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General: Cuba dice que no tiene problema de racismo; Obama no está seguro eso
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet20  (Mensaje original) Enviado: 31/03/2016 19:09
La Dinastia de Cuba dice que no tiene
un problema de racismo; Obama no está de acuerdo
 
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Las autoridades cubanas mandaron pintar el pavimento en
La Habana un día antes de que el Presidente Obama llegara a Cuba.
                   Por Damien Cave  - The New York Times 
 El Presidente Obama habló de su herencia keniana. Habló de cómo Estados Unidos y Cuba se construyeron con el trabajo de los esclavos de África. Mencionó que no hace mucho tiempo, el matrimonio de sus padres habría sido ilegal en Estados Unidos, y exhortó a los cubanos a respetar el poder de la protesta para dar lugar a la igualdad.

“Queremos que nuestro encuentro ayude a los cubanos de ascendencia africana a levantarse, a quienes han demostrado que no hay nada que no puedan lograr cuando se les da la oportunidad”. El discurso de Obama en el Gran Teatro de la Habana no solo fue personal, para sorpresa de muchos; además, en un tono inusualmente directo, habló del tema racial, una cuestión crítica y pendiente en la sociedad cubana que se suponía que la Revolución debía haber eliminado.

Los comentarios de Obama causaron asombro entre muchos cubanos debido a que el presidente reconoce la existencia de racismo en ambos países. Fueron un recordatorio de que su vinculación especial con el tema —como se refleja en docenas de conversaciones y respuestas a su histórica visita de tres días la semana pasada— no tiene que ver únicamente con políticas, sino también con la identidad.
“Es una revolución”, dijo Alberto González, de 44 años, panadero y uno de los pocos afrocubanos que asistieron a un discurso presidencial sobre el espíritu empresarial el lunes. “Es una revolución para todos aquellos que tenemos ascendencia africana”.

Desde hace tiempo, un tono defensivo se cierne sobre la cuestión del origen étnico, en parte debido a que Fidel Castro dijo poco después de la Revolución que el racismo se había resuelto, con lo que convirtió el tema en tabú.

El descontento, en parte, provino del orgullo: algunos de los logros más visibles de la Revolución estuvieron relacionados con el fin de la segregación institucional, en los clubes de playa, las escuelas y en los barrios donde muchos de los hogares de los cubanos blancos y ricos que huyeron del país pasaron a manos de cubanos negros.

La medicina y la educación socializadas también ayudaron a crear una sociedad moldeada más profundamente por interacciones y matrimonios interraciales que en Estados Unidos.

Y, sin embargo, Cuba no ha superado el racismo más que cualquier otro lugar. Muchos afrocubanos aquí y en el extranjero no han dudado en señalar que la presencia de Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, solo enfatiza que el gobierno cubano no refleja la demografía de su país.

En una isla en la que dos terceras partes de la población son negra y mestiza, según un estudio de 2007 del economista cubano Esteban Morales Domínguez, aproximadamente un 70 por ciento de los puestos de liderazgo civil y público están en manos de blancos. Morales Domínguez también encontró que, en algunos ámbitos, casi un 80 por ciento de los científicos, técnicos y profesores universitarios eran blancos.

“Las imágenes de las reuniones, los acuerdos, son todas una vergüenza para muchos cubanos negros —entre los cuales me encuentro— porque es difícil sentirse representada”, expresó Odette Casamayor-Cisneros, una profesora asociada de literaturas y culturas latinoamericanas y caribeñas en la Universidad de Connecticut e investigadora de la Universidad de Harvard.

Casamayor-Cisneros añadió que hubo elementos del viaje de Obama que reflejaron algunas de las mismas dinámicas: los cubanoestadounidenses que viajaron con el presidente eran casi en su totalidad blancos, al igual que los funcionarios cubanos que interactuaron con él en la isla. De hecho, la mayor parte de la audiencia que escuchó su discurso el martes era blanca.

En ese contexto, el presidente —junto con su esposa, sus hijas y su suegra, quienes lo acompañaron en el viaje— ofrece un claro contraste.
“Lo que ves es la confirmación del empoderamiento negro, que por lo general se le ha negado a la sociedad cubana. Para los cubanos negros, la sola existencia de Obama es inusual y abrumadoramente simbólica”, expresó Casamayor-Cisneros.

Algunos afrocubanos, como el artista de hip-hop Soandry, vincularon al presidente con “lo que se puede lograr en un sistema capitalista”.

Otros cubanos hablaron del tema racial de forma más directa, sin instigar, y argumentaron que Obama entiende su país porque es afroamericano.

González, cuyo mostrador de la panadería está decorado con fotografías de Martin Luther King Jr. y Malcolm X, dijo que la gente no solo admiraba al presidente. “Mira esa familia”, dijo, con una sonrisa franca. “¿Te imaginas? ¿Alguna vez has visto a una familia más hermosa?”.

El desafío, según dijeron González y otros cubanos, es convertir esa inspiración en algo más sustancial, para empezar con un diálogo más abierto sobre la cuestión racial.

“En definitiva, sigue habiendo racismo aquí”, dijo González, que vivió en Italia durante más de una década antes de regresar a abrir un negocio. “Lo veo con frecuencia en cómo la gente me mira y me trata”.
Entre los cubanos de todas las razas hay una preocupación creciente de que una mayor brecha económica también sea racial.

Muchos investigadores cubanos han observado que las viejas fuerzas están activas de nuevo. A medida que el turismo ha crecido y se ha vuelto más lucrativo —las propinas de un día pueden exceder el pago mensual del gobierno—, el personal de los hoteles y restaurantes se ha vuelto menos representativo.

La mínima apertura económica del Presidente Raúl Castro, que permite que haya pequeños negocios en Cuba, también ha tendido a favorecer a aquellos que ya tienen vínculos con el poder en el gobierno, o parientes en el extranjero: una élite en crecimiento que es desproporcionadamente blanca.

Algunas ocasiones, el racismo ha sido explícito. Yusimí Rodríguez López, una periodista independiente afrocubana, dijo que había vacantes laborales en Revolico —conocido por algunos como el Craigslist clandestino de Cuba— “en las que dicen solicitar solo personas blancas”.

Lo que es frustrante, añadió, es que los funcionarios cubanos muestran poco interés en escuchar o hablar del tema. “Si uno silencia la idea de que hay racismo, uno silencia cada conversación sobre el problema”, dijo.

Por eso los comentarios de Obama causaron revuelo. Al enfatizar que quienes cuestionaron al gobierno lograron el cambio en Estados Unidos, los comentarios y la sinceridad de Obama instilaron esperanza en muchos cubanos y ofrecieron un voto de confianza motivado por la complicidad. “Cuando empecé a ir a la escuela, todavía estábamos luchando por eliminar la segregación en las escuelas del sur de Estados Unidos”, dijo.

Antes de la llegada de Obama, el tema racial ya estaba en la mente de los cubanos. Cuando se fue, aumentaba el debate entre los intelectuales afrocubanos, los propietarios de negocios e incluso en la denominada Esquina Caliente, un rincón sombreado en un concurrido parque de La Habana donde los hombres se reúnen a hablar de deportes todos los días todo el día.

“Se habla mucho de la discriminación contra los negros en Estados Unidos. ¿Y qué hay de aquí?”, dijo Manuel Valier Figueroa, de 50 años, un actor que estaba en el parque el lunes. “Si hay un concurso de baile, van a elegir a la mujer de piel blanca con el cabello claro y bonito. Si hay un trabajo de turismo, igual”.
 
 
Añadió: “¿Por qué no hay negros que administren hoteles? No se ve a negros trabajando como chefs en hoteles, pero sí se les ve como personal de limpieza y botones. Les dan los trabajos menores”.
 
Valier, negro, insistió en que a él y los demás ya no les importaba si alguien del gobierno los escuchaba hablar de manera crítica sobre su sociedad.

“El primer presidente negro demostró que las personas negras pueden ser líderes”, dijo. “Los negros necesitan ver que puede ocurrir lo mismo aquí”.
             Fuente The New York Times 
 
 
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