de la piel del presidente Obama? ¿Quién es entonces el racista? Y no dudo que muchos de sus jefes estén ahora mismo riéndole la gracia, pero que no crea que será por mucho tiempo, los aplausos durarán un rato, y solo en el acondicionado silencio de las oficinas de sus jefes. Que no crea el periodista negro, que pasarán por alto esa desmesura, esa que quizá le sugirieron; que no crea que no pueden castigarlo, aunque en el acondicionado silencio de sus despachos no terminen nunca de aplaudir.
Muchos de los estudiosos del cuento de Morillas han visto en su protagonista a un héroe trágico. Lo mismo creo de Argudín. Y quién se atreverá a dudar que, en breve tiempo, este “útil redactor” termine escribiendo, aunque nadie lo lea, algo parecido a lo que escribió Morillas para ponerlo en boca de su protagonista: “Me retiré maldiciendo en silencio el destino de mi patria”.
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